La mayor parte de los búlgaros relaciona la denominación Surva con el primer día del año nuevo cuando los niños adornan ramitas de cornejo con hilos multicolores, frutas secas y palomitas, recorren las casas de amigos y familiares y les desean salud, una abundante cosecha y un año nuevo lleno de alegría dándoles leves golpes en la espalda con el cornejo.
Se puede suponer que el nombre de la fiesta proviene del adjetivo “crudo”, en búlgaro “surov”, ya que así es la rama del cornejo que acaba de ser recogida del árbol: llena de vida, resistente y dura. Es así también el año nuevo que parece que acaba de ser recogido del árbol de la vida. Así será la persona que ha recibido los leves golpes con el cornejo: sana, alegre, fuerte y rebosante de buena suerte.
Según otras hipótesis, el nombre de la fiesta proviene del antiguo adjetivo “sur”, que significa gris, o blanquecino, así como luminoso, brillante, áureo, es decir que tiene el color del sol. Algunos científicos admiten la existencia de un dios eslavo del sol que se denominaba Sur y que era venerado durante esta época del año. También es posible establecer una relación con la palabra sánscrita “suria” que significa sol. Esta relación es admisible teniendo en cuenta que el origen común indoeuropeo de ambos pueblos. Cabe decir, además, que en nuestro folclore el epíteto “sur” se refiere a diferentes imágenes mitológicas como el ciervo, el dragón, el oso, las aves, el buey.
Sin embargo, en la región de Pernik los festejos Surva no terminan el 1 de enero. 13 días después, la gente de la región recibe la llegada del año nuevo, según el Calendario Juliano. Entonces se organizan los juegos con máscaras locales, famosos como Surva, Surova o Sirova. Por tradición, se ponen máscaras jóvenes no casados para quienes el rito tiene el sentido de una consagración: si una vez han participado en el rito Surva ya pueden contraer nupcias. Sin embargo, en nuestros días participan también hombres adultos, así como niños e incluso mozas. Los vestidos y las máscaras son variados, elaborados de pieles de animales y cuernos, de variopintas telas y plumas. Un atributo obligatorio es una especie de campanas que se colocan alrededor de la cadera. Junto con la máscara, son el orgullo de los participantes en el rito y a veces su peso alcanza los 50 kilogramos. Su son rítmico y fuerte resuena en las poblaciones informando a todos que llegan los survakar. Todo esto sucedió también este año los días 13 y 14 de enero.
Los survakar son encabezados por una especie de comandantes vestidos como militares y armados con sables y caramillos que determinan el ritmo de la marcha. Los acompañan otros personajes divertidos: un pope, una novia con su novio, una gitana, un domador de osos. En vísperas de la fiesta los participantes se reúnen con antorchas encendidas en el centro de la población donde encienden fuego y bailan alrededor de éste. Al otro día recorren las casas acompañados por músicos y pronunciando bendiciones para salud y fertilidad. Esta antigua fiesta popular que conserva su vitalidad hasta hoy en día ha sido declarada Un tesoro humano vivo de Bulgaria y desde el mes de diciembre de 2015 forma parte de la Lista representativa del patrimonio no material de la UNESCO.
Dentro de pocos días se celebrará otra fiesta que también lleva el nombre de Surva, el Festival Internacional de los Juegos con Máscaras que se desarrollará en Pernik los días del 29 al 31 de enero. Aparecido sobre la base de una tradición local, el festival se convirtió en un acontecimiento popular que reúne a participantes y espectadores de todos los continentes. En 2016 el festival cumple 50 años y tendrá lugar su 25 edición. El participante más exótico para el año será el grupo de Malí que presentará las tradiciones del tribu africana de los dogones.
Versión en español por Hristina Taseva
Fotos: BGNES y Vijra Baeva
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