Esta es la historia de un joven, el arquitecto Lázar Parashkevanov, y su proyecto, cuya realización toma tres decenios, pasa por el cambio de varios gobiernos y dos obras de construcción.
El comienzo de los años 20 es un período en el que muchos arquitectos y constructores regresan a su patria tras haber terminado sus estudios en el extranjero y ponen todo su corazón y empeño en la idea y la ambición de convertir la Sofía de posguerra en una auténtica ciudad cultural de Europa. Uno de ellos es el arquitecto Lázar Parashkevanov, quien, con sus 30 años, con el diploma de ingeniería civil y arquitectura obtenido en la capital checa, Praga, se instala en Sofía.
En aquel entonces Bulgaria estaba gobernada por el partido Unión Agraria Nacional Búlgara y al frente del gabinete estaba Alexándar Stambolíyski, amigo del joven profesional. Un año más tarde el primer ministro le encargó el diseño de un edificio nuevo que sería la sede del Partido Agrario, pero dispondría también de salas e instalaciones conjuntas para todo tipo de manifestaciones culturales, una exposición permanente de productos agrícolas, un museo de historia, etc.
El terreno, vecino a la catedral de San Alejandro Nevski, suponía grandes dificultades para las obras con su importante desnivel. Para colmo, el golpe militar en Bulgaria y el asesinato de Alexándar Stambolíyski en el verano de 1923 dejaron la idea al nivel de un proyecto de vanguardia para su tiempo.
Veinte años después Parashkevanov retomó la idea y la construcción del edificio comenzó en 1947. Un año y medio después, con dos plantas de la obra ya erigidas, las autoridades búlgaras decidieron que sólo una pequeña parte del edificio quedaría para el uso del Partido Agrario y la otra parte sería la Ópera Nacional. Más que sorprendido por este cambio cardinal, el arquitecto ordenó derribar todo lo construido hasta entonces y se puso a diseñar planos totalmente nuevos del edificio:
“El proyecto fue modificado a fondo –cuenta el urbanista Zdravko Petrov–. En los años 20 éste era un reflejo de la arquitectura moderna de aquel tiempo, presentaba mucho elementos del art déco y del modernismo incipiente. Y lo que conocemos hoy, como resultado del segundo proyecto, es un edificio de aspecto bastante más clásico. Sobre todo, la columnata de la entrada principal nos remonta a los años 40 y el regreso al gusto por las formas clásicas, algo muy típico que se observa también en el Palacio de Justicia de Sofía. Después de la Segunda Guerra Mundial en Bulgaria se observa una inclinación a la arquitectura estalinista, obvio en el edificio de la ópera.”
Lili Golemínova, nieta del insigne compositor y director de orquesta búlgaro Marín Goleminov, recuerda lo que contaba el arquitecto Lázar Parashkevanov, quien frecuentaba la casa de su abuelo. Como ejemplo de la abnegación con la que Parashkevanov trabajaba y se refería a las obras, Lili cita sus palabras: “Cuando uno se pone a construir una ópera, lo más importante es saber de acústica, porque por más hermoso que quede el edificio por fuera, si la sala dentro resulta inepta para los espectáculos, ha fracasado en su trabajo”.
“Reconocía –agrega ella– que tuvo que leer en checo, alemán y ruso un montón de tomos gruesos sobre la acústica de las salas operísticas, preparar e instruir un equipo de obreros y no alejarse de su lado durante todas las etapas de las obras. Aún más que el presupuesto, enorme al comienzo, comenzó a disminuir con una serie de intentos de economías; en un momento le dijeron incluso que no se encargarían más materiales del extranjero y que tendría que arreglárselas solo con lo disponible en Bulgaria. Entonces Parashkevanov se puso a estudiar los materiales búlgaros: el mármol, el granito, la piedra blanca, etc. Así consiguió crear algo extraordinario. El equipo internacional que llegó para comprobar la acústica de la ópera construida en 1953, la afilia al lado de las salas de mejor acústica de Europa.”
Confirma sus palabras también Valentín Stamov, pianista de la Ópera Nacional:
“Es un edificio sin par. La sala grande tiene forma de instrumento musical, parece un caracol, aprovechando el desnivel entre dos calles. Las paredes y los suelos son dobles, en el techo hay una abertura como en un instrumento de viento. En los balcones y los palcos hay huecos que reflejan el sonido. Para el enchapado se emplearon maderas que se suelen utilizar en la hechura de los instrumentos musicales, lo mismo se refiere a los barnices empleados. Por esto la acústica de nuestra Ópera de Sofía era considerada ya en los primeros años después de construida como una de las mejores del mundo”, agrega Stamov.
Adaptado por Vésela Krásteva
Versión en español de Katia Dimánova
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