La presentación del libro “Dan Kólov en el tapiz”, de Dimo Tódorov, reunió a eminentes luchadores búlgaros entre los que descollaban Alexánder Tómov, 5 veces campeón mundial y europeo; Gueorgui Múrkov, campeón olímpico, mundial y europeo; Petar Kírov, doble campeón olímpico, triple, del planeta y 4 veces campeón de Europa; y Armén Nazaryán, dos veces campeón olímpico y tres veces, del mundo. Fue señalado que durante el período de transición, después de los cambios democráticos iniciados en Bulgaria en 1989, no fueron pocos los héroes nacionales que fueron olvidados; el libro “Dan Kólov en el tapiz” viene a llenar parte de este vacío. El libro narra la vida y las actuaciones deportivas del célebre luchador búlgaro; además, contiene memorias y material de archivo de la prensa. A través de este volumen cobra vida la historia de un sencillo muchacho pueblerino que recorrió el largo camino desde las humildes chozas de Tryavna, en el centro norte de Bulgaria, hasta las prestigiosas arenas mundiales.

“Bulgaria se dio a conocer al mundo por primera vez a través de Dan Kólov. Tras la Liberación del país de la dominación otomana, en 1878, las comunicaciones del país todavía no estaban desarrolladas. Bótev y Levski eran conocidos sólo en los Balkanes. Dan Kólov glorificó a Bulgaria en los años 20 y 30 en América del Norte y del Sur, Europa, Asia, África, Australia”, señaló Marín Kadíev, que escribió la reseña del libro.

Doncho Kólev Dánev nació en 1892 en la aldea de Chadarlíi (hoy Sennik), en el municipio de Sevlíevo.  Perdió a su padre con sólo cinco años de edad. Su madre crió sola a sus seis hijos. Perseguido por la pobreza, a los 13 años Doncho se fue a trabajar en Hungría, para luego viajar por el mundo y décadas más tarde volver a la patria con el aura de la fama mundial.

En Budapest, el hombre para el que trabajaba, sorprendido por su fuerza, le dijo: “Tu pan no está en mi huerto” y le sugirió que probara suerte en los Estados Unidos. Así, en 1909, Doncho Kólev arribó al Nuevo Mundo. Participó en la construcción del ferrocarril a través de las Montañas Rocosas, trabajó en una mina... Diez años hizo trabajo físico duro, consagrando sus ratos libres a la lucha no profesional. Su carrera deportiva profesional comenzó más tarde, en 1917, cuando ya había cumplido 25 años.

Después de muchas batallas exitosas en la lucha libre profesional, que en aquellos años desplazó a la lucha tradicional deportiva en la Tierra Prometida, los norteamericanos le sugirieron cambiar su nombre por Dan Colin pero Doncho Kólev insistía en su deseo de mantener al final del apellido el sufijo eslavo “-ov”, indicativo de pertenencia y parentesco. Al cabo de algunos años, El León de los Balkanes diría: “Tengo a mis espaldas más de 1500 encuentros con celebridades mundiales. Me ofrecían dinero para que me dejara vencer pero yo nunca me olvidé que no era sólo Doncho de Chadarlíi sino que representaba a mi querida Madre Bulgaria. Me ofrecían la nacionalidad estadounidense. La he agradecido pero la he rechazado porque siempre he tenido claro que al romper con Bulgaria perdería mis fuerzas”.

Uno de sus encuentros memorables fue con el ídolo nipón, Djiki Hegen “El Estrangulador”, ante el Emperador japonés. El búlgaro ganó doblando la espina dorsal del invicto, hasta aquel momento favorito del público japonés. En 1936 le quitó el título de Campeón de Europa y el cinturón de diamante al francés Henri Deglane, pero los dos mantuvieron una buena amistad. De esta manera Dan Kólov se convirtió en el primer búlgaro, campeón de Europa en la lucha. Henri Deglane visitó la aldea natal del atleta búlgaro, después de la muerte de éste, y escribió: "¡Él era un hombre extraordinario! Su bondad, su cordialidad y su honestidad eran directamente proporcionales a su fuerza”.

He aquí como describe a Dan Kólov el periodista francés A. Margot: "Se parece un poco a un gorila: peludo, barbudo, la nariz, aplastada, las orejas, grandes, con un tambaleo involuntario de la parte superior del cuerpo, colocado sobre unas piernas relativamente cortas. Sin embargo, después de la primera impresión, se hace evidente que Dan Kólov es muy agradable. Él estrecha la mano del otro con la intimidad oculta de un alma abierta. Sus ojos tienen una expresión bonachona, que no engaña”.

Cuando en 1935 Dan Kólov regresó a la patria en tren desde París, en Sofía le esperaba un mar de gente, que le recibió como su ídolo y él lloró de emoción. A pesar de su fama mundial, Doncho siguió siendo un hombre terrenal. Invertía en obras de caridad grandes sumas de dinero que le traían las victorias en el colchón. En 1933 donó 2000 dólares al comité para la defensa de Gueorgui Dimítrov, líder de la clase obrera búlgara, acusado por el incendio del Reichstag alemán, porque, según decía, no podía permanecer indiferente ante el destino de cualquier búlgaro en peligro. Donó a Bulgaria el primer avión de pasajeros, ayudó a universitarios y huérfanos, a la Unión de Invidentes, a muchos parientes. Equipó salas de entrenamiento en Sofía y Bankya para los luchadores búlgaros.

Dan Kólov murió en 1940 de tuberculosis a la edad de 48 años, pero la leyenda sobre él sigue viva hasta hoy en día.