“Los Búlgaros”, con título en inglés “The Bulgarians”, es un cuento fotográfico bilingüe. Predominan en el mismo los matices del color gris posiblemente para evitar la acusación de una denigración excesiva o, no lo quiera Dios, presentar en blanco y negro a nuestros compatriotas que hayan sido blanco del objetivo del autor, Antoni Gueorguiev. Aquí, en Radio Bulgaria les hemos presentado a Vds. fotos suyas de la Bulgaria “tracia” y “romana”. A la pregunta provocativa que le hacemos de que si este foto cuento recoge la imagen contemporánea de una Bulgaria “búlgara”, Antoni responde en forma contundente:
No, si los anteriores habían sido libros documentales, ahora lo que presento es un arte documental que se propone mostrar, valiéndose de los recursos de la fotografía en blanco y negro, ideas, estados, situaciones.
La portada es aparentemente poética, la nívea blancura y la figura contrastada no sugieren ni idea sobre las imágenes, alejadas de nuestros criterios estéticos, las cuales algunos calificarían de curvas, y los más extremos, de un “bestiario”. Por las referencias que se hacen en los textos-además del prefacio del autor, hay también un prólogo del culturólogo Gueorgui Lozanov −se entiende que se trata de las personas que nunca llegarán a ser noticia, excepto, quizás, de las crónicas policiales−. Son las personas a las que nos hemos acostumbrado a llamar electorado que a través de los mecanismos de la democracia fija los órganos del poder del pueblo. La idea, a juicio del autor, apunta a que “se enfatice en las distinciones pero, al mismo tiempo, también se busquen las características comunes”. La identidad es una de ellas cuya falta o distorsión, según Antoni Gueorguiev, forma el fundamento del resto de las crisis por las que atraviesa nuestra sociedad. Bulgaria, en el último cuarto de siglo, no ha hecho casi nada para forjar su nueva identidad:
La identidad es algo individual, no puede ser impuesta. Vivimos en el siglo XXI y desde hace muchísimo tiempo ya no lucimos pantalones “cagados” o turcos, aunque, últimamente, hay otras cosas que nos quieren imponer por identidad.
Uno de los problemas que Antoni prefiere destacar en forma verbal tras recorrer durante una decena de años este país, es la falta de un pensamiento crítico en los búlgaros.
Lamentablemente, la capacidad de pensar no en categorías de blanco y negro, que a comienzos de los años 90 me parecía que empezaba a renacer, últimamente disminuye y parece que hay un retroceso.
El otro problema reside en el inculcado dilema de “libertad o seguridad” que puede tener manifestaciones diversas capaces de llegar hasta al nihilismo. Como el único rostro que mira al objetivo de una peña de amigos de juerga.
Estas personas se encuentran absolutamente desinteresadas del mundo circundante. Muestran un interés cero por lo que ocurre en su alrededor. Excepto una persona que te mira de frente y parece decirte: "sí, así somos pero incluso si hubiéramos sido otros, nada hubiese cambiado."
El libro es el reflejo en suelo búlgaro de la obra de Robert Frank −prologada por Jack Kerouac− “Los americanos”, hecho público hace 60 años. Cabe decir en este sentido que el sueño, recogido en “¿Cómo les vamos a dar alcance a los americanos”, canción satírica del comienzo de los cambios, ya se ha hecho realidad. Para el autor, semejante enfoque, el de mirar a la verdad a los ojos, surte para Bulgaria un efecto muy superior al que producen los pequeños folletos de promoción turística. Como el pastor de ovejas para el cual Bulgaria es un pedazo del cielo que él sujeta en su mano.
Versión en español por Mijail Mijailov
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