Desde pequeña ella disfruta de la inmensa belleza de Varna, la ciudad costera del mar Negro. Su nombre es Bella Bénova y ella realmente hace honor al mismo. Ella se autodefine como viajera y fotógrafa, con intentos de ser escritora –tiene dos libros a sus cuestas. Es, además, doctora en automatización, ha defendido una tesis en Francia y se ha graduado en Tecnologías del Sonido de Estudio y Producción. Se le conoce también por los sueños audaces y por el libro de viajes, titulado Por el camino de la luz pulsante, un viaje en bicicleta desde Duránkulak hasta Rézovo visitando los faros búlgaros en el litoral del mar Negro. Pero, ¿es necesario haber nacido junto al mar para amar a los faros? Escuchemos a Bella.
Ciertamente no es obligatorio – dice Bella – . En mi caso, estoy convencida de que de alguna manera ha contribuido porque crecí viendo la luz del faro de Gálata desde el balcón del último piso en Varna y, probablemente, en algún lugar de mi más tierna infancia se generó la espontaneidad de la idea y de mi gran cariño por los faros. El libro Por el camino de la luz pulsante nació al cabo de varios años de intentar recoger todas las impresiones del viaje en bicicleta por todos los faros de Bulgaria que hice con amigos en 2007. Esta idea se expandió ya que cada verano posterior visitábamos también los faros de los países vecinos de Bulgaria. Abrigo la esperanza de que este periplo se traslade asimismo a otros continentes.
En la era de las tecnologías los faros podrían parecerle a alguien anticuados, no así a Bella Bénova, quien que cree que por mucho que avance la humanidad en la navegación y en las comunicaciones en algún momento cualquier gente de mar, como lo es ella, habrá pasado algún mal trance en lal mar agitada. En tales casos todo el equipamiento queda relegado a un segundo plano y uno busca la luz de la costa siempre con la esperanza de ver en la oscuridad de la noche este rayo de la salvación. La mayoría de la gente tal vez nunca haya prestado atención a estos guías y a su aspecto. Y es que los faros, en realidad, son diferentes. Cada uno de ellos tiene su propia característica luminosa a fin de distinguirse sobre todo de los que están en su proximidad; de esta manera los navegantes siempre pueden estar seguros dónde están. Los faros se diferencian entre sí también en la construcción y en la arquitectura, e incluso por la posición en la que están situados en un paisaje concreto.
Hace unos días salió el segundo libro de Bella Génova, titulado Puertas.
El libro es una combinación de textos que maduraban desde hace muchos años – dice la autora sobre el libro – . Los más tempranos son del año 1997, y los más recientes, de 2012. De alguna manera cada texto está vinculado con la Puerta como un símbolo de la transición a la libertad, de un estado limítrofe, de la transición en el tiempo y el espacio. A cada texto corresponde una imagen: una fotografía de autor de una puerta cubierta de grafitos. Las fotos fueron tomadas en abril de 2014 en las calles de la ciudad portuaria de Funchal, en Madeira, Portugal. Es otro simbolismo ya que esta isla es una de las puertas para quienes se dedican a la vela. Los grafitos en las puertas son obra de artistas de distintos países y han sido creados en el marco del proyecto internacional El Arte de las Puertas Abiertas. En el proyecto Puertas hay mucha mística, imaginación, recreación de realidades de una manera mágica, concluye diciendo Bella Bénova.
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