Suman 861 054 los búlgaros que en 2022 vivieron más de un año en otro país de la UE. Según los últimos datos de Eurostat, los búlgaros oficialmente registrados en Atenas en 2022 eran 69 550 personas, lo cual los convierte en la tercera comunidad más numerosa en el Viejo Continente después de las de Alemania y España. Según datos extraoficiales, sin embargo, los búlgaros en Grecia son casi 300 000 y más de 200 000 de ellos trabajan como temporeros en la agricultura y en el turismo. Igual que en muchos lugares, en Grecia también se observa una segunda y tercera generación de menores búlgaros que nacieron en su segunda casa geográfica.
Se trata de menores para quienes la pregunta de dónde eres lleva más de un significado, más de una respuesta y muchas emociones. Ha podido convencerse de esto también Radio Bulgaria durante la celebración del 20 aniversario de la más antigua escuela dominical búlgara en Atenas, que lleva el nombre de los santos hermanos Cirilo y Metodio. Más de 220 menores de 3 a 18 años de edad terminaron el año escolar. Muchos de ellos son hijos de matrimonios mixtos y uno de cada dos niños nació en Grecia. Una de las preguntas más difíciles que se puede hacer a estos niños es ¿cómo te autodefines? Y la respuesta más frecuente es “Soy tanto búlgaro como griego”.
Uno de estos menores es Tsvetelina Lukanova que precisa con orgullo que el 27 de junio cumple los 10 años de edad. Tsveti es de una familia búlgara, nació en el extranjero y nunca ha visitado la patria de sus padres. “Sin embargo, mis abuelos nos visitan aquí en Grecia”, dice. Desde muy pequeña acude a la escuela búlgara santos hermanos Cirilo y Metodio en Atenas con su mejor amiga Nicole. A la pregunta de qué es lo que más le gusta en la escuela búlgara la chica responde sonriendo: “Todo, los libros, la señora iIrela, la señora Mimi”.
A Tsveti le gusta leer libros en búlgaro. Penka Lukanova, la madre de Tsveti, vive en Grecia desde hace 11 años. Llegó por su novio, se casaron, nació su hija, crearon un círculo de amigos y un mundo mejor que los retuvo lejos de casa. Durante todo este tiempo no han regresado a Bulgaria.
“Es así por razones económicas y falta de un automóvil propio. Es difícil viajar en autobús con un niño pequeño”, explica la joven mujer. A pesar de esto su hija habla un excelente búlgaro y lleva cuatro años acudiendo a la escuela búlgara.
“Ella es búlgara y debe dominar el búlgaro. Lee la historia búlgara ya que le parece más interesante. No ha ido a Bulgaria hasta ahora, pero veo que le es interesante la información sobre nuestra patria”, dice la madre de Tsveti.
La joven mujer comunica con búlgaros, pero no dice nada de la comunidad búlgara en el soleado país. No ha tenido dificultades con la vida en Grecia, pero echa de menos a las personas que quedaron en casa. A pesar de que en sus palabras falta el optimismo para el futuro de Bulgaria espera que las cosas cambien.
“Para mí Bulgaria es mi pueblo ya que allí están mis familiares, mis abuelos, dice la pequeña Tsveti. Sé mucho sobre Bulgaria porque acudo a una escuela búlgara. Estoy entre las mejores en las clases de lectura”, dice con orgullo Tsveti, una de las muchas niñas búlgaras en Grecia.
En la Escuela Dominical Santos hermanos Cirilo y Metodio en tenas nos reunimos con Desislava Atanasova. Desde hace 24 años vive en la patria de la filosofía y la democracia. Ha creado aquí su familia y ha dado a luz a sus dos hijos que también son alumnos de la escuela. La causa:
“Sobre todo para conservar el idioma y lo que aceptamos con un regalo de nuestros ancestros. Lo principal desde luego es que se trata de su idioma materno y deseamos conservar la tradición”.
Ellos raras veces regresan a la patria, pero cuando esto sucede es una gran alegría para todos. Durante el resto del tiempo su casa es Grecia.
“Las causas son económicas. He contraído un matrimonio mixto y esta es la causa por la cual estamos aquí. Lo que sucede en Bulgaria me interesa porque me gustaría que un día mis hijos regresen. Yo también”.
Marina Koycheva es una orgullosa madre de dos hijos. El mayor Gueorgui nació en Bulgaria y el pequeño Rosen en Grecia. Durante 20 años este país vecino es hogar para su familia. Inicialmente llegó de visita a casa de su madre que trabajaba allí pero se quedó porque…
“Por todo, por la vida, por el clima, por el salario. ¡Por todo!”.
El tema de la nacionalidad de los menores es peculiar para Marina.
“Es un asunto difícil. El mayor se llama Gueorgui y si le digo Yorgo, la variante griega de su nombre, me corrige y dice “Me llamo Gueorgui”. Con el pequeño no hemos mantenido una conversación de este tipo”.
“Es un asunto difícil. El mayor se llama Gueorgui y si le digo Yorgo, la variante griega de su nombre, me corrige y dice “Me llamo Gueorgui”. Con el pequeño no hemos mantenido una conversación de este tipo”. Radio Bulgaria preguntó al pequeño Rosen si se siente más búlgaro o más griego. “Soy las dos cosas”, nos respondió el chico sin pensar. Bulgaria le gusta y la causa suena fundamentada:
“Cuando regreso a la aldea allí no hay muchos automóviles y juego sin problemas en las calles. Es mejor que aquí”.
Marina afirma que no extraña Bulgaria, pero su corazón y su cuerpo siguen latir al ritmo de los bailes folclóricos. Es parte de la formación Tréboles en Atenas con directora artística Desislava Zlateva. Unos 25 búlgaros en Atenas son parte de Tréboles y Marina dice con alegría que: Su hijo Rosen ya sigue los pasos de su madre y desde pequeño baila y siente la música con su corazón. Sabe que lo más importante de todo es estudiar duramente el idioma búlgaro y la historia.
“Porque soy búlgaro y tengo que venir aquí para estudiar y para no olvidar el idioma búlgaro”, agrega Rosen para quien el plato búlgaro más sabroso es la lenteja y la palabra búlgara más bella es:
“Te amo”.
Fotos: Penka Lukanova, Vesela Krásteva, Facebook /Българско неделно училище „Св. св. Кирил и Методий “ - Атина
Traducido y publicado por Hristina Táseva
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