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Un refugio de la espiritualidad y el humanismo búlgaros

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Al norte de Grecia, se halla el Monte Athos, el área montañosa que conforma la península más oriental de las tres que desde la península Calcídica se extienden hacia el Sur. En griego el monte Athos se la llama Άγιον Όρος (Ágion Óros), la Sagrada Montaña. Hay allí 20 monasterios ortodoxos (griegos, rumanos, ruso, búlgaro, serbio y georgiano) que conforman un territorio autónomo bajo soberanía griega. Es el Estado Monástico Autónomo de la Montaña Sagrada.

A comienzos de mayo, un grupo de tres peregrinos tomamos camino hacia la tercera península de Halkidiki, es decir la Península Calcídica en Grecia, donde en la villa de Uranopolis nos esperaba nuestro anfitrión”. Nuestro objetivo era visitar el monasterio de San Jorge Zogafou (o San Jorge Iconógrafo) en el Estado Monástico de la Montaña Sagrada.  En el año 963 el monje Atanasii fundó el monasterio de la Gran Laura, que es hoy el mayor de los 20 conventos existentes allí. En nuestros días merece la pena que todo hombre que sea cristiano ortodoxo visite aquel lugar al menos una vez en la vida. Decimos todo hombre porque para las mujeres el acceso al complejo monasterial está vedado.



A los monasterios se puede llegar solo por mar. Escogimos el ferry que, si bien recorre la distancia en poco más de una hora, dispone, a diferencia del pequeño barco que hace el mismo recorrido, de una amplia terraza abierta desde la que se puede apreciar un panorama que de veras corta el aliento. En esa terraza nos amontonamos un nutrido grupo de impacientes peregrinos, entre búlgaros, rusos, griegos, serbios, moldavos y rumanos… A diferencia de otros peregrinos ortodoxos, los búlgaros raras veces son acompañados por un preceptor espiritual en su visita a la Montaña Sagrada, prosigue su relato nuestro compañero Yoan Kolev. Nosotros tuvimos la suerte de que se nos acercara un sacerdote búlgaro, tan comunicativo como docto, que regresaba de una misión en el Patriarcado Ruso. Empezó a contarnos de buenas ganas la historia del Monte Athos y el papel del monasterio búlgaro que en su momento incluso ayudó con el oro de que disponía al gobierno agrario de Alexander Stamoboliiski (1919-1923) para pagar las reparaciones que Bulgaria había sido sentenciada a pagar después de la Primera Guerra Mundial. El padre nos informó que el monasterio de San Jorge Zografou está en obras de reparación, especialmente la llamada Nave de Bansko, de ocho plantas, gravemente deteriorada por un incendio en años anteriores, y que los monjes búlgaros se dedican a producir allí mismo pan, aceitunas, aceite de oliva, aguardiente búlgaro rakia y vino. El padre nos contó también la historia del nombre del monasterio. Según una leyenda, el monasterio fue fundado en el año 919 por tres hermanos de Ojrid: Moisés, Aarón e Iván Selima. El primer documento que hace referencia a la existencia de este convento está fechado en el año 980. Sin embargo los monjes no sabían a qué santo consagrar su monasterio. Prepararon una tabla para representar en ella la imagen de su protector, dejaron la tabla en la iglesia del monasterio y se retiraron para dedicarse a orar fervorosamente y pedir a Dios a que les señalara el nombre del santo. Al día siguiente vieron en la tabla, asombrados, la imagen de San Jorge, a quien llamaron Isógrafo, es decir, el que se autorretrató.



En el muelle ayudamos a un monje que regresaba al monasterio a cargar su equipaje y, en señal de agradecimiento, él nos invitó a acompañarle en el automóvil que le esperaba. Así, en lugar de escalar durante una hora y más de camino por el sinuoso camino, llegamos al claustro del monasterio en diez minutos. Nos recibió el prior en persona. Alrededor nuestro reinaba la animación debido, por un lado, a los preparativos para San Jorge, la fiesta patronal del monasterio que se celebra el 6 de mayo, y por otro, a causa de los peregrinos llegados de Bulgaria y de la presencia de los albañiles alojados en el monasterio que participan en las obras o bien ayudan en la cocina monasterial. En el comedor del monasterio la comida se sirve nada más terminar cada misa. La comida es muy sencilla:sopa de pescado, habas cocidas, un trozo de queso blanco en salmuera y pan hecho en el propio monasterio. Algunos monjes recorren las mesas y ofrecen a los peregrinos llenarles una copa de vino.



Los cambios en el Monasterio búlgaro San Jorge Zografou son muy visibles. Ha sido construida una nueva nave para dar alojamiento a los peregrinos. Una enorme grúa junto a la Nave de Bansko testimonia que las obras no cesan y que próximamente esta parte del monasterio recuperará su esplendor. Es impresionante también el progreso en la habilitación del espacio alrededor del monasterio. Se están construyendo hermosos muros de soporte  en los que maestros de Serbia están haciendo enormes iconos en mosaico. Con toda certeza, el monasterio de San Jorge Zografou es refugio del humanismo y la espiritualidad propios del búlgaro. Hacia las cuatro de la madrugada mis dos compañeros y yo nos escurrimos de puntillas de nuestra celda para sumergirnos en el mágico efecto de los cánticos entonados por los monjes en la misa oficiada en la iglesia del monasterio, que dura hasta las 8 de la mañana. Antes de cruzar el umbral del templo levantamos la mirada, por un instante o una eternidad, hacia el cielo estrellado sobre el monasterio de San Jorge Zografou, en el monte Athos, agradecidos a la suerte por habernos llevado allí.



Sin esperar el desayuno servido en el comedor monacal, marchamos hacia el puerto y, embriagados por el aroma de los jazmines a ambos lados del camino, llegamos al muelle del convento en el que, evidentemente, las obras de reparación han terminado no hace mucho. Ahora les toca a la tradicional torre de vigilancia y al molino de viento semidestruido… Subimos al ferry para volver a la vida mundana que bulle en Uranopolis. El barullo de los turistas y de las esposas de los marineros, inusualmente sonrientes, y la vanidad mundana nos inundan pero en nuestro fuero interno seguiremos teniendo por mucho tiempo más la sensación de que en menos de una jornada pareciéramos haber permanecido toda una eternidad en un mundo muy diferente e impresionante, lleno de humildad y ajeno a todo lo mezquino.

Versión en espñol por Raina Petkova
Fotos: Yoan Kolev



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