El pasado jueves, 28 de noviembre, la escritora y poetisa mexicana Myriam Moscona impartió en la Sinagoga de Sofía una conferencia sobre el tema “El judeoespañol: una lengua secreta bajo el español contemporáneo”.
De origen búlgaro sefardí, Moscona fue invitada a Bulgaria por el Instituto Cervantes de Sofía, con la cooperación del Departamento de Estudios Hispánicos y Lusófonos de la Facultad de Lenguas Clásicas y Modernas de la Universidad de Sofía "San Clemente de Ohrid" y “Shalom”, la Organización de los Judíos en Bulgaria.
Los judíos sefardíes vivieron en España hasta finales del siglo XV, cuando los que rechazaron convertirse al catolicismo fueron expulsados del país. Se diseminaron por Europa y un buen número de ellos se establecieron en Bulgaria. A pesar de los cinco siglos transcurridos, los judíos sefardíes han logrado conservar su lengua, conocida como “ladino” o "judeoespañol”.
La obra más reciente de Myriam Moscona es una novela titulada “Tela de Sevoya” (“saboya” significa cebolla en ladino). Está escrita en español y ladino y en ella la autora relata sus recuerdos de Bulgaria, su emigración a México y su primer viaje al país de sus ancestros. No puedo ocultar la emoción que me inunda al volver a Bulgaria −empieza la sra. Moscona− . La primera vez que vine no sabía que iba a escribir "Tela de sevoya". Este es mi primer libro narrativo y tiene a México y a Bulgaria como sus dos escenarios principales. Bulgaria, mi amada Bulgaria, existe en mi imaginación desde que soy niña. Soy hija de padres búlgaros y nieta de tres abuelos búlgaros.
Los padres de Myriam Moscona, oriundos de Sofía y Plovdiv, se trasladaron a México en los años 40. Ella narra con mucho salero lo que sin duda es la anécdota estrella del viaje: el avión tuvo que hacer una escala imprevista en Bahamas para que su madre diera a luz a su hermano. La escritora también explica que de pequeña sus padres utilizaban el búlgaro como “lengua secreta” para hablar sin que sus hijos se enteraran. Hoy mi nivel de búlgaro es quizá el de un niño de 20 meses. (...) Cuando era pequeña solo la gente mayor hablaba búlgaro.
Mi madre estudió en el colegio americano de Sofía, que aún existe, y en el conservatorio de Sofía. Era cantante de ópera, contralto, y por su profesión hablaba varios idiomas. Mi padre era de Plovdiv y estudió en Bulgaria y en Estambul. Cuando empecé a escribir "Tela de seboya" averigüé que gracias a la resistencia del pueblo búlgaro, él pudo bajar del tren que lo iba a llevar a Polonia (a los campos de exterminio) y gracias a ello estoy aquí hoy.
La escritora terminó la conferencia manifestando su alegría por que en Bulgaria exista un “club del ladino” en el que aún se utiliza ese idioma, si bien sus integrantes son todos gente mayor y los jóvenes ya no lo hablan.
(Fotos: Marta Ros)
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