Bulgaria se prepara a construir un nuevo, séptimo reactor en la ya existente Central Nuclear de Kolzloduy. Es una de las últimas decisiones del gabinete Oresharski que ha dimitido. El correspondiente acuerdo fue firmado a finales de julio con la empresa norteamericana Westinghouse. La capacidad de la nueva potencia nuclear será de 1100 megavatios y se espera que sea explotada durante 60 años.
La semana pasada el director ejecutivo de la Central Nuclear de Kozloduy, Ivan Genov, sorprendió a la sociedad al declarar que, de construirse el nuevo reactor, el precio de la electricidad subiría en 10 euros por un megavatio hora. Esta declaración fue una sorpresa porque hasta el momento el proyecto ha sido presentado como “muy ventajoso” para Bulgaria, sin profundizar en detalles. Pero, como se dice, el diablo está en los detalles.
Gran parte de los pormenores en torno al nuevo reactor siguen siendo velados, con lo cual este megaproyecto llega a ser parte de una cadena de decisiones no transparentes tomadas a oscuras y presentados ante los búlgaros como panacea para un auge económico. Llama la atención el hecho de que la mayoría de los proyectos son energéticos. Un ejemplo de ello es la venta de las centrales termoeléctricas Marista Este en 2001 que sigue siendo un gran fardo para el sector energético con los precios de la electricidad fijados en el contrato para varios años en adelante.
La situación es semejante con el escandaloso proyecto para la construcción de una nueva central nuclear, la de Bélene. Las cargas financieras derivadas de este proyecto, aunque paralizado, no han sido superadas a consecuencia del litigio con el proveedor Rosátom que persiste.
Según datos preliminares, el nuevo reactor estadounidense en la central de Kozloduy costaría unos 4 mil millones de euros. Sin embargo hay muchas interrogantes. ¿Es éste precio definitivo o han sido pactadas primas adicionales derivadas de la inflación? ¿Cómo se redistribuirían los ingresos una vez construida la nueva planta nuclear? ¿Cuál sería la compensación en caso de que el proyecto no se realice? ¿Cuáles serían los riesgos para el medio ambiente, la población y la economía? Y la pregunta de mayor importancia: ¿qué sucedería con el combustible nuclear una vez utilizado? Los elementos combustibles gastados de los reactores rusos que están funcionando ahora en Kolzloduy se transportan a Rusia.
Tras permitirse Bulgaria el lujo de gastar miles de millones por la fallida construcción de la Central Nuclear de Bélene, es absolutamente lógico que los ciudadanos del país más pobre de la Unión Europea se muestren escépticos respecto a cada megaproyecto nuevo que aparezca en el horizonte. Una de las causas principales de ello es la ausencia de toda transparencia en torno al proyecto de Bélene. En vez de aprender de un error ya cometido, Bulgaria está a punto de repetirlo. Evidentemente la continuidad y la superación de los intereses meramente políticos de tal o cual otra mayoría parlamentaria en nombre del interés nacional a largo plazo no es un lado fuerte de Bulgaria.
El planificado séptimo reactor de la Central de Kozloduy tiene también significado geopolítico. A través de la inversión estadounidense, Bulgaria podría superar la imagen negativa de ser el “caballo de Troya” de Moscú en la Unión Europea, debido a la dependencia energética de este país ante Rusia. Sobre este telón de fondo, es aún más importante que la decisión sobre éste y sobre cada nuevo proyecto de infraestructura sea tomada de forma transparente, teniendo en cuenta las consecuencias a largo plazo que tendría para la economía y para la política del país, ya que todo proyecto económico de esta escala es también político.
Versión en español: Vesela Petrova
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