Hace 106 años, un 22 de septiembre de 1908, Bulgaria proclamaba su Independencia del Imperio Otomano. Este acto se hizo posible tres decenios después de la Guerra Ruso-Turca de 1877 y 1878, libertadora para Bulgaria. Durante esos tres decenios, el Principado de Bulgaria había seguido siendo vasallo del sultán.
“Según la práctica de los siglos XVIII y XIX, los nuevos estados no obtenían la independencia inmediatamente, explica el profesor Valeri Kolev, de la Universidad San Clemente de Ojrid, de Sofía. Si miramos a otros países de la región, por ejemplo Rumania, Montenegro o Serbia, también ellos fueron declarados primero principados vasallos y apenas después, estados independientes”.
¿Cuáles fueron las consecuencias negativas de los 30 años de vasallaje de Bulgaria?
“Había muchas cosas con las que, de hecho, el Imperio Otomano impedía el desarrollo libre de Bulgaria. Merece mención la línea férrea que comunicaba Constantinopla (que a partir de 1923 pasaría a llamarse Estambul), Edirne, Plovdiv, Sofía y Tsaribrod. El Estado búlgaro no tenía ningunos derechos sobre esta línea, como si la misma estuviera fuera de su territorio. Tampoco tenía derecho a designar personal diplomático propio de alto rango ni siquiera en los tres países vecinos: Rumania, Serbia y el Imperio Otomano sin el visto bueno de la Sublime Puerta, es decir del gobierno otomán. Existían múltiples limitaciones, insignificantes a primera vista, pero en la práctica cada una de ellas frenaba el desarrollo de Bulgaria. Por ejemplo, hubo un largo debate sobre la lengua en que debía llevarse la correspondencia diplomática entre los dos estados, si el Estado búlgaro tenía derecho a acuñar moneda propia, si podía crear marcas propias, mantener un Servicio de Correos propio, tener pasaportes propios para sus ciudadanos. Si decidía viajar, todo búlgaro debía ir primero a Constantinopla para adquirir un pasaporte expedido por el Servicio de Documentación otomano. Imagínense lo que significaba esto con las comunicaciones en aquella época”.
Es fácil de entender por qué los gobiernos búlgaros después de la liberación de Bulgaria (desde el primero, presidido por Todor Burmov en 1879), comenzaron a rechazar poco a poco este vasallaje y a ampliar la soberanía del país. A lo largo de 30 años, los partidos que se sucedieron en el poder se atuvieron a esta línea política.
¿Cuáles fueron las causas, en el plano nacional y en el internacional, para emprender la acción independentista precisamente en 1908?
“Cabe señalar en primer lugar que en julio de 1908 en el Imperio Otomano estalló la llamada Revolución de los Jóvenes Turcos, dado que había prevalecido la voluntad de organización parlamentaria y constitucional de Turquía, sobre todo en los círculos militares, explica el profesor Kolev. El sultán Abdul Hamid II fue derrocado y fue proclamado el restablecimiento de la Constitución Turca de 1876. Estos sucesos generaron una grave crisis en el Imperio Otomano, muy conservador e incluso diríamos esclerótico. Al mismo tiempo, en 1908 venció el plazo de 30 años de la firma del Tratado de Berlín por las grandes potencias en virtud del cual Austria-Hungría había ocupado Bosnia y Herzegovina. Naturalmente, esta gran potencia no deseaba retirarse de aquellos territorios sino que pretendía adherir al suyo propio la rica provincia de Bosnia. En este contexto coincidieron los propósitos de Austria-Hungría y Bulgaria de incumplir el Tratado de Berlín”.
En el verano de 1908, en Viena y en Budapest se celebraron negociaciones en secreto entre Fernando de Sajonia-Coburgo, el príncipe de Bulgaria, y el emperador Francisco José I de Austria. El primer ministro búlgaro Alexander Malinov, que al viajar por Europa, había pasado en varias ocasiones por Viena y Budapest y participado en negociaciones, dio su consentimiento para cambiar el statu quo. Catalizaron la acción independentista dos acontecimientos. El primero fue el inicio de una gran huelga transportista en la Compañía Ferroviaria de Oriente, el 5 de septiembre de 1908, que dejó paralizadas las comunicaciones en toda Bulgaria del Sur. Este hecho hizo que en el Principado de Bulgaria todos se convencieran de la grave barrera que resultaba ser la dependencia supuestamente formal de Bulgaria ante el Imperio Otomano. El segundo suceso fue un discurso pronunciado por el flamante Gran Vezir de los Jóvenes Turcos, quien declaró que sería recrudecido el régimen en los “territorios autónomos”, Bulgaria incluida. El agente diplomático búlgaro, Iván Stefanov Gueshov, no fue invitado a una celebración oficial en Constantinopla. En señal de protesta, Sofía lo retiró alegando que con este acto no habían sido respetados los derechos estatales del Principado de Bulgaria. La idea de proclamar la independencia de Bulgaria fue lanzada por el embajador francés en Constantinopla, quien dio a entender al gobierno búlgaro que el país podía aprovecharse de la crisis surgida. Fue decidido proclamarla en la antigua capital de Bulgaria, Veliko Tarnovo, como señal de continuidad con el gran Estado búlgaro medieval. El manifiesto por el que Bulgaria se proclamaba independiente fue leído en la antigua Iglesia de los 40 Santos Mártires y, posteriormente, en la fortaleza histórica de Tsarevets. El príncipe Fernando Adoptó el título de Rey de los Búlgaros.
“Bulgaria obtuvo igualdad con los demás estados europeos. Fue elevado el estatuto de las representaciones diplomáticas y consulares búlgaras, comenta el historiador Valeri Kolev. El Estado búlgaro adquirió el derecho de llevar una política exterior propia. La había llevado también hasta aquel momento pero con la proclamación de la independencia quedaban suprimidas todas las trabas artificiales que ponía anteriormente el Imperio Otomano. Al volverse un Estado independiente, el país obtuvo el derecho de firmar autónomamente convenios y contratos comerciales sin el visto bueno de la Sublime Puerta, establecer por sí solo los aranceles y el estatuto de los servicios de Fronteras y Aduanas, etc. Por otro lado, no hemos de olvidar que la proclamación de la independencia tuvo también algunos aspectos negativos. Al separarse Bulgaria del Imperio Otomano, toda iniciativa tendente a mejorar la situación de la población búlgara que había quedado en Macedonia (alrededor de 1 millón 300 mil personas) y en la Tracia del mar Egeo y de Edirne (otras 350 mil) era considerado injerencia en los asuntos internos de Turquía. Antes de la proclamación de la Independencia los gobiernos búlgaros sí que habían tenido derecho a semejantes iniciativas para defender los derechos de los búlgaros en aquellos territorios”.
Por ello no fue casual que, dada la dura política de los gobernantes del Imperio Otomano en aquel momento respecto de la población búlgara y de los demás cristianos en su territorio, el Estado búlgaro y sus aliados (Serbia, Grecia y Montenegro) optaran por buscar solución a su cuestión nacional por la vía militar. Cuatro años más tarde comenzó la Primera Guerra Balcánica.
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