Últimamente cobran difusión diferentes teorías sobre la fuerza de las palabras. Psicólogos, asesores y líderes espirituales nos enseñan que las palabras que empleamos y la energía que vertemos en ellas son de enorme importancia para lo que sucede en nuestra vida.Toda persona tiene la capacidad de modelar su mundo. Un elemento de esta capacidad es la habilidad de seleccionar las palabras más idóneas para designar las cosas ante los demás y ante nosotros mismos.
En realidad, este conocimiento no es algo nuevo. Sus raíces se remontan en las tradiciones y el folclor de los diferentes pueblos, incluido el búlgaro. En la noción tradicional, la palabra es algo concreto, casi material, y de ahí el proverbio búlgaro que reza que la palabra dicha es como la piedra tirada (y su análogo español “palabra y piedra suelta no tiene vuelta”). Hay que tener cuidado al hablar porque lo dicho difícilmente se borra. Otro proverbio búlgaro reza: “La palabra no es un gorrión pero en cuanto la soltemos, vuela y no torna”.
El buen dominio de la lengua y la habilidad de emplear las palabras correctas en cada situación son altamente valorados en la cultura folclórica. De las personas con estas características se dice que tienen “pico de oro”, o que al hablar, echan miel por la lengua. La capacidad de alabar y ser amables con los demás nos ofrece ventajas en situaciones dificultosas. “La buena palabra abre puertas de hierro”, o “la buena palabra es una llave de oro”, decimos los búlgaros.
La sabiduría popular advierte que las palabras tienen también la capacidad de herir profundamente. “La lengua no tiene huesos pero rompe huesos”, dice un refrán, y otro agrega: “Más hiere mala palabra que espada afilada”.
Hay un cuento tradicional que versa sobre un hombre y un oso que se toparon en el bosque y decidieron hermanarse. Si hicieron muy buenos amigos pero un día al hombre se le escapó un lamento por el mal aliento del oso. Muy ofendido, éste le pidió a su amigo que le diera un hachazo en la cabeza y, cubierto de sangre, huyó al bosque. Pasó más de un año y un día el oso se personó ante su amigo el hombre. Le pidió que buscase la cicatriz del hachazo pero ésta había desaparecido hacía mucho tiempo y la piel osuna la había cubierto. “La cicatriz ya no está”, díjole el sabio animal a su amigo el hombre, “pero quiero que sepas que las malas palabras que me dijiste jamás las olvidaré. Las malas heridas sanan mas las malas palabras no se olvidan”.
Según la noción tradicional de los búlgaros, la palabra puede incidir de forma muy real en la ordenación asocial y natural porque posee propiedades mágicas. Los votos de buena salud, longevidad y felicidad acompañan muchos momentos relevantes en la vida de la comunidad. Se pronuncian bendiciones en bautismos y bodas, como también en las grandes festividades cristianas asociadas al nuevo comienzo, en torno a Navidad y Año Nuevo. Un voto tradicional reza: “Que seas sano y vivaz, que cumplas mil años y en cuanto envejezcas, que las canas cubran tu frente cual la nieve las cimas de la codillera Balcán”.
Se considera, asimismo, que tiene gran fuerza la maldición. En algunos casos la maldición es merecida y es un castigo por los pecados y por incumplir las normas. Tienen especial fuerza las maldiciones por seducir y engañar a una joven, así como las maldiciones pronunciadas por los padres.
Una conmovedora canción tradicional cuenta cómo un hijo llevaba a su padre atado con una cuerda para venderlo en el mercado. En el camino el padre rogó al mal hijo parar junto a una fuente para que bebiera agua. Así aumentaría de peso y el hijo podría cobrar por él un mejor precio para que con ese dinero “criara a sus hijos y que un día éstos le condujeran atado con una cuerda para venderlo en el mercado”.
Así y todo, según la moral tradicional, desear el mal al prójimo es un grave pecado. Además, la maldición lanzada injustamente vuelve sobre quien la lanzó. Si los hombres modernos lográramos sacar enseñanzas de la sabiduría popular, seríamos más atentos en el manejo de las palabras y, según una expresión tradicional búlgara, “abriríamos la boca solo para el bien”.
Versión en español por Raina Petkova
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