Pasadas las Pascuas de Resurrección, una de las festividades cristianas más respetadas es la de San Jorge el Vencedor. Vivió en una dura época para el cristianismo, a finales del s. III y principios del s. IV, cunado los creyentes fueron perseguidos y torturados por el emperador Diocleciano (284-305). San Jorge tenía apenas 20 años pero poseía todo lo que anhelaban las personas de aquel tiempo –una posición importante en las tropas del emperador, ser miembro del Consejo de Estado, tener riqueza–. Cuando comenzaron las persecuciones más violentas contra los cristianos, él renunció a su digno puesto repartiendo a los pobres todo lo que le pertenecía. Dejando entrar a Dios en su vida emprendió el camino de la defensa de la fe cristiana – ¡por la verdad que es el propio Cristo! Gran Mártir y al mismo tiempo Vencedor porque mediante el martirio se ha convertido en inmortal. Sobre el sufrimiento, la salvación y la victoria conversamos con el hieromonje Climent del Monasterio de Jablian “San Juan Predicador”:
San Jorge es uno de los primeros mártires que luchó por la fe cristiana. Sus sufrimientos fueron muy duros. Las torturas que tuvo que soportar fueron crueles. Un Gran Mártir es aquel que ha aceptado y ha soportado las duras torturas, y así, quedó glorificado por Dios como santo. Y en los momentos de este sufrimiento, que para el actual cristiano es impensable, Dios se le apareció diciéndole: “Yo estoy contigo. No te desanimes”. Jorge sabía que la corona de la gloria lo estaba esperando en el Reino de Diosl. Vencedor, porque venció. En la vida espiritual seguimos el ejemplo de nuestro Salvador –Jesucristo–. Él llegó a la tierra para traer nuevas leyes, un nuevo reino, es decir, una nueva vida, una nueva forma de pensar. La gente lo golpeaba, lo crucificó, él murió, lo sepultaron. Dios sufrió para vencer y él venció al resucitar. Así que San Jorge y los mártires que recorrieron este camino son vencedores. Ellos no vencen aquí en la tierra, son vencedores en el Reino de Dios.
Según la haigiografía, San Jorge fue decapitado el 23 de abril junto con la esposa del emperador Diocleciano –Alejandra–, la que también creyó en Dios. En un artículo del año 2017, el Prof. Dr. Jristo Temelski escribe que a San Jorge se le veneraba el 23 de abril pero con la implementación del calendario gregoriano la fecha se movió. Esto condujo al cambio de las fechas de las fiestas religiosas móviles y el Día de San Jorge empezó a festejarse el 6 de mayo. En 1967 el Santo Sínodo decidió que las fiestas fijas se festejen respetando el Menaion. De 1969 a 1976 la fecha es el 23 de abril y en el calendario de 1977 es el 6 de mayo. Con respecto a esto, el hieromonje Climent dice:
Los sacerdotes preparan la misa de San Jorge, según el Menaion, para el 23 de abril. No podemos fijar de nuevo los días ya establecidos para venerar a los santos. La intromisión del ser humano interrumpe el nexo entre la iglesia divina y la terrenal. La terrenal puede festejar algo determinado, pero ¿lo festejará la divina?
¿Qué nos enseña la vida de San Jorge, el que renunció a todo en nombre de la fe?
A hacer una auténtica proeza. Sin que le importaran las persecuciones, él sin miedo declaraba su pertenencia al cristianismo. No aceptaba hacer reverencias y sacrificios a ídolos. Se sacrificaba y era servidor únicamente de Dios. En el Evangelio dice que nadie puede servir a dos señores. Esto es un ejemplo de que debemos respetar y vivir según la fe que llevamos en nuestras almas.
¿Cómo vive el cristiano de hoy – como vencedor o como perdedor?
Esto depende de uno mismo. Si respetamos las leyes de Dios y lo escrito en nuestras almas, porque cada uno de nosotros sabe qué es el bien y qué es el mal; si hacemos bien somos vencedores, eso significa que estamos luchando contra el mal y nos parecemos a San Jorge.
¿El mundo necesita a los Vencedores en nombre de la justicia y la verdad?
El primer Vencedor que enarboló esta bandera es Jesucristo. Dios siendo Creador de todo el Universo, de las personas, llevó a Su Hijo hasta su obra para entregarle aquella libertad que él estaba esperando. Dios nos ha dado el ejemplo de que para alcanzar aquella perfección que ha depositado en nosotros al crearnos debemos luchar. Fuimos creados por dos naturalezas –una inmortal y la otra mortal–, que es la imagen de Dios en nosotros. Y con esta lucha interna debemos determinar qué elegir. La vida humana es corta. Luego viene la eternidad. Durante este período temporal debemos decidir cuál será nuestro destino eterno.
Versión en español por Ludmila Sávova
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