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El templo de san Caralampio en Shabla guarda viva la fe de las generaciones

Foto: Daniela Todorova

Cada año el 10 de febrero, fiesta de san Caralampio, obispo de Magnesia, se celebra con gran solemnidad en Shabla, una ciudad pequeña, pero unida en su amor por Dios, en la parte más norteña de la costa búlgara del mar Negro. Para los habitantes de Shabla este el día de la fiesta de la iglesia Santo mártir Caralampio que ellos construyeron con mucha entrega, labor personal, donaciones. Es, además, día en que expresan su gratitud. 



Los habitantes de la ciudad nos cuentan la historia del templo que comenzó a finales del siglo XIX, cuando fue construido por primera vez y fue consagrado a la Santísima Cruz. El padre Pavel Máximov, quien oficia en el templo 52 años ya, precisa que la construcción comenzó en 1896. En 1900 Shabla sufrió un terremoto muy destructivo.  

El padre Pavel Máximov

“El sismo era del séptimo grado, con muchas víctimas y casas destruidas, y el templo estaba demolido, cuenta el padre Pavel. Los habitantes de Shabla pensaban que tenían que cambiar su lugar, pero luego decidieron que sus fundamentos estaban allí y volvieron a erigirlo allí. Como se ve en el iconostasio, los iconos fueron pintados en 1909 y 1910. Hay un documento del cual queda claro que en 1907 todavía se recaudaban medios para terminarlo, pero no se señala cuándo fue construido por completo. Tal vez era en 1908, ya que los iconos del iconostasio datan de 1909 y 1910”.

Daniela Todorova amplía el relato del padre. Ella es directora del Centro Educativo Verde donde antes se encontraba la escuela de la ciudad. 

Daniela Todorova

“Lo que sabemos de los relatos de personas ancianas es que a principios del siglo XIX los gobernadores locales se reunieron y decidieron construir tres edificios principales: la iglesia, la escuela y la alcaldía. La albañilería de la nueva iglesia y del Centro Verde son muy similares y tal vez los mismos constructores trabajaron allí. Todo fue hecho por los habitantes locales que trabajaron, se esforzaron y proporcionaron el material necesario para poder ayudar en la construcción”. 

La alegría de los vecinos de Shabla no duró mucho y en 1913 después del término de la Segunda Guerra de los Balcanes, en virtud del Tratado de Bucarest, toda la parte sur de Dobrudzha y la actual ciudad de Balchik pasaron a formar parte del territorio rumano. En los archivos de la iglesia Santo mártir Caralampio se conservan los registros rumanos donde se menciona una gran personalidad: el primer sacerdote que cuidaba de la parroquia de Shabla y las aldeas vecinas: el padre Nikola Tsitosv, que donó el icono de san Nicolás en el iconostasio: 

La iglesia de san Caralampio en la aldea de Shabla en 1944

“De los archivos se ve que oficiaba durante 51 años, continúa el padre Pavel. Su nombre figura desde 1897 como un sacerdote joven. En los últimos registros cuando bautizaba ya escribía los documentos necesarios con grandes letras y en 1948 parece que ya era bastante anciano. Lo más interesante es que él dejó personalmente en el faro de Shabla una detallada descripción de la costa con puntos geodésicos, lo cual muestra que tenía buena formación y era una personalidad con múltiples intereses”.

Según los registros el padre Nikola no oficiaba en la parroquia entre 1914 y 1917, pero hay datos de que había sido enviado al norte de Rumanía. Gracias a la voluntad de Dios regresó a la ciudad de Shabla, donde probablemente terminó su vida terrenal y la iglesia cayó en olvido. La sólida construcción está aquí para recordar a las generaciones la abnegada obra de sus ancestros. En 1999 comenzó su renovación: 


“La renovación del templo en su aspecto actual data del año 2000, sin el campanario que fue erigido en 2010. Muchas personas se sumaron con entusiasmo en el restablecimiento. La mayoría de ellos eran los parroquianos. Lamentablemente una gran parte de ellos ya no están entre nosotros, pero todavía hay personas vivas que participaron con su labor personal”. 


La basílica de tres aves y el impresionante campanario se yerguen en el centro de Shabla. Sus cuatro campanas elaboradas en el famoso centro de producción de campanarios en Voronezh en Rusia, que fueron donados para glorificar a Dios, invitan a los fieles a entrar en la iglesia. Entre ellos hay rumanos y rusos y ucranianos, visitantes de lejos y de cerca, que no están divididos y no se odian, sino que aman a todo el mundo. “Esta actitud se debe a la iglesia que a través de los siglos cura las heridas de la sociedad”, termina diciendo el padre Pavel.

Fotos: Darina Grigórova, Daniela Todorova, bg-patriarshia.bg, Archivo Estatal de Dobrich 

Traducido y publicado por Hristina Táseva 



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