Cada año, el primer sábado antes del Día del San Miguel Arcángel (8 de noviembre), los cristianos ortodoxos celebran el Día de los Difuntos en vísperas del Día de San Arcángel, que es el último de los tres Días de los Difuntos elegidos por la Iglesia Ortodoxa para homenajear a los muertos. Según el canon, la el Día de los Difuntos se celebra siempre el sábado, día que por regla general se está reservado a los difuntos. Después de la misa del sábado, se hace un responso común en memoria de los difuntos, en el que los laicos rezan juntos por el reposo de las almas de sus seres queridos que han abandonado este mundo.
Ya el viernes, antes del Día de Difuntos, los cristianos visitan las tumbas de sus familiares. Las limpian, encienden incienso y depositan flores. Finalmente, los creyentes echan agua y vino tinto sobre la tumba haciendo con ellos la señal de la cruz y encienden una vela como símbolo de la inmortalidad del alma. El incienso, a su vez, simboliza la oración pura y las flores simbolizan las virtudes del difunto. En el Día de los Difuntos antes de la Festividad de San Miguel Arcángel se ordenan mesas en las que colocan siete platos diferentes (entre ellos los favoritos del difunto) para "escuchar" la bendición de los muertos antes de los próximos ayunos de Navidad, que comienzan el 15 de noviembre. La gente reparte la comida entre sí con las palabras "Que Dios perdone". Los ancianos dicen que si en este día ves una mosca o una mariposa zumbando a tu alrededor, esto significa que el alma del difunto ha llegado.
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