En la última decena de días estuvo en Sofía pare efectuar una inspección una misión del FMI presidida por Reza Baqir. La misión tenía por cometido examinar la situación en el sector económico búlgaro, ver lo que había ocurrido en las recién concluidas pruebas de resistencia bancaria, comprobar cómo iban las reformas, hasta dónde había llegado la lucha contra la economía sumergida y la corrupción, y examinar el estado de las Finanzas Públicas. En resumen, los expertos tuvieron que hacer una revista integral y ofrecer una valoración global de la economía y las finanzas de Bulgaria.
Las inspecciones de este tipo no son algo extraordinario, son una práctica del FMI con respecto a los países del llamado grupo de mercados emergentes. Evidentemente a Bulgaria se le sigue considerando un país que necesita de cierta supervisión, aunque es miembro del prestigioso Club de los Ricos, que es como a veces llaman a la UE.
Las autoridades búlgaras acogieron a los expertos de Washington risueñas, con los brazos abiertos y sin cualquier tipo de intentos diplomáticos por disimular un tanto su orgullo y satisfacción de poseer algo de calidad para exhibirlo ante el FMI. Efectivamente, tanto políticos como observadores, expertos económicos y centros internacionales de estudios creen firmemente que actualmente el sector económico búlgaro goza de óptima salud, funciona a tope y logra resultados significativos. De esto quedaron convencidos también los expertos del Fondo durante su estancia y conversaciones mantenidas en Sofía. Hasta tal punto se han convencido que han revisado su pronóstico del crecimiento del PIB búlgaro para 2016 haciéndolo subir del 2,3 % inicial a nada menos que un 3 %. Esto puede que sea poco en comparación con el indicador medio mundial -que supera sensiblemente este 3 %- pero, en cambio, es un buen logro en el seno de la UE donde algunos países miembros están combatiendo todavía las secuelas de la crisis económica y financiera mundial de 2008.
Esta valoración ha sido muy placentera para las autoridades búlgaras que, en principio, están acostumbradas a ser blanco de críticas tanto por parte del FMI como por el Banco Mundial y la UE, por la política económica que promueven. No hay que olvidar, con todo, que Bulgaria es el país miembro de la UE de más débil desarrollo en lo económico, algo debido, en gran medida, a la torpeza y, frecuentemente, a la renuencia de los gobernantes a llevar a la práctica las reformas estructurales indispensables, pero dolorosas en el plano social. Se debe ello también a la corrupción que está campando a sus anchas y se relaciona íntimamente con una economía sumergida importante y potente.
Tales han sido exactamente las conclusiones básicas de la misión del FMI, cuyos integrantes estos últimos días han concluido su inspección y han viajado de regreso a Washington. La misión ha reconocido lo hecho por Bulgaria pero ha entibiado las pasiones económicas con unos pronósticos y valoraciones mucho más sobrios que han rebajado un tanto el grado de la euforia económica en el país. Hasta aquí, bien, dijeron escuetamente desde el FMI, pero a mediano plazo Bulgaria afrontará problemas, así que no cabe ni siquiera pensar en un futuro color de rosa.
Según el FMI en los próximos varios años, el crecimiento económico se ralentizará al 2,5 %, por varias razones esenciales. La primera es que algunas reformas estructurales muy importantes no han empezado, o bien, no han sido concluidas y parecen olvidadas. La segunda se relaciona con los problemas cada vez más importantes que los empresarios afrontan a la hora de encontrar mano de obra cualificada. La educación no está al nivel indispensable y no es capaz de ofrecer la mano de obra que reclaman los empresarios. Además, la flor y nata de la mano de obra cualificada ya ha abandonado o está a punto de abandonar Bulgaria en pos de mejores condiciones de trabajo y de vida en el extranjero. Se quedan en Bulgaria los trabajadores de baja cualificación, sin motivación y de habilidades y competencias elementales. Otro problema que retrasará el crecimiento económico a corto plazo reside en el nivel de desarrollo desigual en las diferentes regiones de Bulgaria. Así hay regiones que son auténticos colosos económicos y, otras, en que los negocios se reducen al funcionamiento de la tiendecita de barrio de productos alimenticios. Todas estas disparidades van acompañadas por una economía sumergida enorme por sus escalas y poderío que no paga impuestos ni cotizaciones a la seguridad social y sanitaria.
Y, por último, como remate lógico de esta pirámide de problemas, hace acto de presencia la corrupción a todos los niveles de los poderes central y local, la cual desalienta y perjudica a los negocios honestos, distorsionando, además, en forma considerable, el funcionamiento de la libre competencia.
De que éste es un problema muy enmarañado y de ardua solución habla elocuentemente el hecho de que una nueva Ley Anticorrupción, en que se están cifrando grandes expectativas, lleva ya más de un año sin poder ser aprobada, debido a una colisión de intereses en el Parlamento búlgaro.
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