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Débora y David comparten alimentos, tiempo y caridad con personas ancianas

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Dar pábulo al alma del prójimo no siempre reclama desplegar esfuerzos considerables. Basta con abrirse al otro y, confiado, dar los primeros pasos.

Débora y David, extraordinarios, como sus nombres, ya han recorrido el tramo más abrupto del camino y saben que, cuando lleguen, tienen la puerta abierta. Cada semana los jóvenes llevan comida caliente a las personas del club de pensionistas en uno de los barrios de Sofía. Sin embargo, no es la comida lo más importante. “No se trata simplemente de pan, sino de una mesa compartida. No se trata sencillamente de un cazo de sopa, sino de un plato elaborado en un hogar doméstico, dicen los dos expresando su credo.

Son las cosas naturales que cada uno ha de hacer, tener a un grupo de personas o incluso a una persona sola a la que atender, dice Débora. Hemos elegido a esas personas de la tercera edad, es algo que sentimos como un llamado, algo que brota de nuestros corazones. De manera que de veras considero que toda persona debe dirigirse a otra alguna, arroparla, obsequiarla con cariño.

Cuando se pusieron por vez primera ante las personas ancianas, Débora Kovácheva y David Krumov leyeron en los ojos de éstas una necesidad única: la de que alguien fuera a conversar con ellas. Los acogieron con aplausos, abrazos, con palabras de agradecimiento, con sonrisas que rodaron por sus mejillas. Todos, tanto los jóvenes como los ancianos, se llevaron el primer recuerdo especial de una cita que no ha dejado de repetirse durante ya cinco meses.

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Hemos llamado nuestra iniciativa “una mesa compartida” porque en esa mesa en la que se ha puesto algo para comer, vamos compartiendo, básicamente, historias, vivencias y sueños,
dice Débora. A su vez, los pensionistas también comparten sus vivencias, recuerdos y sueños con nosotros y así fortalecemos su sensación de que realmente son personas importantes y de valía. Muchas de esas personas viven solas, algunas no tienen hijos ni nietos, mientras otras se han quedado solitarias por haber viajado sus descendientes a algún país extranjero. En un momento, de improviso, van a verlas personas jóvenes que comparten con la gente anciana no sólo su comida, sino también sus pensamientos y sentimientos. Para los pensionistas se trata de un tiempo especial pues necesitan no tanto de comida como de una persona capaz de atenderlos. Así que enfatizamos más en poder atender con el mayor tino posible a esas personas.

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Débora toca el arpa y cursa estudios en la Academia Nacional de Música, mientras que David estudia en la Academia Nacional de Arte Fílmico y Teatral. Se descubrieron unos años atrás. Aparentemente, para robustecer su fe en el amor eterno, lo han encontrado entre sus nuevos amigos.

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Hay una pareja de ancianos que juntos han cruzado por numerosas vicisitudes. Él actualmente no se siente bien, y ella sigue todavía en buen estado de salud y lo está cuidando. Los dos se profesan mutuamente mucho amor y respeto. Lo que han compartido con nosotros como una historia es de cómo
durante más de medio siglos siguen juntos, continúan apreciándose el uno al otro y apreciándose a sí mismos individualmente, dice Débora. Todo esto me ha impactado muy fuertemente porque por todos lados se nos dice que el amor es pasajero, que dura de la noche a la mañana, que luego uno encuentra a otra persona, etc. Sin embargo, nosotros como personas jóvenes confiamos en el amor eterno y verdadero, ese matrimonio de ancianos nos lo ha demostrado y nos ha alentado muchísimo.

Dice la Biblia que al final se nos juzgará por la caridad que hemos practicado. Es éste el don que llevan en sus corazones Débora y David, soñando con tener un amor eterno y con dejar una huella en alguna vida ajena.

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Los dos con David nos hemos criado en familias cristianas y se nos ha educado a tener fe y a hacer buenas obras
, dice Débora. Mis padres siempre me enseñaban diciendo: “Tiende una mano, no vivas por ti misma, sé la respuesta para alguien, ayuda”. Y no sólo me lo decían, sino también lo practicaban. Creciendo en tal entorno, me di cuenta en un momento de que, además de ello, yo no sabía hacer otra cosa. Y, ¿no es acaso esto tender una mano y ayudar, lo que cada uno deba hacer?

Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Archivo personal



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