¿Cómo hay que querer a la patria? Procura encontrar respuesta a esta interrogante la nueva guía literaria, titulada Bulgaria para gente avanzada, en la que Svetlozar Zhelev ha recogido las narraciones de 33 personas vinculadas a Bulgaria a través del idioma, el parentesco o el clamor del corazón.
Pese a tratarse de destinos muy diversos, cada uno de los autores de estos cuentos lleva a Bulgaria en el corazón, señala el coleccionista de sus historias. Les ha otorgado la palabra movido por la idea de poner de manifiesto que las maneras para querer a Bulgaria son tantas como las personas que rozaron ésta por medio del verbo, las vivencias, las emociones.
En las páginas de este compendio de historias se pueden ver los nombres de clásicos búlgaros en cuyos textos se va descubriendo la mentalidad búlgara y los defectos que aún cuesta subsanar. En el otro bando están los búlgaros que emigraron del país, los traductores que insuflaban nueva vida a los libros búlgaros en el mundo, los extranjeros que descubrieron el amor en la personas de búlgaros. Pese a que todos ellos ofrecen una mirada desde fuera sobre el país, sus historias parecen transformarse en sendas lentes de aumento en las que uno se podrá mirar.
“Se trata de un libro que no intenta distanciar a unas personas de otras, que es como suele pasar con la gente que preconiza el nacionalismo, valiéndose del patriotismo como herramienta para la manipulación −comenta Svetlozar Zhelev− . Es un libro que nos dice cómo hay que querer a Bulgaria, porque Bulgaria es omnipresente y mora en el fuero interno de todo búlgaro. Es un mensaje de que el único sentido reside en que uno viva aquí y ahora y que ha de hacer todo lo posible porque Bulgaria tenga un buen porvenir”.
Tras largos años de peregrinaje por el mundo, Camellia Kutcher evoca el largo camino a casa y se pregunta de si la patria puede ser el hogar de uno.
”Me resultó curioso mirar con los ojos de mi “yo” de adolescente de 13 años y recordar cómo se sentía una niña confundida a caballo entre dos mundos radicalmente distintos −dice la escritora− . Me fui a Suiza procedente de Bulgaria en los años 90 del pasado siglo y me fui criando entre los abismos que en mí surgieron por las diferencias excesivas. Vivía siempre con amargura la intimidad de aquellos precipicios, pero al retornar a mi camino me di cuenta de que habían sido ellos los que me enseñaron un montón de cosas. La lección más valiosa que aprendí en tierras foráneas fue tener la opción de dar lo mejor de mí. Gracias a aquella lección hoy en día puedo saltarme la frontera entre los mundos diferentes y vislumbrar que hasta en Bulgaria hay una luz de esperanza”.
El escritor Gueorgui Gospodinov figura en la guía literaria con un fragmento de su novela Refugio en el tiempo, que plantea la cuestión de la (no)aceptación de lo que nos rodea.
”Mis relaciones con Bulgaria oscilan entre la añoranza y la tristeza: me acompaña aquélla cuando no estoy en este país y ésta cuando me encuentro aquí −cuenta el autor de Una novela natural, el libro búlgaro más traducido después del año 1989− . Recuerdo cómo en una ocasión, viajando desde el aeropuerto de Reikiavik y escudriñando aquel paisaje lunar, imaginé detrás de mí a mi padre, mi abuelo y mi abuela, a quien le encantaba viajar pero nunca abandonó su aldea natal y se fue acostumbrando a que toda clase de gente le fuera contando sobre el mundo. En aquel instante me pareció oír a mi abuelo diciendo: ”Aquí no podrás sembrar ni plantar nada”, como exclamó cuando regresé de uno de mis viajes a Venecia: “¡Dios, esta gente dónde está pastoreando a las ovejas; el agua está por todas partes!” Ahí justamente palpita el singular afán de los búlgaro de viajar y al mismo tiempo expresar un reflejo protector: ”Quiá, lo nuestro es lo mejor”. Llevamos en nuestro fuero interno estas contradicciones y debemos darnos cuenta de que cuando discutimos con la patria, en realidad sacamos a relucir unas relaciones que se han ido acumulando durante generaciones. Por ello, por medio de los textos en este libro, el autor intenta traernos de regreso a la patria y reconciliarnos con ella”.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: colibri.bg, archivo BNR y BGNES
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