En la granja de Vera y Víctor se recibe a los huéspedes con gran alboroto, ruido de pisadas y en tropel. No podría ser de otro modo, ya que los animales más felices del mundo se abalanzan para prodigar su afecto.
Hace 15 años, en el pueblo de Hotnitsa, el matrimonio fundó su propia granja para albergar a animales de cuatro patas con una vida dura: un cordero cojo rechazado, un burro terco de camino al matadero... Actualmente en la granja corretean libremente conejos, carneros, corderos, pavos, perros, burros y cerdos, que esperan impacientes a los niños y sus padres que vienen por una hora o dos para compartir su mundo tan bienintencionado y alegre.
El 90 % de nuestros animales los criamos desde pequeños dentro de la casa, con pañales y con noches sin dormir, y por eso me consideran su madre, explica Vera Trendafilova. Soy una Mamá Oveja, Mamá Vaca, Mamá Cabra, etc. El progenitor es la principal autoridad en la vida de un niño, y por lo tanto es él quien define su mundo. Y a mis “niños” les digo que la felicidad está en todas partes, que la gente es buena y amable, que el sol siempre brilla, y claramente les he "mentido" bien.
Como nuestros animales viven en armonía y no están atados, cuando llega un huésped a menudo le muestran hospitalidad y expansividad. Les hurgan los bolsillos, piden caricias, les frotan la cabeza a los niños. Y la gente se divierte constantemente con el espectáculo y se siente realmente feliz.
Además de ponerles nombres a todos los animales, Vera y Víctor les dan la oportunidad de mostrar todo su potencial, personalidad y carácter. Y es maravilloso que en una mañana lluviosa se sienten juntos en el granero para escuchar su libro favorito, "El Hobbit".
Sin embargo, un día el caballo Bingo sufrió un cólico severo, y hasta que llegó el médico se ocupó de él un amigo de cuatro patas que de algún modo se autoadjudicó la misión.
Por alguna razón, al perro le gustaba el caballo y no se separó de su lado, cuenta Vera Trendafilova. Y cuando Bingo agonizaba entre terribles dolores y parecía que ya se nos iba, el perro salió de la nada, ladrando y saltando sobre su cabeza para que se pusiera en pie. Porque en caso de cólicos el caballo debe moverse, de lo contrario puede morir. Donde iba Bingo, allá iba el perro, así que lo llamamos Shadow, “la sombra de Bingo”.Y cuando el caballo se recuperó, lo atamos con una cuerda de 10 metros a un árbol y tratamos de hacerle caminar constantemente. Luego, incrédula, vi a Shadow agarrar el extremo de la cuerda y tratar de llevar a Bingo: con una rama caída lo azuzaba para que se moviera. Eso para mí fue un auténtico milagro que nunca olvidaré.
Vera cree que se necesitan investigaciones serias sobre la inteligencia animal. Y para apoyarlo, cita unas palabras que ha leído: no están debajo de nosotros, sino que son nuestros compañeros, con quienes avanzamos juntos por el esplendor y el dolor de la Tierra.
Versión en español por Marta Ros
Fotos: Archivo personal
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