Peste, viruela, fiebres tifoidea, tisis, cólera... Más tarde la gripe española y, actualmente, el coronavirus. Las epidemias en las tierras búlgaras siempre han tenido una fuerza devastadora. Suelen golpear no sólo al cuadro demográfico, sino que también alteran el devenir de la historia. Tal fue el caso de la Muerte Negra, o sea la peste.
Llegó a ser la enfermedad más temible y que se cobró el mayor número de víctimas mortales en la historia de la humanidad, y en gran medida tuvo la culpa de la caída de Bulgaria bajo el dominio otomano. En el siglo XIV, la enfermedad afectó a casi la mitad de la población búlgara. El Estado fue desfalleciendo y el último zar búlgaro, Iván Shishmán, no tenía capacidad alguna de oponer resistencia al Imperio Otomano.
”Las epidemias en Bulgaria se han cobrado millones de vidas humanas. Estas enfermedades segaban familias enteras, devastaban aldeas. En la Edad Media, se les consideraba sendas manifestaciones de “la voluntad de Dios” y por ello los galenos no tomaban medidas serias para contrarrestarlas –dice el historiador Rumen Ivanov– . La única forma para restringir su propagación consistía en la cuarentena. Documentos guardados en la Biblioteca Nacional dejan constancia de que en la época del dominio otomano, el sultán solía promulgar edictos para desalojar a puebles enteros y poner a los enfermos en cuarentena en edificaciones construidas especialmente a tal efecto”.
Son igualmente sendos testimonios de la mortandad causada por aquellas enfermedades las inscripciones conmovedoras que se pueden leer en monumentos mortuorios, como, por ejemplo, la relativa a la muerte de una mujer joven, que dice así: ”La peste ha sido la causa por mi muerte. No te olvides nunca de la muerte”.
En sus excavaciones, los arqueólogos se han topado también con fosas comunes de víctimas segadas por la peste o la viruela. Una vez colocados los cuerpos en la fosa común, se les solía echar encima cal y luego sepultarlos bajo una espesa capa de tierra para que el contagio no se propagara.
A medida que pasaban los años, la medicina iba evolucionando y los humanos ya no se sentían tan impotentes e indefensos ante las enfermedades. Cuando el cólera se iba expandiendo por las tierras búlgaras en los siglos XVIII y XIX, las autoridades tomaron medidas decisivas.
”Mandaron construir los llamados edificios de cuarentena a lo largo de toda la frontera adyacente al río Danubio, en los que eran sometidos a cuarentena los extranjeros que llegaban a estas tierras procedentes de Europa Occidental –explica Rumen Ivanov–. En este sentido, fue recogido el curioso caso del famoso cuentista danés Hans Christian Andersen. Él arribó a Ruschuk (la actual ciudad de Ruse) a bordo de un barco, pero no se le permitió desembarcar porque en su tarjeta sanitaria no constaba si padecía cólera o no”.
Durante la epidemia de cólera en el siglo XIX, las autoridades crearon asimismo las primeras células de crisis y nombraron y designaron a inspectores sanitarios encargados de recorrer las ciudades e imponer sanciones a quienes no respetaban la distancia exigida. Las personas infectadas eran aisladas, se iban sometiendo a cuarentena barriadas enteras. Bulgaria tampoco quedó a salvo de la gripe española de los años 1918−1919.
Resulta que en esta porción de los Balcanes, las mortíferas oleadas de gripe ya se habían desatado en los siglos anteriores. ”Hay bastantes documentos sobre graves epidemias de gripe en el Imperio Otomano en los siglos XV y XVI en las que perdieron la vida miles de búlgaros”, afirma Rumen Ivanov. Sin embargo, cuando se produjo la expansión de la gripe española, el Estado búlgaro fue tomando medidas muy severas basadas en la experiencia de la lucha contra el cólera. ”En Bulgaria la gripe española diezmó entre 300.000 y 400.000 personas, una cifra bastante elevada para la población búlgara de dos millones de almas en aquella época”, concluye el historiador.
En los próximos días, Radio Bulgaria continuará con más referencias a este tema.
Versión en español por Mijail Mijailov
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