Increíble, pero cierto. Los ojos almendrados de la cueva de Prójodna, al noroeste de Bulgaria, no son obra de manos humanas, como podría parecer a simple vista, sino obra de la Madre Naturaleza. Hace 68 millones de años, ésta formó las dos aberturas que dan al cielo, como para recordarnos a los humanos que no están solos y que Dios, o alguien más, nos está observando y ponderando desde lo alto del cielo. No es de extrañar que llamen también la cueva la de los Ojos de Dios.
Se trata de una de las curiosidades naturales más emblemáticas de las tierras búlgaras. La cueva se encuentra en proximidad a la ciudad de Lúkovit, en una zona kárstica, conocida por sus espectaculares formaciones rocosas, al pie de las cuales serpentea el río Ískar.
Imágenes de la cueva se pueden apreciar en los principales sitios de viajes. Prójodna ha encabezado en reiteradas ocasiones clasificaciones mundiales de los lugares más insólitos del planeta. Es más: en esa cueva, usando como telón de fondo las penetrantes “ventanas” celestiales, fueron rodadas algunas de las secuencias más impactantes de la película búlgara Tiempo dividido, así como de la cinta hollywoodiense Camino a la libertad (España) o El camino de regreso (Hispanoamérica), con la participación de Colin Farrell y Ed Harris, la cinta Druidas con Christopher Lambert e Inés Sastre, entre otras.
La cueva de Prójodna tiene una longitud que no supera los 365 metros, y la altura de su bóveda es de 56 metros. Tiene dos accesos, uno grande y otro pequeño, desde los cuales numerosos entusiastas hacen regularmente saltos en bungee. Por sus paredes van trepando alpinistas. Se han dado casos en que cantantes líricos ensayaban el vigor de sus voces en esta cueva para disfrutar de su acústica perfecta.
Las primeras huellas de presencia humana en la cueva se remontan ya al Neolítico, y algunos estudiosos han llegado a afirmar que la gruta habría sido un santuario antiguo u observatorio astronómico. No obstante, una cosa es cierta, y es que desde tiempos muy remotos Prójodna era un centro de vida espiritual. Durante la Edad Media, la cueva formaba parte del monasterio local de la Santísima Virgen, del que también forman parte las vecinas santas moradas rupestres.
Un sendero angosto lleva al visitante de la cueva al pequeño monasterio rupestre de Santa Marina. Se supone que fue construido por monjes hesicastas a finales del siglo XIV en el lugar de un antiguo santuario. En la actualidad, el cenobio consta de un pequeño patio y un templete minúsculo bien mantenido, de paredes exteriores dibujadas con impactantes escenas bíblicas por artistas del pincel contemporáneos.
En la zona de la cueva de Prójodna, los recodos del río Ískar presentan un pintoresco paisaje del desfiladero homónimo. En lo alto de las rocas, se encuentra el monasterio de San Nicolás. Se presume que surgiera en el siglo XIV. Tras escalar 149 peldaños, se llega a la entrada de la iglesia rupestre del cenobio, a la que hay dependencias anexas. Los monjes se aprovechaban de una cueva natural a dos niveles para acondicionar en ella sus celdas. El monasterio de San Nicolás vivió largos años sumido en la ruina, pero hoy se encuentra reconstruido gracias al trabajo de voluntarios de la comarca. Uno de estos voluntarios que actualmente cuidan del monasterio es Iván Ivanov.
”Este monasterio data del año 1300 −cuenta él− . Al llegar, vimos que se encontraba en un estado muy deplorable. No había nada. Los peldaños por los que uno va subiendo, las baldosas y demás materiales durante una decena de años los fuimos subiendo a mano formando una cadena viva de voluntarios. Estábamos trabajando un par de meses al año. Lo hacíamos todo despacito hasta darle al monasterio la apariencia que tiene ahora”.
Los frescos de la iglesia se remontan a los siglos XIV a XVII y se conservan en el Museo de Historia de la ciudad de Lovech. Están sustituidos por los dibujos de artistas contemporáneos quienes han recreado en ellos escenas de la vida y milagros de san Nicolás.
La gente acude al monasterio para encender una vela y dejar escritas sus peticiones al santo en un libro ad hoc. Desde lo alto, ante los ojos de los visitantes, se abre un panorama a algunos de los meandros más hermosos del río Ískar y a las rocas de enfrente, que cobijan la cueva de Prójodna.
Versión en español de Mijail Mijailov
Fotos: Veneta Nikólova
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