El día en que fue crucificado Jesucristo es el más triste para la comunidad cristiana y es el único en el cual no se oficia una santa liturgia. No hay comunión ya que el propio Dios se sacrificó por nosotros mediante la muerte de su hijo en la cruz.
El silencio llena los corazones de los creyentes que miran en su fuero interno para examinar su conciencia. Agachan la cabeza y se dirigen a Dios, sienten una profunda gratitud hacia Jesucristo, quien suprimió el sacrifico del Antiguo Testamento y estableció la Eucaristía como una fuente de la vida eterna y la existencia según el dogma del cristianismo.
En Bulgaria el Viernes Santo es un día festivo en el cual los templos se llenan de creyentes. Por la mañana, antes del comienzo de la misa, en el centro del templo, frente al crucifijo que fue sacado del altar el Jueves Santo, se coloca “la tumba” de Jesucristo, adornada con flores.
Al término de la misa los sacerdotes sacan del altar el sudario con la imagen bordada del cuerpo de Jesucristo que fue descolgado de a cruz.
Una vez que los sacerdotes hayan homenajeado la sagrada reliquia, les viene el turno de los creyentes que pasan bajo la mesa en la cual está colocado el sudario como una forma de humildad y arrepentimiento:
“El acto de pasar por debajo de la mesa simboliza muestro descenso junto con Dios a la tumba”, explica la teóloga Alexandra Karamihaleva en una entrevista para Radio Bulgaria. De este modo morimos para la vida en medio de la vanidad, dominada por nuestro egoísmo, soberbia, ira, avaricia, envidia. Al arrodillarnos ante la cruz de Jesucrito y al pasar por debajo de la mesa, lo que hacemos es descender a la tumba, morimos para nuestro “yo” actual. Después, salimos renacidos, con la promesa de vivir una vida nueva al lado de Jesucristo, una vida llena de caridad hacia los demás. En esta nueva vida la prioridad es Jesucristo y sus órdenes”.
Las más importantes ordenes son amar a Dios y amar al prójimo. Esto significa que en el centro de todo lo que hacemos cada día debe estar el amor por el prójimo. Crucificado entre dos ladrones el Redentor rezaba y pedía a su padre que perdonara a sus torturadores y con esto nos dio un ejemplo de caridad por el prójimo. En aquel momento uno de los ladrones reconoció a Dios y pidió perdón:
“Este es un mensaje muy fuerte hacia nosotros de que hay esperanza y mientras estemos vivos nunca es tarde de arrepentirnos, reconocer a Jesucristo como Dios y Redentor, glorificarlo como tal y pedir pedión por nuestros pecados, dice Alexandra Karamihaleva. En realidad, el ladrón había perpetrado muchos graves crímenes, asesinatos, robos, pero sintiendo humildad y tristeza se dio cuenta de que merecía su sufrimiento y castigo. Se dio cuenta asimismo que Jesús sufría a pesar de que no tenía ninguna culpa y que era una persona justa y estas reflexiones le ganaron la salvación".
Por esto debemos estar sumamente cautelosos, no juzgar a los demás en nuestros pensamientos, incluso cuando vemos sus pecados. “Debemos prestar atención a cada movimiento de nuestra alma y vigilar si tratamos a los demás con caridad”, dice Alexandra Karamihaleva.
“En realidad nuestra medida es Jesucristo. Es el único ejemplo. En cada momento de nuestras vidas debemos preguntarnos cómo actuaría Jesucristo si fuera en nuestro lugar. Pues, actuaría con un amor incondicional hacia cada uno, hacia el pecador y las personas justas, perdonándonos y mostrándose misericordioso y generoso. Nosotros también debemos actuar de la misma manera: tratar de ser una personas mejores cada día, aproximarnos a Jesucristo y a Dios”.
Fotos: bg-patriarshia.bg, BGNESTraducido y publicado por Hristina Táseva
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