Hace 143 años, en vísperas del día 4 de enero, durante la Guerra Ruso–Turca de 1877–1878, libertadora para Bulgaria del dominio otomano, Sofía estuvo al borde de ser incendiada y todos sus habitantes masacrados. Sin embargo, un factor imprevisible frustraría aquel desastre y contribuiría a que la villa se mantuviera incólume.
Corría el año 1878. En la gélida noche del 3 al 4 de enero llegaba a la ciudad el lejano retumbar de los cañonazos de artillería. Se esperaba que de un momento a otro se produjera la entrada a Sofía de las tropas libertadoras rusas, capitaneadas por el general Gurko. En aquel momento dramático, los turcos se dieron cuenta de que tenían que abandonar la villa con urgencia, ya que de lo contrario se quedarían cercados y hechos prisioneros. El comandante Osman Nuri Bajá ordenó la retirada en dirección a la localidad de Pernik, próxima a Sofía, y dispuso incendiar a ésta y aniquilar a toda la población búlgara de la ciudad. Las autoridades turcas avisaron a los cónsules extranjeros a abandonar de inmediato Sofía con todos sus bienes y pertenencias porque la villa iba a ser incendiada, pero se enfrentaron a una recia resistencia por parte de los representantes de los países europeos.
Los vicecónsules de Francia e Italia, el conde Léandre Francois René Le Gay y Vittorio Positano, respectivamente, manifestaron tajantes que se quedarían en Sofía en solidaridad con la población local. A ellos se unieron el vicecónsul austrohúngaro, Josef Waldhart, y el rabino principal de Sofía, Gabriel Almosnino, y su protesta en defensa de la ciudad generó graves complicaciones diplomáticas. No obstante, aquel valiente acto de los diplomáticos redundó en la revocación de la orden de incendio y Sofía se salvó.
Los turcos otomanos confiaban en que el crudo invierno sería capaz de frustrar los intentos del ejército ruso de liberar la villa, pero se equivocaron. La víspera del 4 de enero, las huestes otomanas emprendieron una retirada en desbandada a pesar de su superioridad numérica. Fue el momento de la ofensiva de las tropas rusas, que se apoderaron del konak o ayuntamiento turco y arriaron la bandera turca. Los últimos combates se libraron en las inmediaciones de la aldea de Dolni Bogrov, al este de Sofía. En la jornada del día 4 de enero, a eso de las 11:00 horas, el general Gurko cruzaba el Puente de las Águilas, emblemático de la actual capital de Bulgaria, siendo recibido con júbilo y lágrimas por los habitantes de la villa. Así quedaba libre la que sería la futura capital del Principado de Bulgaria.
Hoy en día, los vecinos de Sofía siguen siendo agradecidos a sus libertadores y a los vicecónsules europeos, que habían hecho gala de determinación y humanitarismo en un momento crucial. Según varios historiadores, su protesta habría sido una de las primeras señales de la unidad y solidaridad europeas, que han formado los fundamentos de la Unión Europea moderna.
El 4 de enero, los habitantes de Sofía celebrarán el 143 aniversario de la liberación de su ciudad con una misa solemne de acción de gracias, que será oficiada en el templo de Sveta Nedela, así como con la tradicional ofrenda de coronas y ramos de flores al pie del monumento a los combatientes voluntarios búlgaros. El repique de las campanas sonará en señal de agradecimiento y sendos recordatorios del heroísmo y la solidaridad humanos.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: archivo
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