Los instrumentos musicales han sido sus juguetes durante la niñez y hasta hoy en día se siente entusiasmado con todos los instrumentos electrónicos en la música. Valentín Lazar, compositor y profesor en una escuela de Tel Aviv, autor de un manual sobre sintetizadores, procura seguir creando movido por la seguridad de estar dando lo mejor de sí.
Se cumplen este año 45 años de la creación del primer estudio para música electrónica en Bulgaria, que sucedió en 1974 en Radio Nacional de Bulgaria. Los directivos a la sazón respaldaron la idea de Simo Lazarov, hombre recién contratado por la emisora, de habilitar un tal estudio dotado con los equipos más avanzados para la época. Lazarov tenía la propensión de improvisar y componer en un estilo completamente novedoso para aquella época: el de la música electrónica asistida por ordenador. Simo Lazarov se crió en la familia de un violinista y director musical y comenzó a tocar piano ya a la edad de 5 años. Ha corrido idéntica suerte su hijo, Valentín Lazar, cuya infancia ha transcurrido íntegramente con la influencia y los consejos de su padre a los que se atiene hasta hoy en día. De niño, Valentín aguardaba con impaciencia los días en que iba a la sede de Radio Nacional de Bulgaria en compañía de su progenitor.
Desde mi más tierna edad he ido acompañando a mi padre, Simo Lazarov, en sus conciertos y en todas las cosas a que se dedicaba. Él me introdujo en aquel ambiente cuando yo tenía unos 6 o 7 años de edad. Recuerdo que las reuniones con sus colegas músicos me resultaban sumamente interesantes y agradables. De Radio Nacional de Bulgaria y del estudio para música electrónica ha calado hondo en mi memoria el descomunal sintetizador “Sinti 100”, tan grande como una pared, plagado de centenares de potenciómetros y botones para la reproducción del sonido. Para conseguir aquella sonoridad se necesitaban varios días.
A la edad de 15 años, Valentín Lazar obtuvo una beca que le ofreció la posibilidad de viajar a formarse en Israel. Se fue a ese país pero nunca ha olvidado el consejo paterno de que todo lo que aprendas, procura olvidarlo después, para seguir creando movido por un instinto primitivo. Aquellas palabras son un recordatorio de que mientras más sabe uno en determinada esfera, más va perdiendo su motivación para experimentar. Sin embargo, los días anteriores a la audición, Valentín los recordó con algo que ante sus ojos parece bastante más imponente.
Asocio esta historia con un concierto, el 13 de diciembre de 1991 en la plaza delante del Palacio Nacional de Cultura. En él mi padre hizo un concierto grandioso, “Navidad en el cielo”, al que asistió numeroso público, hubo luces de láser, fuegos artificiales y…un frío increíblemente duro. Todos los esfuerzos en los varios meses anteriores se habían invertido en organizar aquel concierto y, al día siguiente, tenía que presentarme al examen para obtener la beca.
Llegado a Israel, sin dominar el hebreo, Valentín comenzó a frecuentar una escuela de estudio acelerado de ciencias informáticas y también se apuntó a un curso especializado de hebreo. Tuvo la necesidad de aprender con rapidez en unos 3 a 4 meses el idioma, ya que en el grupo en que estudiaba se hablaba únicamente hebreo. Al concluir su período de becario retornó a Bulgaria para estudiar y terminar estudios de Pedagogía Musical en la Universidad de Sofía “San Clemente de Ohrid y de Composición musical por ordenador y diseño de sonido en la Nueva Universidad Búlgara.
Hoy, Valentín Lazar reside en Tel Aviv, ciudad en que es dueño de un estudio musical. Aparte de como compositor se desempeña como maestro en una escuela primaria. Opina que los alumnos con los cuales se reúne cada semana son los mejores críticos. Es que cuando algo les desagrada, o bien, pierden el interés en ello, los niños lo demuestran enseguida.
Respecto a la comunidad búlgara, Valentín confiesa que mantiene contactos con amigos suyos de Sofía que emigraron a Israel pero agrega que en ese país ha encontrado asimismo a otros muchos. El vínculo entre Israel y Bulgaria es bastante recio y esto me alegra sobremanera. Muchos grupos búlgaros llegan a actuar acá y hay también músicos israelíes que visitan Bulgaria. No he roto el contacto con Bulgaria a través de los años. Mi contactos se sitúan más bien en el plano de mis amistades pero me alegraría verlos transformados un día en profesionales, concluye Valentín Lazar.
Versión en español por Mijail Mijailov
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