Una buena bicicleta, comida, hamaca y una mochila. Hay gente que no necesita nada más para lanzarse a una larga travesía en la montaña. Lo que es invisible para los ojos son el gran entusiasmo, la curiosidad y el cariño por el monte y sus moradores. Es lo que ha dado fuerzas a un viajero búlgaro joven en su objetivo de recorrer en solitario la ruta turística peatonal más larga de Bulgaria.
Se ha dado en llamar el tramo montañoso desde el pico Kom hasta el cabo Emine "La ruta de la Amistad". Se trata, prácticamente, del tramo final de la ruta turística europea E3, que enlaza el Adriático con el mar Negro. La distancia entre los puntos inicial y final, entre el pico Kom, en proximidad a la frontera de Bulgaria con Serbia, y el punto extremo oriental de la Cordillera Balcánica, el cabo Emine, es de 700 kilómetros aproximadamente, y puede ser recorrida en unos 20 o 30 días, en función de la época del año. Forman un desafío para los senderistas el centenar de picos de la Cordillera por los que hay que cruzar y el acentuado desnivel del terreno. Además de para travesías peatonales, el trayecto que discurre por la cresta de la Cordillera Balcánica se utiliza para competiciones fuera de la carretera.
Esta travesía era un sueño mío, dice Daniel Ovcharov, montañero joven de la ciudad de Zlatitsa, en el oeste de Bulgaria. En el verano de 2019, Daniel consiguió recorrer el legendario trayecto, transformado en prueba propia personal suya de su capacidad de resistencia y supervivencia en medio de la naturaleza. La idea de hacerlo se le ocurrió de manera espontánea, y los preparativos para el recorrido eran improvisados. Por el tiempo que había pasado anteriormente en el regazo del monte, Daniel ya sabía que las condiciones atmosféricas en la montaña cambiaban continuamente y que uno sólo podía apostar por sus habilidades e instintos.
Suman decenas los aficionados a las vivencias extremas que hayan transitado por esta “ruta de la amistad”, pero para Daniel este camino le conduce a sí mismo.
Puedes experimentar en un lugar, en un momento, todas las emociones de que eres capaz, empezando por el miedo para llegar a los arrebatos de admiración y cariño. En la montaña, se apodera de uno de manera auténtica la sensación de libertad y la disfrutas cual un niño, la captas con todos tus sentidos −dice Daniel− . Yo mismo elegí la forma para llegar al punto de partida, lo hice con la bici metida en el maletero. Llegué al puerto de montaña de Petroján y de ahí, en un par de horas llegué al pico de Kom, punto de partida para la travesía. Ya anochecía y pernocté al pie de esa cumbre, sobre la franja boscosa, a 2,100 metros de altura sobre el nivel del mar. Se trata de una zona serrana casi virgen. Aquella misma noche ví cerca a unas corzas y lo consideré como una buena señal para el comienzo del recorrido. Dormí en una hamaca que había colgado entre dos árboles, pero hacía mucho frío. Al día siguiente, al salir el sol inicié mi camino trepando por el trayecto marcado. Existe la tradición de que cuando subas al pico Kom recojas una piedrecilla que lleves encima durante todo el recorrido y, al divisar el mar, tirarla deseándote algo. Así lo hice. Los primeros días iba pletórico de energía y adrenalina, pero me extravié del camino desviándome en 1 000 metros, que luego tuve que volver a escalar. Es algo que te quita tiempo y energías, pero no hubo momento alguno en que se me ocurriera desistir del empeño.
Comida, cobijo, calor. Todo esto uno lo tiene que conseguir solo en el monte, valiéndose de lo que tiene a mano.
Es algo que le enriquece a uno tanto en lo emocional como en el plano práctico −comenta Daniel− . Planeaba hacer el recorrido en 15 días, pero por los desvíos en el trayecto, las cosas se complicaron. De hecho, recorrí un centenar de kilómetros más. El 60% del recorrido se puede hacer en bicicleta, pero hay tramos en los que ésta se transforma en equipaje. También hay tramos extremos en los que hay gran riesgo de que te despeñes. Lo más duro en el recorrido aparece en la zona próxima al pico de Botev, de 2,376 metros. En esa zona están las cumbres más altas de la Cordillera Balcánica. Hace mucho frío en la cresta de la montaña. Tuve que pasar algunas noches en vela, pero, en cambio, hice más de 6,000 fotos de la naturaleza y de los animales con los que me topé en estos 21 días de la travesía. Me ponía en camino a eso de las 05:30 de la madrugada, y por la tarde a menudo de desarrollan tormentas en la montaña. En algunos trechos vas recorriendo kilómetros seguidos sin encontrar agua. Cualquier cosa cobra una gran valía en la montaña. No les tengo miedo a los animales salvajes; si no les molestas ni se te acercan. Los humanos, en cambio, somos más peligrosos e imprevisibles.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos proporcionadas por Daniel Ovcharov
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