Hace casi dos siglos, en el lejano año 1838, el arzobispo besarabio Demetrio de Chisináu y Jotín consagró el majestuoso templo ortodoxo “Transfiguración de Cristo”, que fue construido con donaciones benévolas y la labor de los búlgaros refugiados en Besarabia. La fecha era el 29 de octubre, que hoy se celebra como Día de los búlgaros besarabios que abandonaron su tierra natal a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Ellos se asentaron en colonias entre los ríos Dniester y Prut y fundaron las ciudades Bolgard y Komrat, así como 64 aldeas, gracias a las facultades autónomas que les fueron asignados por el Imperio Ruso. De esta manera nuestros compatriotas ya tenían la posibilidad de desarrollarse libremente y conservar la lengua y la cultura nacionales, y posteriormente, después de la Liberación de Bulgaria participaron activamente en el restablecimiento del país.
Hasta hoy en día estos búlgaros conservan la riqueza de la lengua natal con las típicas formas dialectales de las regiones que abandonaron forzosamente, ellos viven con Bulgaria en el corazón. Cuando se aproximan a la casa natal sus almas se estremecen y reconocen el lugar donde hace 200 años vivieron sus ancestros. Uno de estos lugares se encuentra en Tracia de Edirne donde están las aldeas de Vaysal y Davlet Agac, muy cerca de la frontera con Bulgaria. Allí vivió la familia del padre Genadiy Martinov, con quien Radio Bulgaria ya les reunió.

En una entrevista especial para Radio Bulgaria el padre dice que hoy en estas tierras no hay rastro de estas personas, pero persiste el lazo espiritual que nadie puede borrar. “Independientemente qué nos cuentan o qué quieren ocultar debemos decir que nuestras almas saben, la memoria perste, hay un lazo con el presente y con el pasado, señala el padre Genadiy. En su familia no hay “sangre mixta durante todos los 200 años” en línea materna y paterna. “En ambos lados los linajes son completamente búlgaros y conservan sus tradiciones”, dice el padre Genadiy y agrega:
“No puedo describir qué importante era en nuestra infancia conocer las fiestas. Cada una de las fiestas lleva el aroma de los paltos que se preparan. No puedo transmitir con palabras el aroma de la comida, pero no puedo olvidarlo. Esta es nuestra base. Después se agregan conocimientos, geografía, historia o lo que sea, pero lo nacional no se puede borrar de ninguna manera. Entre nosotros es muy importante conocer las raíces, saber quiénes son los abuelos y los bisabuelos. En el archivo tenemos libros sobre los últimos 200 años, donde están descritas las primeras familias que llegaron, yo sé quién era mi tatarabuelo que llegó desde Besarabia. Ahora, 200 años más tarde doy una entrevista como su heredero”.

En palabras del padre Genadiy, en cada familia, en cada población, hay personas desenvueltas, que conservan muchos recuerdos, con muchos dotes para cantar o bailar. Ellos se descubren y transmiten los conocimientos de una generación a otra.

Precisamente estas tradiciones conservaron la comunidad búlgara en Besarabia, como una chispa fuerte que encendió una llama eterna que “en los próximos 200 años no se apagará”, subraya el padre Genadiy. Para que siga ardiendo este fuego, hace falta un puente espiritual entre Bulgaria y sus hijos esparcidos por el mundo, un lugar donde ellos regresen para recordar quiénes son y escuchar la voz de sus almas. Esta es la idea central plasmada en la arquitectura de la basílica en Artsiz que el padre Genadiy construye con la ayuda de correligionarios, donadores y voluntarios. “Este centro, este puente espiritual es una posibilidad más o un intento de conservar lo que podemos. A pesar de que estamos esparcidos por el mundo sabremos que hay un lugar que nos recuerda de Bulgaria, explica el padre Genadiy y agrega: “El tiempo nos dice: construyan puentes para no perder lo más valioso. Hasta que lo conservamos y le damos formas este patrimonio no será perdido”.
Redactora Darina Grigorova
Traducido y publicado por Hristina Táseva
Fotos: bessarabiainform.com, besarabia.bg, Pexels, basilica.bg, emisora de BNR en Varna
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