Cada persona tiene un arte que le gusta, le proporciona gratas emociones y la hace sentirse inspirada. Para algunos es la pintura, para otros la música o el cine. El deseo de conocer incita a todo aficionado a preguntarse qué es lo que hay en la salita de proyecciones de un cine o en los depósitos subterráneos de los museos.
Hoy les llevaré a un lugar así, el laboratorio de la Galería Nacional de Bellas Artes de Sofía. Ahí me entrevisté con la restauradora en jefe Polina Troyanova, quien habló de la magia en su trabajo y de la esencia de éste.
Nuestro trabajo exige mucha paciencia, serenidad y tiempo. Lo más importante es que uno sienta cariño y respeto por las obras de arte. El restaurador tiene que amar el arte y querer conservarlo. Tiene que pensar en el futuro. Nosotros trabajamos con el pasado con la mirada puesta en el futuro.
Y ciertamente el entusiasmo y la serenidad con que Polina cuenta sobre su trabajo indican bien claro su verdadero amor por el arte. Pero, ¿cómo empezó su camino en la actividad de restauración?
Mi camino fue largo. Primero estudié en la Escuela Media de Artes Plásticas, luego en la Escuela Superior de Bellas Artes, para continuar con una formación en restauración específicamente. Todo fue de la forma más natural, es un trabajo que va muy bien con mi manera de ser. Siempre he querido ver algo más grande que yo, algo más importante, y no hay nada más grande o más importante que el arte. Es el que trae consigo la cultura, lo contiene todo. Si puede permanecer en un futuro y las generaciones venideras pueden gozar de él será realmente maravilloso.
Lo mejor que le puede ocurrir a uno es que su pasión se convierta en su profesión. Dice Polina que lo más agradable en su día de trabajo son los momentos cuando pierde la noción del tiempo, entregada de lleno a la restauración de una obra. Compara este sentimiento con la meditación. Pero, ¿cómo puede estar siempre segura de que va por el buen camino?, ¿hay momentos en que duda?
Hay momentos así, pero los ayudamos. La restauración es un “deporte de equipo”, uno no puede con todo solo. Se necesitan obligatoriamente por lo menos 4 manos y 4 ojos. Cada obra ha de examinarse como mínimo desde dos ángulos distintos: por una persona más experimentada y por otra más joven, de una mente más despejada.
Estyá claro que cara obra pide que se le dediquen atención y tiempo diferentes. ¿De qué depende el tiempo que debamos dedicarle a la restauración de una obra de arte determinada?
En estos momentos estamos trabajando en una exposición de antigüedades que tiene por comisario a Dorotea Sokolova. Lo estamos haciendo desde hace más de medio año con unas 160 obras. Cada una de ellas necesita una atención distinta. Con algunas se trabaja meses, con otras unos pocos días. Depende antes que nada del estado en que se encuentran.
Este otoño los talleres de la Galería Nacional abren sus puertas al público. La iniciativa es del departamento de Programas y Proyectos Formativos y pretende dar a conocer tanto a los aficionados más jóvenes, como a los visitantes crecidos del museo la magia de la restauración. El proyecto incluye un recorrido con un restaurador quien explica la labor que hace junto con sus compañeros, así como los diferentes tipos de maderas y los instrumentos que se usan en el proceso de trabajo. Los visitantes serán testigos de numerosas demostraciones en el propio lugar y conocerán personalmente a los sanadores de cuadros. Asistirán a la magia del trabajo en el museo.
Versión al español por María Páchkova
Fotos: Luisa Lázarova
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