La semana que despedimos fue repleta de turbulencias acerca de la llamada minoría gitana en Bulgaria. A la tensión entre los vecinos de la aldea de Garmen y los gitanos, que regularmente robaban su producción agraria, que escaló hace cierto tiempo, se sumaron los enfrentamientos de esta semana entre los habitantes del barrio capitalino de Orlandovtsi y gitanos. Vecinos del barrio reprimieron a algunos gitanos quienes escuchaban música demasiado alta y éstos les respondieron con blasfemias y peleas. Unidades de la policía y de la gendarmería se encuentran allí. La tensión es latente también en muchos otros sitios y no se sabe cuándo puede escalar. Sobre este telón de fondo las autoridades lanzaron la hipótesis de que se trata de un escenario inventado con el fin de crear tensión. El primer ministro, Boiko Borisov, en su calidad de ex bombero, advirtió que nadie jugara con el fuego ya que es difícil apagarlo. La ministra del Interior, Rumana Bachvarova, señaló que está pensando en designar a gitanos en las estructuras del Ministerio del Interior como un paso hacia su integración. La comisaria europea Kristalina Georgieva dijo desde Bruselas que más de 55 millones de euros de los nuevos fondos europeos han sido previstos para la integración de los gitanos.
Parece que los problemas de la minoría gitana tienen dos aspectos. El primero es sociocultural: no obstante los esfuerzos de las autoridades encaminados a su integración en la sociedad, la mayoría de los gitanos no la desean y esto es parte de su sistema de valores. Además, no hay guetos gitanos como afirman los medios de comunicación, hay enclaves gitanos en que las leyes búlgaras no son válidas, sino las del tribunal gitano.
Estos enclaves son ejemplo del comunismo hecho realidad: allí el agua y la electricidad se usan sin pagar, las casas se construyen ilegalmente, no se pagan impuestos. Por otra parte la población gitana en Bulgaria aprovecha considerables recursos de las finanzas públicas mediante los subsidios por maternidad, las ayudas por desempleo, los servicios sanitarios que utilizan sin haber pagado cuotas a salud pública.
El otro aspecto es político: es secreto a voces que los gitanos están dispuestos a vender sus votos sin vacilar a cualquier formación política, más bien a la que paga mejor, a pesar de que esto es un crimen según las leyes búlgaras. El problema de la integración de los gitanos en Bulgaria seguirá siendo pendiente mientras que las autoridades hacen la vista gorda para no ver la triste realidad. No obstante las versiones de tensión que se lanzan, el estatus quo de los gitanos está claro: la enorme parte de esta minoría no desea recibir educación, no desea trabajar, y se gana la vida mediante robos. Este estatus puede ser cambiado solo si las leyes y las reglas de la sociedad búlgara se aplican con mano dura y de modo igual para todos, sin excepción. A A ello llaman, por cierto, algunos líderes gitanos últimamente.
Versión en español por Hristina Taseva
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