Hoy jueves y mañana viernes se celebra la segunda ronda del regateo de la UE con Turquía con vistas a domeñar la crisis de los migrantes. En un comentario anterior nos tomamos la libertad de calificar de extorsión las tres condiciones planteadas por Ankara, a saber: duplicar el dinero otorgado por la UE, de 3 mil a 6 mil millones de euros, para que Turquía controle a los migrantes: eximir de visados a los ciudadanos turcos que viajen a la UE y acelerar los trámites para la adhesión de Turquía a la UE.
La primera condición es cumplible. La UE tiene dinero para pagar estos 6 mil millones de rescate, los cuales, sin embargo, sólo serán el comienzo. Para la supresión de los visados también se podrán encontrar posibilidades, pero el acceso de Turquía en su forma actual a la UE ya sería excesivo. Ankara pone de manifiesto con frecuencia cada vez mayor que dista mucho de los principios y los fundamentos éticos de la comunidad europea. Es un ejemplo en este sentido el comportamiento de las autoridades turcas en la cooperación transfronteriza con Bulgaria, país miembros de la UE. Estos días, los medios informativos búlgaros dieron nuevamente la voz de alarma de que los municipios de Burgas, Jáskovo y Svilengrad no recibirán dinero de la UE en el marco del programa de cooperación transfronteriza entre Bulgaria y Turquía. Se trata de unos 11 millones de euros. La causa es la prohibición para la cooperación impuesta a los municipios turcos hace algún tiempo, por el Ministerio de Exteriores de Turquía, ya que el parque en Jáskovo se llama “Armenios”, In Memoriam del genocidio armenio, y los municipios de Burgas y Svilengrad tienen aprobadas sendas declaraciones en que se reconoce el genocidio de los armenios en el Imperio otomano.
La cadena de televisión BTV cita al alcalde de la ciudad turca de Edirne, Recep Gurkan, quien expresa sin ambages: Con Jáskovo hemos trabajado óptimamente pero ya rige una prohibición decretada por nuestro Ministerio de Exteriores y ésta es definitiva. Según el alcalde turco, para que se arreglen las cosas habría que imitar el ejemplo de la ciudad búlgara de Yambol, cuyo ayuntamiento ha revocado su declaración en que reconocía el genocidio armenio.
Hay también otros ejemplos. En el verano pasado, la ciudad turca de Bursa suspendió el cumplimiento del proyecto para vuelos de tarifas bajas con la hermanada ciudad búlgara de Plovdiv, tras haber aprobado el ayuntamiento de la ciudad búlgara una declaración con la que reconocía el genocidio armenio.
Dejemos de lado el que la “guerra” declarada por Turquía contra los “insumisos” municipios búlgaros representa una injerencia inadmisible en los asuntos internos de Bulgaria y es un escándalo diplomático grave. El fracaso, por culpa de Ankara, de los proyectos de cooperación transfronteriza priva a los tres municipios búlgaros de los recursos que necesitan para mejorar el medio ambiente y reducir las secuelas de desastres que cada invierno y primavera infligen daños considerables en sus territorios.
Pero la historia no se puede reescribir. A finales del siglo XIX y comienzos del XX el Imperio otomano cometió un genocidio, asesinando a más de un millón de medio de armenios. La República de Turquía, empero, que es sucesora del Imperio otomano se hace oídos de mercader al oír la palabra “genocidio”. Que, ¿por qué? Porque según el derecho internacional el genocidio es un crimen perseguido y penado incluso con el pago de reparaciones.
Suman decenas los países del mundo que han reconocido oficialmente el genocidio de los armenios perpetrado por el Imperio Otomano. Coinciden en ello también la mayoría de historiadores y estudiosos. Francia y Canadá, incluso han ido más lejos aún aprobando leyes que incriminan a quienes nieguen el genocidio armenio.
En el Parlamento de Bulgaria se hicieron varios intentos por reconocer el genocidio armenio pero las propuestas no prosperaron por la resistencia enérgica opuesta por diputados del Movimiento por Derechos y Libertades, el partido de la minoría turca en este país. Con todo, en abril de 2015, el Parlamento sí reconoció” la masacre” de armenios en el Imperio otomano. Le faltó valor para emplear el concepto de “genocidio”. Sin embargo, el comportamiento servicial excesivo siempre resulta contraproducente, tanto para la una como para la otra parte. Ya es hora de que Bulgaria se emancipe y comience a plantear condiciones como país miembro de la UE.
Versión en español por Mijail Mijailov
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