Al pueblo de Búlgarevo se lo conoce mayormente como destino turístico. Se encuentra emplazado en uno de los rincones más hermosos del litoral búlgaro norte del mar Negro, en proximidad inmediata a la reserva natural y arqueológica Kaliakra y a la reserva Bólata, incorporada a la clasificación mundial de caletas más hermosas del mundo. Sin embargo, son escasas las personas que saben que en Búlgarevo reside una nutrida comunidad de gagaúzos, que guardan su fe y la memoria de su estirpe.
¿Quiénes son los gagaúzos?
Se trata de un grupo étnico que habla un antiquísimo dialecto turco y profesa el cristianismo ortodoxo. Hay gagaúzos en todo el territorio de Bulgaria, pero el mayor número de ellos se concentra en las aldeas gagaúzas en la región de Dóbrudzha, en el noreste de Bulgaria, siendo su capital el pueblo de Búlgarevo. Son escasos los conocimientos sobre este grupo étnico, y la tesis que más ha proliferado sobre su origen es que son descendientes directos de los protobúlgaros.
“Las excavaciones arqueológicas realizadas en el Cabo de Kaliakra atestiguan que en la zona se había asentado una población protobúlgara, y sus descendientes viven hasta hoy en día en el pueblo de Búlgarevo, que forma parte del grupo etnográfico de los gagaúzos”, señalaba el historiador ya difunto Bozhidar Dimitrov. No es casual que la gente del pueblo se autodefina como eskí bulgar, o sea, viejos búlgaros. Según cierta teoría, en la época del dominio otomano esta etnia se vio enfrentada a hacer una dura elección.
“Cuando los turcos les perseguían, los gagaúzos encaraban dos opciones: una era renegar de su fe, y la otra renunciar a su lengua –cuenta Maya Chalákova, secretaria de la Casa de Cultura de Búlgarevo–. Escogimos la opción de renunciar a nuestra lengua pero hemos seguido siendo cristianos y hemos conservado nuestra fe.
Tenemos en nuestro pueblo dos iglesias: una lleva el nombre de San Miguel Arcángel, y la otra se llama Santos Pedro y Pablo. En esta última está el manantial cuya agua fluye de la gran fuente en el centro de Búlgarevo. Esta fuente es uno de los símbolos de esa localidad de una historia de más de un siglo y medio”.
La lengua de los gagaúzos
El pueblo de Búlgarevo cuenta con unos 1200 vecinos fijos, pero no todos ellos se autodefinen como gagaúzos. La gente mayor, estando en casa, se comunica haciendo uso de la lengua de los ancestros, pero el hilo que enlaza a los moradores del pueblo con el pasado no deja de mermar.
“Nosotros hablamos y entendemos la lengua turca, pero nuestro turco no es limpio. Es, simple y llanamente, gagaúzo. Muchas personas, sobre todo la gente joven, ya lo desconoce –comenta Maya Chalákova–. En el pasado los turcos nos llamaban gâvur (káfir, «infiel» o «no creyente») porque no habíamos renegado de nuestra fe”.
En el frescor de la mañana un grupo de hombres está tomando sol en un banco delante del edificio del ayuntamiento. A la pregunta de si son gagaúzos, uno de ellos, Dimítar Ilíev, responde:
“En el pueblo hay tanto gagaúzos como búlgaros. Yo soy gagaúzo. En casa hablamos en turco, en gagaúzo. ¿Cuál es la diferencia? Dicen que la diferencia entre el turco y el gagaúzo es tan tenue como es una de las membranas que envuelven la cebolla –bromea Dimítar–. Por lo demás, los gagaúzos somos gente hospitalaria y bonachona”.
¿Qué ha quedado de la cultura, hábitos y costumbres de los gagaúzos de antaño?
Ha quedado muy poco. Hay algunos manjares típicos gagaúzos, de elaboración casera, que se ofrecen en las casas de visitas del pueblo. En el edificio de la Casa de Cultura se ha montado una modesta colección etnográfica integrada por objetos y enseres auténticos de uso cotidiano, entre los que se pueden ver una mesita de madera de tres patas, un telar, un huso, trajes antiguos, una cuna mecedora, fotos amarillentas y más recuerdos de un pasado que palidece.
En cambio, el vistoso folclore de la genuina comunidad de los gagaúzos están siendo frecuentemente resucitado en las actuaciones del conjunto de danzas de la Casa de Cultura de Búlgarevo.
Fotos: Veneta Nikólova
Versión en español por Mijail Mijailov
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