Un joven artista búlgaro decidió, por voluntad propia, abandonar este mundo a mediados del siglo pasado para preservar en sí mismo la impermanencia, aunque fue vencido por el sistema en el plano puramente físico. Actualmente, en la galería del Instituto Cultural Búlgaro de París, sigue presente a través de sus obras, contando historias, provocando reflexiones y enviando mensajes que, por su relevancia, rescatan prácticas aparentemente relegadas al pasado.

Margarit Tsanev, conocido como Margo por sus amigos, nació en 1944 en Teteven, un pequeño pueblo que se refugiaba en los brazos de las altas montañas.

“Parecía desempeñar dos roles: el de un solitario, un hombre profundamente ensimismado, y, al mismo tiempo, disfrutaba de la compañía de muchos amigos y de buenas conversaciones con ellos. Algo muy natural en una persona tan artística y entregada al arte”, dice la galerista y comisaria de exposiciones Olimpiya Nikolova-Daniel.

Su talento se hizo notar desde sus primeros años escolares en su ciudad natal, y más tarde se graduó con honores en la escuela de arte de Sofía. Las clases de pintura fueron el primer paso que lo llevó a especializarse en Escultura en la Academia de Bellas Artes.

Aunque dejó este mundo con tan solo 24 años, su obra aborda temas más propios de un sabio de larga barba. Es como si el tiempo lo hubiera hecho madurar apresuradamente, o quizá como si hubiera presentido la brevedad de sus días.

Una carpeta de acuarelas, encontrada por casualidad en el ático de la ya desaparecida casa familiar en Teteven, se convierte en el testimonio más temprano de los primeros intentos serios de Margo en el arte.

Habitaciones sombrías con camas uniformes, un orden casi castrense y una estufa de tubo largo en el dormitorio. Siluetas humanas, insinuadas con un sutil gesto del pincel, aparecen con frecuencia en tonos oscuros, recreando una atmósfera de melancolía, nostalgia y soledad.

"Podemos reconocer su madurez y su profunda búsqueda de materializar el mundo, su afán por aprender, por ejemplo, cómo representar una pared, un charco, un paisaje... En general, su actitud seria y penetrante hacia los aspectos de la vida", destaca Olimpiya Nikolova.

"Sin embargo, los dibujos que incluimos en la exposición son un intento de desmaterializar todo lo que logró en sus acuarelas. Son reflexiones filosóficas, una expansión de los límites del conocimiento. Sabemos que Margo solía llevar consigo un libro de Lao Tsé y se interesaba profundamente en esta filosofía. Por ello, nuestra tarea era mostrar su visión profunda y su enfoque serio hacia el mundo a través del arte que creó."

En una de sus pinturas, Margarit Tsanev retrata a un hombre con los brazos extendidos como alas. En 1969, él mismo se lanza desde un alto acantilado en los Balcanes de Teteven.

¿Su depresión era algo personal o estaba arraigada en su realidad social? Hasta el día de hoy, sus amigos no pueden dar una respuesta categórica a esta pregunta. Sin embargo, un hecho indiscutible es la última gota que colmó el vaso: el estudiante, que había interrumpido sus estudios durante un año, escuchó estas palabras de un decano de la Academia de Bellas Artes:"Oye, sacerdote, ve a afeitarte la barba y, cuando tengas un aspecto decente, ven y te matricularemos como alumno", según un testimonio en la película “Margo y sus amigos”.

El joven, que se había dejado crecer la barba en señal de luto por la muerte de su madre y su padre, ignoró aquel "consejo" categórico.

"Era un hombre libre, auténtico, un aristócrata del espíritu que no se sometía a nada salvo a la naturaleza y a su talento. Por eso le negaron la inscripción en el siguiente curso, no solo por la barba", afirma con certeza uno de sus amigos.

Lo siguiente fue su expulsión y un forzado regreso a su natal Teteven.

"Creo que este último acto es una clara señal de intolerancia", opina Olimpiya Nikolova. "No es casualidad que los amigos y las personas que llegaron a conocer a Margo valoren tanto su personalidad y su obra. Con el tiempo, formaron una pequeña comunidad, aunque en una posición de marginados. Sin embargo, en mi opinión, es fundamental que en una sociedad existan precisamente esos marginados, personas como estos amigos y como el propio Margarit Tsanev, porque ellos actúan como un contrapeso que no solo nos hace reflexionar, sino que también nos impide permitir este tipo de represiones."

"La rebelión contra el sistema es evidente en sus obras. "Los rostros se deforman en grotescas muecas, los cuerpos se convierten en objetos sin vida, en módulos que construyen monumentos y templos. Los coronados de gloria son despreciables y patéticos", añade Olimpiya Nikolova.

"A pesar del aislamiento de Bulgaria, él captó las ideas que flotaban en el aire. Una persona inteligente y profunda como Margarit Tsanev se convirtió en el equivalente absoluto de todo lo que ocurría en los grandes movimientos del mundo", concluye Olimpiya Nikolova.

Precisamente esto es lo que los espectadores del Instituto de Cultura de París están viendo actualmente a través de sus obras en la exposición "Vuelo" (hasta el 23 de mayo): "el vuelo de un espíritu indomable que desafió los falsos valores dominantes de su tiempo y se convirtió en un ejemplo de cómo “Lo débil acaba siendo fuerte”(Lao Tsé), dando lugar a una pequeña pero resistente sociedad civil que, de manera invisible, actúa como un correctivo".

Traducido y publicado: Borislav Todorov