La familia de Elena Tsingarska lleva más de veinte años esforzándose en restablecer razas de ganado menor en vías de extinción, entre ellas la oveja karákachan y la cabra de Kalófer. Para dedicarse a su causa, todos los miembros de esa familia abandonaron la vida urbana y se lanzaron a detectar la existencia de ejemplares de esas razas en aldeas, caseríos, praderas y rediles.
“Teníamos la idea de ponernos a criar los animales en la forma más similar posible a la tradicional, tal y como solían practicarla los pastores de la etnia sarakatsani —dice Elena—. Esos pastores hacían importantes travesías estacionales con sus rebaños, dirigiéndose a la región del mar Egeo y a las montañas búlgaras. En la actualidad, este tipo de pastoreo se puede hacer al trasladarse de las zonas bajas de la montaña a otras más altas. Por esto hemos acondicionado la instalación invernal para el ganado en la aldea de Vlaji”.
La raza de ovejas karákachan se remonta hasta la civilización de los antiguos tracios, que solían decorar sus recipientes de cerámica con imágenes de este ovino. En un pasado no muy remoto, cuando los sarakatsani se vieron forzados a asentarse en las ciudades, una parte de su ganado fue sacrificada, y otra mezclada con otras razas.
“Hemos reunido, literalmente, los únicos ejemplares que quedaban de esta raza —explica Elena Tsingarska—. Fuimos descubriendo de una a dos ovejas en rebaños aislados, básicamente en las montañas Ródope y Rila, pero hoy nuestro rebaño está formado de casi medio millar de ovejas karakachan. La cabra de Kalófer no había desaparecido tan acentuadamente, puesto que se cría en la región para la elaboración de trajes de los kúker. No obstante, sólo pudimos encontrar unas pocas cabras de esta raza en cada granja ganadera. La constitución de los rebaños acabó siendo una iniciativa realmente ardua, ya que no hubo respaldo alguno. Lo único que nos alentaba eran el entusiasmo y el afán de hacer algo bueno para estas razas, a fin de que pudiera resurgir su cría”.
El esposo de Elena es quien se dedica a atender a los rebaños, mientras que ella se enfoca en las tareas relacionadas con el estudio y la protección de los grandes depredadores. A tal efecto, ha creado en la aldea un centro informativo dedicado a ellos.
“El centro ha sido creado con el fin de proporcionar información realista sobre los grandes depredadores de Bulgaria y su parentesco con otras especies en el mundo, y enfatizar en el papel extraordinario que estos animales tienen para los ecosistemas —aclara Elena en Radio Bulgaria—. Las actividades que desarrollamos en este centro se proyectan, básicamente, a niños y adolescentes, a los que queremos enseñar lo importante que es la preservación de la naturaleza. Por esto organizamos aquí campamentos de verano a los que suelen llegar grupos de jóvenes de escuelas o de círculos ecologistas”.
Elena Tsingarska dice que todo ser humano necesita llevar en sus entrañas el cariño por la naturaleza, ya que él mismo le pertenece y sin ella no podría sobrevivir. Por esto ella prefiere llevar una vida colmada de sentido en el regazo de la naturaleza.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: BGNES, evromegdan.bg, Facebook /@LargeCarnivoreEducationCentreBulgaria, archivo
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