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En Plovdiv inauguran el Museo de la Plancha, el único en los Balcanes

Más de 1200 piezas ilustran la historia de este aparato, que se utilizaba además como elemento decorativo en los hogares

Foto: Museo Etnográfico Regional de Plovdiv

Un dragón dará la bienvenida a los visitantes del primer Museo de la Plancha de los Balcanes, que se inaugura este 21 de noviembre en Plovdiv. El dragón recibirá al público con palabras alentadoras y le invitará a sumergirse en la historia de un aparato que acompaña al hombre casi desde los principios de su existencia.

Nada más cruzar el umbral del museo, nos surgirán muchas preguntas, asegura la encargada del Museo Etnográfico Regional, Grozdelina Gueorguieva: “¿Por qué hay sobre las planchas figuras tridimensionales de dioses y diosas, de fénix y diablillos, o de lotos y de la loba italiana con Rómulo y Remo?”.

Grozdelina Gueorguíeva

Resulta que este utensilio se ha ido utilizando durante siglos no sólo para alisar los tejidos, sino también para decorar el hogar. Apareció tan pronto como el hombre de las cavernas abandonó las pieles.

¿De dónde viene la palabra “plancha” (“yiutía”) en el idioma búlgaro y desde cuándo existe?

Las primeras planchas eran piedras que, al calentarse, lograban enderezar las fibras arrugadas, y más tarde fueron sustituidas por trozos de metal que eran calentados”, explica Gueorguieva. “En el museo podrán aprender, por ejemplo, que en la época romana las planchas se fabricaban con materiales perecederos y sólo podemos imaginar cómo eran a partir de dibujos y pinturas murales. Aquí también verán algunas de las planchas más antiguas del mundo oriental: las planchas chinas, utilizadas para planchar la seda desde el siglo IV a. C. hasta mediados del siglo XX. Con la ayuda de fotografías, imágenes y animaciones, conocerán los símbolos que aparecen en muchos sitios, ya que estas planchas antiguas además de figuras tridimensionales tienen grabados de barcos, dragones y grifos. En general, se sumergirán en todo un mundo simbólico que se contiene en este objeto aparentemente sencillo”.


En las tierras búlgaras, la plancha se lleva utilizando desde tiempos prehistóricos. En el siglo XIV, los artesanos comenzaron a fabricarlas a partir de un trozo de hierro y en el museo se pueden ver los primeros aparatos de planchar, llamados “gansos” por su particular aspecto. La exposición cuenta con una sala especial dedicada a la fabricación búlgara de planchas:

“En Bulgaria la que más popular se hizo fue la plancha sueca de carbón, que funciona con carbón caliente”, continúa Grozdelina Gueorguieva. “Al mismo tiempo, algunas fábricas de Kazanlak producían un aparato que incluía un cuerpo de chimenea para la salida del vapor, sólo que esta estaba situada en la parte trasera y no en la delantera, como ocurría en el modelo inglés. Con estas pesadas planchas se planchaban los uniformes militares. Plovdiv era líder en la producción con unas seis fábricas que producían planchas de carbón y que posteriormente se unieron en la empresa estatal “Balkan”. A partir de 1953, se empezaron a utilizar por igual tanto las planchas de carbón como las eléctricas.


Y como la plancha era un objeto multifuncional, en el museo se ha creado una sala especial donde se puede ver cómo en el siglo XIX se empezaron a fabricar prototipos de planchas decoradas que también servían como cajas para flores, huevos e incluso como escondite para cartas. En las tiendas de regalos se vendían objetos parecidos de otros materiales como porcelana, por ejemplo, ya que la gente descubrió que tenían su propia belleza y que quedaban bien en la estantería.

Otro detalle interesante es que, durante muchos años, la plancha no fue un aparato relacionado con las labores femeninas debido a su peso, que en ocasiones podía alcanzar los 10 kilos. ¿De verdad los hombres se ocupaban de la estética de la ropa de sus mujeres? “Por supuesto. Nuestros sastres y modistas eran hombres, porque a una mujer le resultaba muy difícil manejar la llamada plancha "ganso"”, responde Grozdelina Gueorguieva. En el pasado, existían diferentes planchas en función de los elementos de la prenda.

“Tenemos planchas para pantalones, para corbatas, para encajes”, enumera la encargada. “La plancha está inevitablemente ligada no sólo al propio tejido, sino también a cómo han ido cambiando los modelos de ropa. Si en el siglo XVII en Bulgaria se llevaba aún el traje tradicional y no había necesidad de planchas finas, ya que no podían alisar la tela gruesa de la que se elaboraban estos trajes, en la misma época en Francia y en Austria-Hungría llevaban vestidos y ropa masculina con cuellos de encaje. Por eso podemos decir que se trata de un aparato que está regido por la moda”.


Toda la cronología, desde la plancha de piedra hasta la plancha más moderna (que ni siquiera toca la tela) se puede ver en las salas de este nuevo museo, surgido él mismo como por arte de magia en la ciudad de Plovdiv. Su historia comenzó con una plancha de carbón con la cabeza de la diosa Atenea Palada, que fue encontrada en la calle y despertó la pasión coleccionista de una persona.

El artista Dimitar Dobrev, que es nuestro donante, está detrás de esta gran operación para crear el Museo de la Plancha. Crear este museo era su sueño”, cuenta Grozdelina Gueorguieva. “Hace años, al encontrar esa primera plancha, él quedó impresionado al ver en este aparato aparentemente sencillo una obra realizada por artistas y escultores. Atenea Palada está tan finamente elaborada que se pueden apreciar sus rizos, sus ojos y el casco que lleva en la cabeza. Porque se trata de la diosa nacida del muslo de Zeus, y no sólo la diosa de la sabiduría, sino también la protectora de las ocupaciones femeninas, como la tejeduría. Dimitar Dobrev recogió esta plancha medio destrozada, la reparó, le puso un mango y consiguió fijarla. Desde entonces, durante 40 años, él estuvo recogiendo estos aparatos y hoy ha llegado el momento de que encuentren un hogar aquí, en nuestro museo. Incluso durante el último año de preparación, nos llamaba y nos decía que tenía más planchas, y cuando yo le decía que ya eran suficientes, él respondía: “Uno, al ver belleza, no puede decir ‘basta’”.

Desgraciadamente, Dimitar Dobrev no llegó a ver el museo de sus sueños, que gracias a su generosidad hoy reúne más de 1200 reliquias del planchado de todo el mundo.


Autor: Diana Tsankova

Traducido y publicado por Alena Markova

Fotos: btvnovinite.bg, Museo Etnográfico Regional de Plovdiv



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