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Donka Páprikova, la Madre Teresa búlgara

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Foto: archivo personal

Habiendo aprendido desde su más tierna infancia a mirar el mundo con ojos compasivos, Donka Páprikova prodigó consuelo hasta el final de sus días a las personas enfermas, solitarias y desesperadas. Tras la caída del totalitarismo, resucitó la tradición de los hospicios y asilos, en los que la gente mayor recibía no sólo comida sino también respaldo de que no iba solitaria por su camino.

Esta benefactora nació en el año 1915 en el seno de una familia patriarcal de Sofía, de cinco hijos, en la que la compasión formaba parte de la crianza.

La familia de Donka Paprikova

Durante la terrible epidemia de tuberculosis posterior a la Primera Guerra Mundial, su madre cuidaba a sus parientes enfermos y en esos quehaceres iba acompañada por su hija de corta edad. ”A la edad preescolar que tenía no era capaz de entender la enfermedad ni la muerte, pero por la angustia y tristeza que veía en el rostro de mi madre aprendí a compartir el dolor ajeno”, recuerda Donka Páprikova. Ella recordaría de por vida también las palabras de su tío, el insigne artista del pincel Vladimir Dimitrov “El Maestro”, de que sólo llegaría a Dios haciendo buenas obras.

Donka Páprikova fue educada en la caridad en el Colegio Católico de Santa María, donde las hermanas alemanas y austríacas solían llevarla en las visitas que hacían a alumnas enfermas. Tras graduarse con honores, Donka Páprikova cursó estudios de germanística en la Universidad de Sofía y Ciencias Sociales en Lucerna (Suiza). A su retorno a la patria, comenzó a desempeñarse como asesora social en una fábrica, pero dos meses después aquella empresa quedaría nacionalizada. Desde aquel momento dedicó cada día al cuidado de los huérfanos, los indigentes y los enfermos.

Imitando a su suegra, que creó un asilo para huérfanos de guerra, en el año 1989, con varias de sus amigas, Donka Páprikova fundó el Hogar Madre Teresa y, con la ayuda de donativos, repartía comida a domicilio en casas de personas mayores.

“Hace ya muchos años habilité un club del pensionista en mi casa −cuenta Donka Páprikova, cuya voz se guarda en el archivo sonoro de Radio Nacional de Bulgaria− . Mi objetivo era que nos conociéramos los vecinos del edificio −ya que nos conocíamos de vista, pero no intercambiábamos saludos al cruzarnos− y nos ayudáramos si fuera necesario. Comenzamos a atender a gente enferma, pobre, que sufría. Un día llegó a mi casa una chica y me dijo: ”Lo que les llevamos a los enfermos es comida fría cuando ellos necesitan caliente. ¿Dónde podríamos cocinar?” ”En mi casa”, le contesté. Así comenzamos, por cocinar.

Retrato de Donka Paprikova por Vladimir Dimitrov, conocido como El MaestroPero yo quería seguir los pasos de la Madre Teresa, por eso también cuidamos de personas minusválidas, de enfermos mentales, de niños con fibrosis quística, de chavales de la calle. Sin embargo, lo más importante son los ancianos. Muchas personas desconocidas, que se habían enterado en la calle de lo que estábamos haciendo, se nos sumaron y así llegamos a más de setenta personas, entre las que había gran número de médicos e incuso catedráticos. Ya somos tantos que, al acudir a vernos personas en paro deseosas de desempeñarse como voluntarios, no tenemos trabajo que darles, pese a que todos trabajamos sin cobrar”.

A los cinco años de existencia, el Hogar Madre Teresa obtuvo el estatuto de sociedad benéfica con el nombre de Hospicio Misericordia y pasó a continuar de forma natural la labor de la organización homónima de la suegra de Donka Páprikova. De este modo, la benefactora fue creando varios hospicios en los que cuidaba de enfermos terminales.

Donka Páprikova dejó este mundo en noviembre de 2006 a la edad de 91 años, dejándonos su ejemplo personal y el mensaje de no dejar de buscar la chispa del Bien en nuestro corazón.

”Todo ser humano debe llevar una sonrisa en los labios −sugiere− . Hay que sonreír incluso a la gente a la que no nos gustaría. Cuando uno sonríe, la sonrisa ha de ser una expresión del alma y del corazón. Hay que procurar elevar la calidad del afecto, pues es a través de éste como llega también la paz y todos los aspectos buenos de la esencia humana”.

Versión en español por Mijail Mijailov

Fotos: archivo personal



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