Hace más de ocho meses, cuando en Bulgaria se decretaba el estado de emergencia con el fin de frenar la propagación del contagio por la Covid–19, se produjo una división de la sociedad: las actitudes públicas van desde el miedo hasta la negación total de la pandemia.
Esos ánimos tienen cierto fundamento. Por los mensajes contradictorios de la OMS y la demora en anunciar la epidemia, los incrédulos calificaron el virus de una gripe estacional. Se colocaron en el otro extremo las personas que vislumbran un peligro mortal, asustadas por las noticias apocalípticas difundidas por los medios. Se quedaron en el medio quienes intentan ponderar la situación con sobriedad, haciendo una selección cuidadosa de las fuentes. Mientras tanto, en los medios informativos las dos posiciones diametralmente opuestas expresadas por prestigiosos expertos llevan complementariamente la confusión a las ideas de confiabilidad de la información. Se llegó incluso a que muchas personas con dudas de ser portadoras del contagio comenzaron a temer hacer públicas sus preocupaciones. Es más, hasta se negaban a someterse a examen médico y a permanecer en cuarentena.
”Lamentablemente, las cosas han cruzado por varias etapas en cuanto a la psique humana –dice la doctora otorrinolaringóloga Valentina Jrístova– . Al comienzo el miedo caló hondo y la gente respetaba estrictamente las restricciones. Ahora parece que nos hemos acostumbrado al vocablo “coronavirus” y nos hemos relajado. Y, sin embargo, no es ahora el momento de relajarnos”.
Recientemente, el abogado Pétar Nikolov de la ciudad de Varna contó a Radio Nacional de Bulgaria lo que vivió tras enfrentarse con el virus y con el sistema sanitario nacional. Antes de enfermar formaba parte de los escépticos con respecto a la epidemia. Al comprobar que estaba enfermo, su actitud dio un vuelco. Vaciló largo tiempo antes de anunciar este hecho, y cuando se animó a hacerlo, se pusieron en contacto con él conocidos y amigos que también se habían sentido directa o indirectamente confrontados con el virus. También hubo comentarios burlones y dudas. No obstante, no fue aquello lo que le sacudió tanto como lo hizo el sistema sanitario búlgaro y la falta de asistencia por parte de las instituciones. ”Si uno no es lo suficientemente responsable consigo mismo y respecto a los demás, bien puede prescindir de todos los chequeos médicos y todos los volantes y pasear con calma por la ciudad, entrando y pasando un rato en establecimientos y centros comerciales sin molestia alguna. En fin, todo se mantiene bastante en el terreno de los deseos”, comenta el letrado.
La Dra. Valentina Jrístova ha observado lo mismo, pues cada día atiende a pacientes ignorando si éstos son o no portadores potenciales del virus.
”Como médico en primera línea, discrepo bastante de la organización del tratamiento, de las formas de recogida de muestras, etc. Probablemente no disponemos realmente de recursos y el problema básico es éste, que encima es muy grave. Si uno enferma y, no lo quiera Dios, tiene sus sospechas, no hay ninguna organización para recogerlo de su domicilio, llevarlo para que se le haga la prueba y luego traerlo de regreso. Lo que ocurre en la práctica es que tal persona, además de pagar, va esparciendo el virus por toda la ciudad. Esta misma persona se queda con la sensación de que nadie lo atiende ni lo cuida. Tal vez por esto a una buena parte de la gente le dan ganas de pensar que se trata de una gripe normal, lo cual no es cierto. La terapia es muy dura, no convencional y hasta los chequeos que se practican son muy específicos. Habría que educar a la gente de que se trata de un tipo de virus singular respecto al cual hay que mantener una postura muy seria. Debemos protegernos a nosotros mismos y proteger a la gente que nos rodea”.
Versión en español por Mijail Mijailov
Fotos: BTA, BGNES, superdoc.bg
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