En el pasado, la ciudad de Sámokov, en el suroeste de Bulgaria, era conocida como un centro de cultura y educación, y también de insignes iconógrafos. Sin embargo, el principal impulso para su desarrollo se lo dio la industria de la minería del hierro conocida en la zona desde mediados del primer milenio antes de Cristo. El hierro era apreciado porque no se oxidaba, y era muy solicitado para hacer anclas, herramientas y armas. Esto lo convertía en un producto costoso, y en su fabricación estaba involucrada toda la población masculina de la localidad, que obtenía buenos ingresos.
Dondequiera que haya medios y circulación del dinero, surgen condiciones para el desarrollo de la cultura espiritual y de las artesanías, así como para la prosperidad. Esto también determina el florecimiento de las poblaciones –dice Veselín Jadzhiánguelov, director del Museo de Historia de Sámokov– . La ciudad de Sámokov se ubica en una encrucijada donde se mezclan varios grupos étnicos con diferentes culturas y tradiciones.
La religión también ha influido en el desarrollo de la región; han sido descubiertas más de una docena de iglesias paleocristianas fechadas entre los siglos IV y VI. La ciudad es uno de los grandes centros monacales de Bulgaria. En los siglos XVII al XVIII, toda la zona entró a formar parte del área del llamado Pequeño Monte Athos de Sofía. La hermandad monástica, que construía iglesias y cenobios en las montañas de Vítosha, Plana, Verila y Rila, contribuyó al desarrollo general de la comarca. Las premisas primordiales que favorecieron la transformación de la ciudad en un centro espiritual y cultural, fueron, por un lado, el auge del cristianismo, que en el contexto de la dominación otomana fue el factor principal para preservar la identidad y la fe de los búlgaros, y, por otro lado, las buenas oportunidades económicas.
De 1557 a 1907, Sámokov fue el centro de una diócesis, que desempeñó un papel importante para la preservación de la lengua y el espíritu búlgaros. A aquella época se remontan las cinco iglesias existentes en la ciudad. La prosperidad predeterminó, asimismo, el desarrollo de la labor educativa. A la ciudad llegaron los primeros maestros ilustrados: el monje Neofit Rilski (Neófito de Rila), nacido como Nikola Poppetrov Benin, quien era, además, secretario del metropolitano, la revolucionaria Nedela Karaivanova, el autor de manuales y libros literarios Zajariy Krusha, Dimítar Blagóev, con aportación en la esfera de la metodología para la enseñanza de la lectura y la escritura.
A finales del siglo XVIII fue fundada la escuela pictórica de Sámokov, cuyo precursor es Jristo Dimitrov, progenitor del linaje de iconógrafos Dospeyski y padre de Zajariy Zograf, el primer pintor secular búlgaro. Durante el período comprendido entre 1858 y 1923, se conocen alrededor de un centenar de artistas, la mayoría de los cuales pintores de iconos. Algunas de sus obras se conservan en Moscú, Jerusalén y el Monte Athos.
Otra ilustre familia de artistas de esta misma escuela es la de los Dospevski. Uno de sus representantes, Stanislav Dospevski, es el primer pintor búlgaro con formación académica. El fundador del linaje de Obrazopisov, Iván, es el autor del primer retrato de la época del Renacimiento Nacional Búlgaro.
Los artistas de Samokov viajaban mucho y se ralacionaban con otros pintores e iconógrafos. Además trabajaban en iglesias y monasterios de Serbia, Macedonia y el Monte Athos. El Museo de Historia de Sámokov atesora parte del archivo de Zajariy Zograf y Nikola Obrazopisov, que contiene notas sobre su método de trabajar.
Sámokov es también la cuna de la primera imprenta en este país.
En 1828, Nikola Karástoyanov importó ilegalmente a Bulgaria una imprenta que adquirió en Serbia –explica Veselín Jadzhiánguelov– . En aquel entonces, las imprentas sólo podían operar si tenían la autorización del sultán. Se conservan cartas que evidencian que Nikola y su hijo Anastás intentaron obtener esta autorización, pero nunca lo consiguieron. A pesar de ello, publicaron unos 30 libros y una gran cantidad de estampas de iconos. Si bien el padre es el primer tipógrafo profesional del país, el hijo es el primer fotógrafo profesional búlgaro. Viajando a Serbia por negocios de la imprenta, se inició allí en los secretos de la fotografía y abrió varios estudios fotográficos. Se convirtió en fotógrafo de la corte, además es el autor de las imágenes más conocidas de activistas y revolucionarios destacados del pasado reciente de Bulgaria.
Versión en español de Daniela Radíchkova
Foto: bg.wikipedia.org
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