La gaita es un instrumento tradicional no solo de los Balcanes, sino también de otros confines de Europa. En Bulgaria se tocan dos tipos de gaita, los llamados dzhurá y kabá, y la montaña Ródope, al sur del país, es conocida por su gaita kabá, que se caracteriza por su tono bajo y por ser típica únicamente de esta región. Es de hecho el instrumento que los búlgaros sienten como nacional suyo, porque su sonido eriza la piel y a veces sus melodías lentas que vuelan sobre las cumbres rodopianas hacen brotar lágrimas.
En la ciudad serrana de Chepelare vive y trabaja el conocido maestro de gaitas Ilía Úchikov, quien ha dejado un pedacito de su alma en decenas de sonoras gaitas kabá. En su taller reina el caos de la creación, pero ahí es donde él encuentra con facilidad todo lo necesario para el montaje deuna gaita. Lo cual ciertamente pide su tiempo, reconoce Ilía Úchikov en entrevista con la emisora regional de Radio Nacional de Bulgaria en Kárdzhali. A menudo recibe encargos por teléfono para hacer una gaita, pero él afirma que la gaita se hace a medida, como una prenda de vestir.
“Tengo que ver a la persona que la va a tocar, para saber lo grande que debo hacerla: si es para un niño o una persona mayor, y después adaptarlo todo”, dice Ilía Úchikov.
Pero últimamente se hace cada vez más difícil encontrar los materiales adecuados para elaborar este antiguo instrumento. ¿Qué se necesita?
“Piel de cabra o de cabrito, las demás se rompen, no resisten, sirven hasta una semana o dos, puede que hasta un mes, pero luego se rompen como papel mojado −explica el gaitero artesano− . Pero ésta es elástica y no deja salir el aire por los poros. Lo bueno es que recorro los pueblos y tengo relación con cabreros y pastores; así puedo encontrar material todavía. Los cuernos son los más difíciles de encontrar, pero por ahora tengo. Hoy es complicado encontrar cuernos de buey, porque ya no hay bueyes, nadie cría bueyes.
Hay gente que cree que si me trae la piel, la gaita ya está lista. Pues no. Lo que suena son las maderas. El puntero (el tubo perforado) es el alma de la gaita”.
A menudo también pasan por el taller gaiteros para que les revise el instrumento. El maestro de Chepelare presume de que sus gaitas suenan por los cuatro confines del planeta.
“Sé dónde ha ido a parar cada gaita, conozco a todas las personas que tocan gaitas mías, las apunto desde el propio inicio. No las he ido contando, pero son más de 200 con toda seguridad. Tengo gaitas por el mundo entero, literalmente: en Australia, América del Sur, América del Norte, toda Europa… Puedo decir muy orgulloso que a mis gaitas les falta sólo llegar a los dos polos. Un compatriota nuestro, el gaitero de renombre internacional Iván Varimezov, por ejemplo, también toca una gaita mía.”
Ilía Úchikov prepara a gaiteros desde hace 22 años. Enseña a los niños en la casa local de cultura. Y le gustaría mucho que alguno de los pupilos heredara su oficio.
En su pequeño taller en Chepelare recibe a menudo a numerosos turistas llenos de curiosidad. Así que si pasan ustedes por esa villa rodopiana, habiendo visitado el Museo de los Esquís, no dejen de entrar en la casa de cultura para conocer el rincón de la patria chica y preguntar por el taller del gaitero Ilía Úchikov.
Fotos: Anguel Nikolov y Bozhidar Cholakov
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