La palabra “museo” no se asocia, desde hace ya mucho tiempo, a un edificio aburrido, colmado de colecciones más aburridas aún, de muestras recopiladas y conservadas a través de los siglos y transmitidas de generación a generación. Por cierto, las colecciones sigue ahí pero su presentación moderna se ha vuelto cada vez más actual, interesante y desenvuelta. El mundo de la ciencia se abre ante el visitante y enciende la chispa natural de la curiosidad y la sed del saber. Tal es precisamente el museo de la Abeja en Sofía que, sin embargo, no atrae por sus dimensiones y exquisitez y así, si existiera un concurso para elegir al museo más chico en el mundo, posiblemente este museo lo vaya a ganar.
El museo es una pequeña casita hecha de arcilla con la forma de una celdilla de panal. Esta casita museo de barro se sitúa en las inmediaciones de la boca de una de las estaciones centrales del metro de Sofía y se encuentra rodeada de una vegetación exuberante que también sirve de pasto de las abejas.
Del techo del pequeño recinto cuelga una colmena de arcilla, parecida a las que se usaban ya en el antiguo Egipto. En una de las partes se leen las palabras de Albert Einstein: “Si las abejas desaparecieran, a la humanidad le quedarían cuatro años de vida. Cuantas más sean las polinizaciones, más numerosas serán las plantas y, mayor será el número de los animales y de personas.
Petar Vulchovski, de la Asociación Biograd, o sea, Biociudad, de Sofía dice, refiriéndose a la idea de que los habitantes y visitantes de la capital búlgara puedan asomarse a la vida y conocer lo beneficiosas que son las abejas: Siendo una ONG nos dedicamos a la formación de estudiantes y niños en edad preescolar enseñándoles agricultura biológica urbana. Hemos habilitado ya varios jardines biológicos en escuelas, guarderías infantiles y también fuera de ellas. En las zonas en que trabajamos con los niños hay muchas abejas y los chiquillos les tienes miedo porque no las conocen. Éste es un tema importante, máxime cuando nuestro propósito es no permitir que los seres humanos se alejen de la naturaleza. Es importante para nosotros que la gente llegue a familiarizarse con la biodiversidad. Al comienzo decidimos montar una galería con fines educacionales en la que presentar todo lo relacionado con las abejas: los productos apícolas, el proceso de polinización, etc. Así, paulatinamente se fue gestando la idea de crear un Museo de la Abeja que es un proyecto en evolución. Pese a que el recinto no sea muy espacioso, en él se pueden impartir conferencias −de unos 40 a 50 minutos de duración− gracias a los carteles informativos en las paredes y la colmena transparente que hace visible todo lo que ocurre dentro de ella.
El ingeniero Ludmil Savov, apicultor avezado, opina que la existencia de las abejas es indispensable en las regiones de copiosa vegetación melífera pero también en las zonas urbanas, puesto que “la vegetación en los parques y los jardines también se debe polinizar”. Agrega, sin embargo que criar abejas en medio de una situación ecológica adversa es casi imposible porque las toxinas y venenos principales se acumulan en el polen y en el rocío de los que absorben agua. Las abejas tienen la capacidad de filtrar el néctar haciéndolo así inofensivo pero esto provoca la reducción en varios días de su vida, cuya duración, en los meses de verano es de unos 35 días y, de varios meses, en invierno.
Mladen Kotlarski, redactor jefe del periódico “Pchela”, en español abeja, considera que, como un primer paso, la idea sobre el museo ha sido viable y prometedora, si bien agrega que la misma podría desembocar en un museo más extenso dedicado a la abeja ya que actualmente brillan por su ausencia numerosos artículos característicos de la apicultura. Hay más y es que Bulgaria es país líder en este ramo en nuestra región, concluye.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: Museo de la Abeja
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