Formados en el conocimiento moderno de las universidades europeas, los farmacéuticos diplomados de las tierras búlgaras dirigían la mirada también a los recetarios de antaño. Y mientras en el s. XIX colocaban las bases de la ciencia farmacológica, seguían confiando en los dones de la naturaleza: hierbas medicinales, minerales, grasas naturales.
En 1872, el doctor Sotir Antoniadi, egresado de la Universidad de  Viena, inauguró una de las primeras farmacias en Plovdiv. En los bajos de su  casa en el Casco Antiguo de la ciudad preparaba remedios basados en la  tradición popular, pero creando también nuevas formas de medicamentos como  pastillas, tabletas, glóbulos, supositorios. 
Hoy en día, la botica de antaño se ha convertido en el Museo Hipócrates,  que relata la historia de los primeros pasos de la farmacia moderna de finales  del Imperio Otomano y las primeras décadas de la patria liberada. La colección  es obra de un grupo de farmacéuticos de Plovdiv de los años 80 del siglo pasado  que recorrieron en su momento toda la Bulgaria del Sur para reunir muestras  originales y recrear el ambiente de la época. 
“Los medicamentos se preparaban en la farmacia únicamente con  productos naturales, sin nada sintético –cuenta Taña Yordanova, guía  turística del Instituto Municipal Antigua Plovdiv– . Si bien los farmacéuticos  utilizaban ya recetarios, respetando las dosis hasta el último miligramo, no  dejaban de tener bien claras las tradiciones de curanderos y herboristas. Las  cualidades medicinales de las plantas se conocían desde la Antigüedad, de lo  cual es un testimonio la obra de Pseudo–Dionisio Aeropagita”. 
Para poder estudiar en universidades europeas, los futuros farmacéuticos  debían haber trabajado obligatoriamente de ayudantes en boticas durante algunos  meses. Gracias a este requerimiento, no llegaba al gremio una persona cualquiera,  puesto que con anticipación había puesto a prueba su afición e interés por  el oficio. 
“Poco después de la Liberación de Bulgaria de la  dominación otomana, en la Rumelia Oriental, donde se encontraba Plovdiv, el  precio de los fármacos se determinaba por un reglamento –prosigue Taña  Yordanova– . O sea que los farmacéuticos no podían vender ni más barato, ni  saltarse el límite fijado. Pero la mayor parte de las personas, además de  ser muy estrictas en la preparación de los medicamentos, tenían ética. Así  que la farmacia no era comercio”. 
Un solo escalón separaba la calle del local en que el Dr. Antoniadi  examinaba a los pacientes para luego recetarles medicinas. El primer piso de su  antigua morada alberga hoy un local comercial y una pequeña pieza con  recipientes e instrumentos para la labor farmacéutica. En el nivel superior  se encuentra el museo en sí, entre cuyos objetos expuestos más interesantes  figuran los del llamado “juego real” de 1890 con potes de porcelana en los  que se preparaban los medicamentos para la familia del zar Ferdinando. 
“Nos enorgullecemos especialmente de un recetario que es  considerado el primer libro de medicina impreso en nuestro país, escrito en  eslavo–búlgaro eclesiástico –comenta Taña Yordanova– . Fue publicado en  1845 en Bucarest y consta de dos partes: una de plegarias y otra de recetas  médicas. Según una hipótesis, en este libro están incluidas las  recomendaciones sanitarias del ermitaño san Iván de Rila, considerado el  protector del pueblo búlgaro, nacido en 946. Pero es más probable que se  haya servido de ellas el letrado Neófit de Rila (nacido en 1793, en Bansko).  Otra muestra interesante es una balanza elaborada en Viena, con el sello  imperial del águila de alas desplegadas. En nuestra colección tenemos también  a la “bisabuela” de las jarras de agua filtrantes: un filtro de cerámica para  depurar el agua con el principio del carbón activado, elaborada en 1830  en Manchester. Pero acaso el objeto que más llama la atención sea la caja  metálica de contabilidad, norteamericana, de la segunda mitad del s. XIX,  que tiene las teclas en cirílico. Atesoramos asimismo una muestra posterior:  un biombo con caricaturas originales del renombrado artista Borís Dímovski, natural  de la zona de Plovdiv”.
La farmacia antigua funcionó hasta la década de los años 20 del siglo  pasado. Sin embargo, hoy todavía podemos recoger alguna hierba medicinal en el  jardín donde el doctor seleccionaba las hierbas más adecuadas para la dolencia de  cada paciente. 
Versión en español de María Páchkova 
Fotos: BGNES, Facebook / Plovdiv Old town 
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