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Clamor de Justicia

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Foto: BGNES

Más de 12 mil personas suscribieron en el marco de solo 24 horas una petición de imponer condena a perpetuidad (porque en Bulgaria ya no existe la pena capital) a dos hermanos que dieron una paliza mortal a un joven de 18 de años de la ciudad nororiental de Vratsa. La tragedia del martes pasado que segó la vida de Todor conmocionó a todo el país. El estudiante de 18 años perdió su vida por haber pitado con la bocina para avisar a los dos hermanos que cruzaban indebidamente la calle. Tras la brutal paliza en pleno día y en el centro de Vratsa y ante las miradas de al menos una docena de observadores, Todor murió sin poder aguardar por la llegada de la ambulancia.   

La ola del descontento se propagó primero en las redes sociales. Surgió en primer lugar por la agresión inaudita y, muy poco después, por la pasividad de los testigos, que en vez de intervenir o avisar reclamando asistencia, prefirieron hacer fotos de la paliza con sus móviles. “Ahora todos aquellos observadores impasibles que hacían fotos del asesinatos del chico deberán ser acusados de complicidad. Porque ser testigo de un crimen y no hacer nada es también un crimen”. En Facebook se publicaron gran número de mensajes de este contenido tras la tragedia en Vratsa. Sin embargo, el descontento de la gente también hizo explosión por las calles de la ciudad cuando la Fiscalía acusó a los dos agresores de asesinato no premeditado tras infligir a la víctima una lesión leve. Este fallo movió a centenares de habitantes de Vratsa y de otras ciudades de Bulgaria a volcarse a la calle y, rindiendo homenaje a la memoria del estudiante de 18 años, protestar contra la condescendencia ante el brutal asesinato. Tras la intervención urgente del fiscal general aquel fallo fue revisado. Ahora se les acusa a los dos hermanos de cometer homicidio premeditado por el cual el Código Penal prevé una privación de libertad de 15 a 20 años, cadena perpetua sin derecho a que sea conmutada. A pesar de ello la indignación no se ha apaciguado porque la gente en la calle clamaba a justicia.  

Este caso trágico de la semana pasada, por desgracia, no es el único en que el sistema de administración de justicia en Bulgaria ha fallado. No por casualidad la reforma Judicial es el tema más frecuentemente comentado en Bulgaria. Tanto se ha hablado de ella sin consecuencias palpables que la gente ya ni siquiera desea oír referencias a reformas en la Justicia preconizadas como la enésima prioridad del enésimo gobierno. Nosotros, los periodistas por lo demás estamos propensos a fijarnos en los detalles: quien ha nombrado a quién en algún tribunal, quién y de qué partido, que palancas de influencia maneja, qué cuotas deberá haber en el Consejo Superior de la Judicatura. Todo esto carece de importancia cuando la gente ha perdido desde hace mucho tiempo su confianza en los tribunales. Todos nosotros creemos ingenuamente que ya habrán pasado los tiempos de impunidad de los primeros años de la transición, pero el caso en Vratsa ha mostrado que no es así. Incluso, el alcalde reconoció públicamente que en Vratsa, igual que en otras poblaciones del país, gobiernan caciques locales que indiscriminadamente viven contra la ley. Hombres corpulentos de cortos alcances se han apoderado de los negocios locales y despreocupadamente cobran una “tasa tranquilidad” con el conocimiento de la policía. ¿De qué justicia y de qué sistema de justicia hablamos entonces? Es así desde hace años y parece que la sociedad se ha acostumbrado a estas peculiaridades de la interminable transición. Una sociedad civil activa y comprometida con lo que sucede no se quedaría callada. Ojalá las últimas protestas en Vratsa y frente al Palacio de Justica en Sofía no sean reacciones no reiteradas, ya que no se trata solo de la muerte de Todor. Está en juego la justicia que nos hace falta desde hace años. Nos hace falta tanto que no creemos que ya sea posible. 

 Versión en español por Hristina Taseva  



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