Tras la liberación de la dominación otomana (1878) los ritos de Navidad y Año Nuevo en Bulgaria comenzaron a europeizarse. Las ambiciones de las figuras más notables del flamante Principado y, posteriormente, de la corte y de los gobernantes búlgaros, abrazaron la idea de que todo en este país fuera como en Europa. El árbol de Navidad se convirtió en uno de los símbolos más importantes y queridos. Según diversas fuentes, el primer árbol de Navidad fue adornado en Bulgaria el 23 de diciembre de 1877 por los oficiales rusos y el general Gurko.
Sin embargo la princesa verde del bosque brilló en Sofía por primera vez con auténtico esplendor navideño en 1879 suscitando gran entusiasmo –comenta Todorka Nédeva del Museo Regional de Historia de Veliko Tárnovo–. El árbol de Navidad afirmó su presencia en la atmósfera festiva del país gracias a la princesa Clementina (madre del príncipe Ferdinand o Fernando). En una espléndida fiesta palaciega organizada para los alumnos de las escuelas capitalinas fue decorado un enorme abeto. Durante el día los niños no se atrevían siquiera a pestañear, tan impactante resultaba para ellos el mágico árbol.
Es poco conocido el hecho de que el primer gran árbol navideño privado en la capital búlgara fue obra del eminente estadista y político Stefan Stambolov. Fue adornado con guirnaldas, bolas de cristal y juguetes brillantes. Al término de la recepción personal ofrecida por el estadista, los invitados fueron alentados a llevarse un juguete de la decoración del árbol de Navidad como recuerdo del acto a que habían asistido. Y si bien en Sofía Stefan Stamobolov dio el tono para europeizar la celebración de Navidad en el hogar ya a finales del siglo XIX, hay que reconocer que el árbol de Navidad ganó terreno en la vida urbana relativamente tarde: hacia los años 20 del siglo pasado.
Inicialmente los búlgaros decoraban los arbolitos de navidad con manzanas, nueces, palomitas de maíz y guirnaldas hechas de papel de colores. Más tarde en el mercado aparecieron juegos de juguetes navideños de cristal importados. Costaban 10, 12 y hasta 100 levas los más lujosos. A título de comparación hay que decir que en aquella época el mínimo vital de subsistencia en Veliko Tárnovo era de aproximadamente 30 levas al mes, puntualiza Todorka Nédeva.
Los bailes de Año Nuevo, con un exquisito menú y elegante vestimenta importada del exterior por las damas y señores acomodados también eran elemento del encanto festivo y de la moda europea al celebrar la Navidad y el Año Nuevo.
En el invierno de 1880 el príncipe Alejandro de Battenberg organizó el primer baile europeo en Bulgaria, que la prensa periódica llamó “fiesta vespertina con bailes”–comenta Todorka Nédeva–. Presenciaron esta nueva forma de entretenimiento en la vida y los usos de los búlgaros 116 invitados selectos entre representantes de otros Estados, estadistas nacionales, oficiales jóvenes, encumbrados funcionarios del gobierno del Principado. La vestimenta de las 23 damas que asistieron no se caracterizó por especial estilo ni elegancia. Algunas incluso vestían simples trajes de lana que nada tenían de común con la fineza europea. En los años siguientes los bailes palaciegos se afirmaron en la vida de la nueva Bulgaria, acercándose poco a poco al exquisito estilo y lujo de los actos sociales de esta índole en las cortes europeas.
Una de las costumbres navideñas favoritas era el envío de tarjetas de felicitación con votos de fuerte salud, felicidad y amor. Era cuestión de honor, prestigio y suerte no solo para la crema y nata de la sociedad sino también para la gente llana adornar el hogar en la noche de paz y amor de la Navidad con los “preciosos dibujos” como llamaban a la sazón las tarjetas postales.
Es impresionante la diversidad de las tarjetas postales a comienzos del siglo pasado. Casi todas eran impresas en el extranjero, algunas incluso estaban dibujadas a mano, elaboradas de seda u otra tela fina y generosamente polvoreadas con polvo de oro y plata. En los primeros años después de la Liberación Nacional los votos se escribían en la cara de la tarjeta; el reverso estaba reservado para la dirección. En los años 30 y 40 del siglo pasado el interés por las tarjetas de Navidad y Año Nuevo amainó porque se fue imponiendo la moda de las tarjetas de visita y la práctica, sobre todo entre los representantes de la élite artística e intelectual, de obsequiar sus tarjetas de visita a familiares, amigos y conocidos para felicitarles con motivo de las fiestas.
Un elemento obligado de la magia de Navidad y Año Nuevo eran los “juguetes de fuego” en el cielo, como llamaban entonces los fuegos artificiales, y, desde luego, los regalos para los niños.
Los regalos más habituales para las niñas eran las muñecas, que las familias adineradas solían pedir del extranjero. A los varoncitos se solían regalar pelotas o caballitos de madera. Es instructivo saber que los búlgaros solían obsequiar a sus hijos libros de versos y cuentos infantiles, educando de tal manera en los pequeños el gusto y el amor por la literatura búlgara, porque los libros regalados eran en su mayoría de autores búlgaros. Así los padres asociaban la Navidad con la ilustración y la cultura, concluye diciendo Todorka Nédeva.
También hoy el búlgaro nunca olvida poner en Navidad al pie del árbol navideño al menos un nuevo juguete porque se cree que esto trae buena salud y suerte.
Versión en español de Raina Petkova
Fotos: Museo de Historia de Veliko Tarnovo; collage de fotos: Mijail Dimitrov
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