Semitransparentes, finos, elaborados con fantasía y mucho cariño: los encajes de Koprívshtitsa con su complicada ornamentación eran una parte indisoluble de los antiguos trajes tradicionales y los tejidos que se elaboraban en los hogares. En el pasado las maestras de Koprívshtitsa trabajaban de todo corazón para crear un mundo mágico de hilos. En sus hábiles manos cobraban vida figuras geométricas, bellas flores, aves y animales. Hoy este oficio está cayendo en el olvido.
Yordanka Nikolova es una de las pocas mujeres que continúan la tradición trasladándola a los tiempos modernos. La encontramos en la casa Liutova en Koprívshtitsa, en cuyo primer piso está ordenada una muestra de tejidos auténticos que se elaboraban en la localidad, incluidos los bellos encajes de Koprívshtitsa. En el patio de la casa regularmente se organizan demostraciones de los oficios artesanales locales. Yordanka suele mostrar a los turistas que se reúnen las antiguas tecnologías de tejer. En la técnica tatting, o frivolité, se teje con bolillos y se hacen nudos.
Esta tecnología fue traída de Europa. En Bulgaria estaba más difundido el encaje cosido, el llamado kené, cuenta Yordanka.
En el pasado las habitantes de Koprívshtitsa no tejían sus encajes, sino que los cosían con una aguja común y corriente y con… pelos de caballo que se utilizaban como base sobre la cual bordaban con hilos de seda. Esta técnica tiene raíces muy profundas en el tiempo. Se supone que fue traída de Oriente Lejano. Está difundida en otras partes de Bulgaria pero las vecinas de Koprívshitsa tenían la fama de ser las maestras del kené por excelencia.
“En Koprívshtitsa en cada camisa oficial, por ejemplo en el escote o en las mangas, se colocaba una ornamentación de kené. Éste se elabora sobre el pelo del caballo, de forma muy densa, bien diferente del resto de los encajes, y ostenta un gran número de motivos florales, cuenta Yordanka Nikolova. Cada una de las figuras tiene su nombre. En Koprívshtitsa la llaman de una manera, en el resto de las ciudades de otra.
Lo que me han contado las ancianas es que las mujeres elaboraban la base del kené como una red de huecos de los pelos del caballo. Después venían las maestras y realizaban la parte del trabajo que era más difícil y más bella, o sea cosían las finas figuras geométricas o las flores con sus hojas y ramitas, etc”.
En el encaje de bolillos las mujeres seguían un modelo determinado que a veces desarrollaban, en el caso del kené cada maestra adornaba el encaje según sus propias ideas y habilidades, con gran puntualidad y paciencia. A veces con hilos de distintos colores bordaban distintos ornamentos sobre la red y terminaban la obra poniendo abalorios.
“El kené es una expresión de la imaginación de la mujer que lo elaboraba tal y como lo sentía. Cosían con hilos de seda que hervían para que sea más suave y la pintaban de verde, magenta y rojo. El kené se colocaba sobre la ropa oficial que la gente vestía para ir a la plaza del pueblo o para ataviarse con motivo de las distintas fiestas. Se trata de un trabajo muy valorado y muy difícil”, dice Yordanka.
Junto con otras mujeres, Yordanka es parte del taller Sediankata (La tertulia) que trata de restaurar los oficios tradicionales búlgaros caídos en olvido y trasladarlos al futuro. En sus palabras, un número cada vez mayor de jóvenes se dirigen a ella y a sus colegas con el deseo de aprender este antiguo y bello oficio búlgaro.
Versión al español de Hristina Táseva
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