“El final del río” no es una película cualquiera. Es una película que busca descubrir lo universal de las experiencias humanas más allá de cualquer frontera, siendo al mismo tiempo una expresión del diálogo cultural entre Ucrania y Bulgaria. Fue creada con la colaboración de artistas cinematográficos búlgaros y ucranianos, y en su realización destaca tanto la maestría del director, como de todo el equipo de actores. El estreno oficial fue en Sofía, en un evento organizado por la Agencia Ejecutiva de los Búlgaros en el Extranjero, donde partició parte del equipo de producción, y también la embajadora de Ucrania, Olesya Ilashchuk.
El director de la película es Vasil Barkov, un búlgaro de Besarabia que tiene a sus espaldas más de 17 películas, documentales y producciones televisivas. Uno de los temas que le interesan en su trabajo es el de la vida cotidiana, las tradiciones y la cultura de las diferentes comunidades esparcidas por el territorio de Bulgaria, Ucrania y Moldavia:
“Nací en el colorido pueblo de Suvorovo, en la localidad de Ismail, región de Odesa. En 1993, con 18 años, llegué a Bulgaria y entré en la clase del profesor Vladislav Ikonomov, en la Academia Nacional de Artes Teatrales y Cinematográficas “Krastio Saráfov”, de Sofía (NATFIZ). Así fue como comenzó mi vida cinematográfica”, cuenta el director, productor y guionista Vasil Barkov en una entrevista para Radio Bulgaria. “De niño siempre soñé con literatura, y con cielos estrellados… pero no sabía hacia dónde tirar. Eran los tiempos que corrían: la Unión Soviética se estaba desmoronando, la independencia de Ucrania… Yo quería ser astrónomo, pero viniendo de un pequeño pueblo no tenía la oportunidad de viajar por el mundo y decidí estudiar para ser capitán de barco. Pero en esos dos años ocurrieron unos acontecimientos importantísimos, incluso para Bulgaria: desde allí anunciaron que empezarían a admitir a estudiantes de las comunidades búlgaras por el mundo y ahí estaba mi gran oportunidad”.
Volviendo la vista atrás, hacia sus antepasados, Barkov rápidamente anota,“ya somos cinco generaciones con raíces búlgaras”:
“Como bien sabéis, nosotros en Besarabia vivíamos una vida muy distinguida, respetábamos las tradiciones. Todas las creencias búlgaras y los estados anímicos pasaban de abuelas a hijas, de abuelos a nietos, y yo me he criado precisamente con esa cultura búlgara emocional y cristiana. Incluso al llegar a Bulgaria pude ver que aquí no estaba tan conservada esa esencia de lo búlgaro, como lo estaba ahí en Besarabia en aquellos tiempos”.
Vasil Barkov define los acontecimientos actuales en Ucrania como una “locura”:
“Esta guerra a mi me afecta personalmente. Yo estaba en Odesa cuando estalló y vi con mis propios ojos cómo empezaron a volar misiles. Subimos al coche con mis amigos y arrancamos sin dirección alguna, simplemente para no quedarnos dentro de la ciudad. En mi vida los misiles habían estado volando antes de eso en la pantalla, pero de pronto lo mismo estaba ocurriendo delante de mis ojos. Durante un año se interrumpió también mi vida artística porque justo después de terminar el rodaje de la película comenzó la guerra. El equipo se disolvió: algunos fueron al frente - tenemos incluso un compañero que falleció allí -, otros emigraron a Polonia y a Noruega. Los compañeros de la productora se trasladaron a otra ciudad… Una barbaridad. Yo estuve dos años en Odesa, dos años fui testigo de los horrores por los que tenía que pasar la gente corriente de Ucrania. El país está ya en sus fuerzas límite y es hora de que pongan fin a esta guerra. Por supuesto, debe haber paz para Ucrania y debe haber una garantía de que esta agresión no se repetirá”.
Al director de “El final del río” no le van las tramas fáciles. “Siempre me repito tengo que dejar de inventar historias tan duras, pero al final lo vuelvo a hacer. Porque es lo que las hace interesantes para mí”, confiesa con una sonrisa Vasil Barkov.
“Esta película fue extremadamente complicada de rodar. El rodaje comenzó durante la pandemia Covid-19 y después llegó la guerra. Casi toda la acción se desarrolla en la ciudad ucraniana de Vilkovo, que tiene un aire especial”. La llaman “la Venecia ucraniana” aunque a diferencia de la Venecia italiana, que es una ciudad glamourosa, Vilkovo es una ciudad de pescadores. Lo que tienen en común es que la gente se mueve en barcas, por unos canales construidos especialmente para ello. En verano su sustento es la pesca, y en invierno siegan carrizo para exportarlo y emplearlo en contrucción ecológica de tejados en los Países Bajos y Gran Bretaña”.
Los habitantes de la ciudad constituyen una comunidad muy interesante: son lipovanos. Se trata de rusos que huyeron de las reformas eclesiásticas que intridujeron el emperador ruso Pedro I y la emperatriz Ekaterina II, hace más de 250 años. Parte de los rusos en aquel momento no estaban de acuerdo con la nuevas normas religiosas, no querían cortar sus barbas o santiguarse, y por eso huyeron lo más lejos posible para no ser descubiertos por las autoridades.
“El verdadero lipovano ha de mantener su barba larga. Las mujeres visten unos largos vestidos y cubren su pelo con un pañuelo. Se santiguan de una forma peculiar y sus iconos no son los que se utilizan en la iglesia cristiana actual”, explica Vasil Barkov. “Hasta 1990 ellos no tenían la costumbre de mezclarse con representantes de otras comunidades y se casaban sólamente con personas de su misma comunidad. Cuando yo era pequeño escuchaba muchas historias así, ya que soy de Suvorovo, que se encuentra a unos 50-60 km de Vilkovo. Me enteraba de los accidentes que ocurrían en los canales, cuando volcaba una barca, o cuando moría un niño mientras pescaba cangrejos. Todas estas tramas han influenciado la historia que cuenta mi película, que narra un asesinato no premeditado - que es lo que abre la película”.
En la trama ocupan un lugar importante también el amor imposible y las complicaciones que este genera, que llevan a un replanteamiento general de la vida. El papel principal es representado por el actor búlgaro Penko Gospodínov:
“Yo soy un gran amante del cine en el que destaca el actor. Doy a los actores plena libertad y les dejo la oportunidad de expresar su talento. Conocía a Penko Gospodínov por medio de mi compañero, Kosta Burov, que fue quien me insinuó la posibilidad de ficharle para el papel principal. Le di una copia del guión y el milagro ocurrió, porque nada más leerlo me dijo: “Sí, contad conmigo. Sólo que, ¿cuándo empezamos el rodaje?, que tengo funciones”. Pese a todas las dificultades logramos encontrar la manera de encajarlo todo y de conectar emocionalmente”.
A partir de hoy la película de Vasil Barkov ya está en las salas de cine y espera a su público.
Autor: Yoan Kolev
Versión en español: Alena Markova
Fotos: Agenia Ejecutiva de los Búlgaros en el Extranjero, Facebook/ Odesa Film Production, Facebook/ Vasil Barkov
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