Huyendo de las guerras, la violencia y la pobreza, los niños no acompañados suelen unirse a caravanas de migrantes y cruzar las fronteras en busca de un destino más feliz en una tierra lejana. Si la suerte les acompaña, se integran con éxito y se les ofrece un futuro en un entorno propicio. Sin embargo, muchos de ellos se encuentran con una desgracia tras otra y caen presa de los traficantes.
"Con el estallido de la guerra en Ucrania, el escenario en Bulgaria ha cambiado muchísimo, ya que hasta entonces acogíamos sobre todo a niños de países de Oriente Medio y Afganistán", explica Kristina Gologanova, trabajadora social y directora de la Fundación “Reach Out”. Según datos del ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) y UNICEF, casi 52.500 niños ucranianos buscaron protección en Bulgaria el año pasado, junto con otros 5.000 procedentes de otros países. Es muy preocupante la situación de los niños que llegan solos, sin padres, tutor o custodio.
"El cuidado de los niños refugiados no es el mismo", continúa Kristina Gologanova. "Desgraciadamente, aún no tenemos un procedimiento que funcione y todo ocurre "a trozos", mientras que en los países de la UE, que también tienen dificultades, existe un sistema claro de acogida de niños refugiados y se les atiende de la misma manera que a los niños de sus propios países."
"En Bulgaria, estos niños acaban principalmente en dos "zonas seguras" en los centros de acogida de refugiados en los distritos capitalinos de Ovcha Kupel y Voenna Rampa, de donde luego desaparecen", añade Kristina Gologanova. En sus palabras el estallido de la guerra civil en Siria en 2011, las huellas de miles de niños se han perdido con la ayuda de los traficantes de personas porque el Estado no estableció inmediatamente contacto con ellos y no les proporcionó un entorno seguro.
"Desaparecen porque no tenemos la capacidad para atenderlos", afirma la abogada Diana Radoslavova, fundadora del centro de asistencia jurídica "Voz en Bulgaria".
Según la abogada, las dos primeras semanas en que los niños ingresan en los centros protegidos son muy importantes. De hecho, los cuidados para ellos han de comenzar desde el primer momento.
"Reunidos en un mismo lugar, ellos se convierten en presa fácil de contrabandistas, traficantes, y sólo hay que instarles a que partan", añade ella. "El mayor reto para un niño es resistirse y no seguir esa corriente de personas".
"Así, en hileras de gente con mochilas, estos niños salen de los campamentos y dicen “adiós” por última vez, porque nunca más volverán. Son convoyes de niños que nosotros dejamos pasar haciéndonos la vista gorda ante ellos", afirma la abogada Radoslavova.
La salvación puede venir tras proporcionarles un entorno seguro, matricularles en una escuela adecuada y otra serie de pasos que consiguió dar un chico que hace años se instaló en el Centro de Alojamiento de Tipo Familiar de Pazardzhik y hoy ocupa un puesto clave en una gran empresa de muebles de la ciudad. Pero, para que este caso no se quede en una feliz excepción, en primer lugar necesitamos una política integral con respecto a la migración, está convencida Diana Radoslavova.
"Para nosotros la inmigración sigue siendo una amenaza y nos negamos a gestionarla. La principal forma en que reaccionamos es mediante medidas contundentes de protección de las fronteras y haciendo la vista gorda ante las enormes masas de personas que atraviesan el territorio búlgaro rumbo a Europa Occidental. En el mayor campamento de migrantes en Harmanli, cerca de la frontera turca, el número de solicitantes de asilo es más grande que en Sofía, pero ahí ni siquiera hay una zona protegida para los niños. Estamos hablando de 3.200 personas en 2021 y 2022: la mitad de ellas no son chicos de 16-17 años y no hay duda de que son niños. Además, el número de niñas está aumentando".
Hace unos meses en Bulgaria se creó un grupo de trabajo para elaborar un mecanismo de coordinación nacional que se ocupe de los menores no acompañados. La abogada no se encarga en predecir si habrá algún resultado de sus actividades, pero hace un llamamiento a todos los ciudadanos para que reconsideren su actitud hacia los niños que nos encontramos en las paradas de autobús, en el metro, en el centro comercial.
"Los vemos como una amenaza, por desgracia", admite ella. "Nosotros, sin embargo, debemos estigmatizarlos, porque un inmigrante no es un delincuente. La migración es una fuerza motriz extremadamente positiva para la humanidad: no es sólo inmigración de refugiados, es inmigración laboral, es búsqueda de una vida mejor. Bulgaria necesita recursos humanos y ésta es una de las formas de suministrarlos. Tenemos interés en que los niños que se quedan aquí se integren de la forma adecuada y no mantenerlos aislados".
Por Diana Tsankova (basado en entrevistas de Mira Jristova, delprograma "Jristo Botev" de BNR)
Versión en español por Borislav Todorov
Fotos: Reachout.bg, BNR - Hristo Botev, Centro de Alojamiento de Tipo Familiar de Pazardzhik, "Voz en Bulgaria", BGNES
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