En el monasterio de San Juan Bautista en Lopushna, al noreste de Bulgaria, se puede vivir por un día como un monje ermitaño en su celda, lejos de las tentaciones del mundo moderno, cuenta el higúmeno del monasterio, el padre Cristódulos. "Es una manera de atraer a más gente a la fe cristiana". Resulta que no faltan quienes desean vestir los hábitos, aunque hasta ahora nadie se ha atrevido a abandonar definitivamente la vida secular para entregarse al ayuno y la oración. El padre Cristódulos, sin embargo, no pierde la esperanza. Reconoce que a lo largo de los años muchos creyentes quedaban por más tiempo, algunos incluso como novicios, pero tarde o temprano se echaban atrás de la dura vida del siervo de Dios. Asi y todo, el monasterio da constantemente la bienvenida a los visitantes, religiosos o no.
"Durante la temporada turística viene mucha gente, pero es difícil distinguir legos de turistas, ya que, si entran en el templo de Dios para encender una vela, para nosotros todos son devotos", afirma el higúmeno.
La historia del monasterio de San Juan Bautista está marcada por un trágico suceso. En la Edad Media en ese mismo lugar se construyó otro cenobio pero durante el Levantamiento de Chíprovtsi (1688) fue quemado hasta los cimientos por los opresores turcos. En el fuego murieron centenares de mujeres y niños que habían buscado salvación en la iglesia. "Con su sangre, estos mártires conviertieron el monasterio en un lugar sagrado para los búlgaros, porque no traicionaron su fe ni su voluntad por la libertad", dice el sacerdote. Durante mucho tiempo en ese lugar reinó la soledad hasta que, en 1850, los lugareños iniciaron la construcción de un nuevo monasterio. Y ocurrió un milagro: de entre las cenizas emergió un icono de la Virgen María, intacto por el fuego y los siglos.
"Y así Dios lo preservó –dice el padre Cristódulos apenas conteniendo su emoción– . El higúmeno de entonces la descubrió y ordenó que el icono fuera emparedado en el muro de la iglesia del monasterio, para que no cayera en manos de los turcos. Desgraciadamente, el padre murió antes de poder transmitir el secreto a la hermandad monástica. El icono permaneció largo tiempo oculto a ojos humanos. En 2013 una mujer soñó que el icono estaba tapiado. Avisó al monasterio y describió su ubicación exacta. Así, hace dos años salió a la luz este icono milagroso que atrae a cientos de seglares y turistas. Ha ayudado a decenas de mujeres estériles a tener hijos, otros consiguen formar familia, terceros, que se habían divorciado, se reconcilian y viven en paz y amor”.
La iglesia del monasterio se llama "Santa María", y es una versión en miniatura de la del Monasterio de Rila. Sus iconos son obra de maestros de la Escuela de Sámokov. Fue construida con donaciones de la gente local: los ricos aportaban dinero, y los pobres, huevos. Los pintores utilizaban la yema de los huevos para la pintura, gracias a lo cual los iconos han conservado su antiguo esplendor.
El monasterio ofrece alojamiento a los turistas, para los que hay habitaciones separadas especiales. El higúmeno cuenta que los fines de semana pernoctan también en el cenobio familias con niños. Pero las condiciones en que se alojan los visitantes no tienen nada que ver con el ascetismo de la vida monástica, por la que optan pocos. Por desgracia, los monasterios búlgaros van despoblándose. El padre Cristódulos está convencido de que la gente tiene miedo a lo desconocido, y que si tuviera la oportunidad de familiarizarse con la vida monástica, por lo menos por un breve período, daría el paso. "A estas personas les ofrecemos que conozcan por sí solas la vida real de un monje –explica–. Quedarse con nosotros, presenciar la Misa del amanecer y la Oración Vespertina, asistir a bodas y bautizos, ayudar en la finca del monasterio pero, sobre todo, dedicarse a la oración y a la vida de soledad”.
En su deseo de entregarse a Dios, algunos aspirantes a la vida monacal pasan 3 o 4 meses en la santa morada. Sin embargo, tarde o temprano se arrepienten y cuelgan los hábitos. "El día a día del siervo de Dios es difícil", reconoce el higúmeno.
Versión en español por Marta Ros
Fotos: Veneta Nikólova
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