La Iglesia nos recuerda esta exclamación en el día de la Entrada del Señor, ya que estas también fueron las palabras con las que Jesucristo era recibido en Jerusalén, con la esperanza de que reinen el bien y la vida eterna en la tierra. El día anterior, Jesús le había devuelto la vida a Lázaro, que llevaba muerto desde hacía cuatro días, y la noticia de este milagro congregó a miles de israelitas a las puertas de la ciudad, esperando que Él los salvara de la opresión de los romanos y que instaurara el reino de la justicia. Aunque Jesús no entrara en Jerusalén a caballo, como los noble gobernantes, sino montando un asno, y mostrando así la naturaleza de su visita, los israelitas no reconocieron a su Salvador, Hijo de Dios, y no comprendieron el motivo por el que él venía a ellos.
"Y cuando se acercó, al ver la ciudad, lloró por ella" (Lucas 19 : 41) Al prever la ruina total y el derrumbamiento que esperaba a la ciudad y a sus habitantes, Jesús dijo: "Porque no supiste reconocer el tiempo en el que fuiste visitada.."
Pero, ¿a qué visita se refiere el Salvador?
"Habla, por supuesto, de su visita a Jerusalén: de la visita del Hijo unigénito de Dios, que se encarnó para expiar nuestros pecados, destruir la muerte y abrir las puertas del Reino de Dios a todos los que crean en Él", señala en una entrevista con Radio Bulgaria Alexandra Karamihaleva, teóloga, autora de literatura ortodoxa y editora jefe del Heraldo Eclesiástico del Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Búlgara.
"He estado pensando en estas palabras del Señor y, por tanto, ¿hasta qué punto reconocemos nosotros mismos las visitas de Dios en nuestras vidas, hasta qué punto los acreditamos diciendo 'Gloria a Dios' y hasta qué punto nos sentimos agradecidos por ellas? Y las visitas de Dios son todas aquellas ocasiones en las que nos encontramos en nuestras vidas, con alguna persona y sus necesidades particulares: de ayuda, apoyo, ánimo, o de una palabra amable, una sonrisa, o cualquier tipo de amor o atención".
"Las visitas de Dios son también todas las enfermedades, penas y privaciones, por supuesto. Los retos que Dios deja entrar en nuestras vidas no son para castigarnos, sino para que veamos nosotros mismos cuáles son las carencias de nuestra alma, para que podamos mirar en nuestro interior y ver todos los restos de incredulidad, de falta de paciencia, envidia, o apego a los bienes materiales, y de esta manera, a su debido tiempo, poder liberarnos de ellos. Y pobres de nosotros si no nos percatamos de estas visitas de Dios, y no respondemos adecuadamente a ellas, así como a todas las cosas maravillosas que Dios nos envía diariamente. Todos los consuelos, todas las alegrías que Él nos regala son también visitas de Dios a las que debemos responder con "Gloria a Dios", alabar a Dios por ellas y estar agradecidos. De lo contrario, me temo que nos espera lo que le ha ocurrido a Jerusalén y a sus ciudadanos".
“Así pues, el mensaje de esta festividad cristiana es que, al tomar las ramas de sauce consagradas en la iglesia, que simbolizan las hojas de palma con las que recibieron a Jesucristo en Jerusalén, ser conscientes qué es lo que estamos honrando con ese gesto y a quién glorificamos”, nos recuerda la teóloga Alexandra Karamihaleva:
"No sé si somos conscientes de que en este día festivo estamos celebrando realmente a Jesucristo, quien resucitó a Lázaro el día antes de entrar en Jerusalén, devolviéndole a la vida para que sirviera a Dios por muchos años más. Celebramos a Cristo que, por Su propia crucifixión y Resurrección, descendió al infierno, abrió sus puertas y sacó de allí a los cristianos justos del Antiguo Testamento, a todos los adoradores de Dios que vivieron hasta la Natividad de Cristo, hasta Su nacimiento y encarnación, y Su muerte en la cruz y Su Resurrección. Con Su vida humana, el Jesucristo venció a la muerte y nos abrió de nuevo las puertas del Reino de Dios. Ese camino está abierto para cada uno de nosotros, si creemos realmente en ello y si nuestra fe es tal que sea capaz de transformar toda nuestra vida. Una fe que, con cada decisión nuestra, con cada acción, y cada pensamiento incluso, nos acerque un paso más a aquello que estamos destinados a ser: ser semejantes a Dios, acercarnos al Reino de Dios y a Su Justicia."
Autor: Darina Grigorova
Versión en español: Alena Markova
Fotos: BTA, bg-patriarshia.bg, archivo personal
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