El 13 de mayo es el último día del estado de emergencia en Bulgaria, decretado hace justo dos meses con el fin de limitar la propagación de Covid−19 en el país. En aquel momento, el académico Bogdan Petrunov, uno de los inmunólogos más destacados de Bulgaria, en entrevista con Radio Bulgaria definía las medidas contra la epidemia como oportunas y convenientes.
¿Hasta qué punto estas restricciones han desempeñado su papel en la protección de la población búlgara? Sobre el telón de fondo de los ánimos contradictorios en el seno de la sociedad y de la teoría de la “inmunidad de rebaño”, el inmunólogo procede a un balance de la situación.
Se confrontan en esto las dos tendencias: una de ellas es dejar a la gente moverse con tranquilidad, sin limitaciones, enfermar y morir, sobreviviendo quien pueda. Es absurdo pensar de esta manera. Voy a poner inmediatamente el ejemplo de Suecia, país de economía reciamente desarrollada, de sistema sanitario estable, que no decretó medidas restrictivas. Ahora, sin embargo, según los datos más recientes de la Organización Mundial de la Salud, ese país ocupa uno de los primeros puestos por sus tasas de mortalidad y morbilidad, con un desenlace fatal para el 12 % de los contagiados. A nivel mundial, la letalidad es de más del 5%, y en Italia y España frisa el 15%. Esto pone de manifiesto que este modelo −de dejar que la enfermedad evolucione sin ninguna clase de medidas− tiene por resultado un aumento de la mortalidad. En este sentido, estoy convencido de que las medidas adoptadas en Bulgaria han sido las más acertadas. Esta es la otra tendencia a la que hay que atenerse, o sea, limitar los contactos para desacelerar la propagación de la morbilidad. Por esto me mantengo muy reservado al relajamiento de las medidas. Abrir los parques es algo correcto, es igualmente bueno pasear por el monte pero todo lo demás ha de hacerse de manera gradual, realizándose a diario un análisis epidemiológico.
De una contención verdadera de la pandemia se podrá hablar únicamente en presencia de una vacuna de calidad o de fármacos eficaces. De momento sólo hay elaboraciones da vacunas de las que no se han hecho aún ensayos clínicos. No hay manera de que se les reconozca por las instituciones mundiales que emiten certificaciones si no se demuestre con anterioridad su inocuidad y su eficacia antiepidémica. El virus actual SARS−CoV2 difiere en un 25% del SARS−CoV surgido en 2002, lo cual significa que seguirá mutando aunque de modo más lento. Por esta razón, de crearse una vacuna, ésta no será la definitiva.
Hasta partiendo del supuesto de que se invente la mejor vacuna, no hay claridad de cómo será el mecanismo de la misma para crear inmunidad −dice, convencido, el Académico− . No se ha demostrado aún en qué medida los anticuerpos creados serán capaces de protegernos. De momento, los anticuerpos lo que demuestran es que uno ha pasado por la enfermedad. Además, la vacuna crea anticuerpos no sólo en los humores sino también a nivel celular. Sin embargo, nosotros conocemos muy escasamente cómo la vacuna sería capaz de estimular la inmunidad celular y si ésta acabará siendo primordial. Se puede decir otro tanto también de los medicamentos. Es estupendo el que un equipo búlgaro haya creado moléculas que se puedan utilizar con éxito en la terapia, pero es poco serio decir desde ya que tenemos un fármaco contra Covid−19.
Según un estudio de científicos norteamericanos, en los países del Este de Europa, en que prosigue la administración de la vacuna BCG, se registra un menor número de decesos por Covid−19, en comparación con los países de Occidente, que han suspendido la aplicación de esta vacuna. En Bulgaria la vacuna se viene produciendo desde 1953 y en la actualidad está siendo exportada a más de un centenar de países. Según el inmunólogo Petrunov, la vacuna BCG búlgara es de las mejores en el mundo. Es escasamente conocido el hecho de que el profesor italiano Vittorio Colizzi hubiera reclamado la elaboración de una vacuna común contra el SIDA y la hepatitis, sobre la base de la BCG búlgara, que refuerza la inmunidad. Además, está científicamente demostrado que la vacuna búlgara es uno de los estimuladores más potentes de la inmunidad celular. Su efecto inhibe no sólo el desarrollo de patógenos, sino también el de las células tumorales, explica el Acad. Bogdan Petrunov. En este sentido, este destacado inmunólogo búlgaro ha señalado expresamente que se procede a reforzar la inmunidad de manera preventiva solo en personas sanas.
Versión en español por Mijail Mijailov
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