Todo el mundo conoce la irónica frase “el invierno nos ha vuelto a sorprender”, que los búlgaros repiten, unos con una sonrisa y otros con irritación, tras la primera nevada y los problemas que esta ocasiona. Sin embargo, quizás haya llegado el momento de parafrasearla: “la sequía nos ha vuelto a sorprender”.
Por segundo año consecutivo, cientos de miles de búlgaros se han quedado sin agua o con un régimen de suministro muy estricto. Entre los afectados se encuentran grandes ciudades regionales como Pleven y Shumen, además de cientos de localidades más pequeñas.
La mayoría de las instituciones responsables atribuyen el problema al cambio climático y a la sequía. Son hechos innegables, pero ¿se trata únicamente de eso o estamos hablando de una negligencia colectiva frente al problema? “Más bien lo segundo”, apunta el ingeniero Dimitar Kumanov, de la asociación Balkanka.

“Hay suficiente agua, pero la gestión del agua en general no está al nivel necesario. Fíjense que, con los cambios climáticos tan bruscos de este año y del pasado, la ciudad que más ha sufrido en los últimos cinco años, Pernik, no tiene ningún problema. Y cuando tenía problemas, no los había en ningún otro lugar. ¿Y ahora qué? ¿Hay cambios climáticos en todas partes, menos en Pernik? Sin duda, los cambios climáticos son un hecho, pero, a diferencia del año pasado, las autoridades estatales ya no afirman que sean la causa de que la gente se quede sin agua”.

La anticuada red de suministro, que registra enormes pérdidas, contribuye de manera significativa a la crisis.
Según nuestro interlocutor, la mala gestión del agua es responsabilidad tanto del Ministerio Regional que administra la infraestructura de abastecimiento como el Ministerio de Energía, que asigna el agua a las centrales hidroeléctricas.
En cuanto a Pleven, la ciudad más grande de Bulgaria, que sigue sometida a un estricto régimen de suministro, existen varias soluciones, tanto a corto como a largo plazo. En primer lugar, Kumanov es categórico: hay que poner fin a los robos.

“Zonificación, búsqueda de robos dentro de la ciudad. Esa es la primera medida. Los robos se detectan rápidamente: se pueden registrar con dispositivos, y se necesitan menos de 10 personas para determinar en solo dos meses quién y dónde roba en toda la red de abastecimiento de agua de Pleven”.
Otra solución relativamente rápida para la ciudad regional sería la restauración de la tubería, que quedó sin terminar tras los cambios y que conecta el embalse de Sopot con Lovech, lo que resolvería los problemas de ambas ciudades regionales.

Sin embargo, la construcción de la presa “Cherni Osam”, hacia la que se ha orientado el Estado, es impensable y no puede llevarse a cabo, tanto por la resistencia de la población local de la zona de Troyan como por su impacto en el medio ambiente, afirma categóricamente el presidente de la asociación Balkanka.
“Lovech y Pleven los dejaron sin agua a propósito para que la gente se convenciera de que la única solución es la presa ‘Cherni Osam’, que estará lista en al menos 10 años y costará como mínimo 1000 millones de levas, incluso a los precios actuales. Por suerte, tanto Pleven como Lovech saben que les están engañando con este embalse”.

El problema de la sequía no solo afecta a Pleven, sino también a ciudades como Haskovo y Shumen. La costa del mar Negro corre el riesgo de entrar en régimen de racionamiento cada año, pero por ahora la situación se mantiene estable.
“¿Cuál es la solución a nivel nacional? Detener los robos, introduciendo sanciones severas, incluso penas de prisión para los infractores, no como hasta ahora, que se imponen multas simbólicas”, afirma categóricamente el ingeniero Dimitar Kumanov.
Autor: Iván Guergov
Fotos: BGNES, BTA (archivo) Zdravka Maslankova (BNR), Ivan Gergov
Versión al español y publicación por Borislav Todorov
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