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La bailarina Rusalia Kírova: inspiración y amparo del pintor Dimitar Kirov

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Dimitar Kirov y Rusalía Kírova
Foto: Archivo personal

En una ciudad antigua, marcada por las huellas de tracios y romanos, la mirada del artista mirada se posó en una criatura angelical y él quedó cautivado para siempre. Él sería su fiel admirador y protector, y ella, su inspiración y el refugio de su alma.

Donka Páprikova, conocida como la Madre Teresa búlgara, por su devoción hacia los ancianos y por los que sufren, fue quien eligió el nombre de Rusalia para la hija de una de sus hermanas.

"Cuando las sirenas salen y empiezan a bailar sobre la hierba, el primer día después de Pascua de Resurrección, yo siempre digo: ¡hoy es el día de mi santo! Porque soy una sirena", así se presenta Rusalia Kírova, que tiene ya 81 primaveras a sus espaldas .

De joven, con la inquietud característica de una bailarina novata, ella ponía nervioso a su pariente, el pintor Vladimir Dimitrov-El Maestro, mientras éste la pintaba. Así se le ve en su retrato, con esa mirada suya "tan traviesa y fiera". Sin embargo, el haber posado medio en broma para otro artista, le brindaría más tarde un regalo del destino: su alma gemela, ese privilegio que tienen unos pocos.

En el Teatro dramático de la ciudad de Plovdiv, donde, en los años 60, convivía todo el mundo artístico local, el pianista Gueorgui Kanev llevó un día a su amigo, el artista Dimitar Kirov, para pintar un retrato de la bailarina Eli Ivanova. Pero Dimitar se fijó enseguida en Rusalia, que había sido designada en Plovdiv por casualiad, y le pidió que posara para hacerle un boceto. En unos pocos instantes, sobre la hoja blanca había aparecido una “bailarina de la cintura fina”. Ese rápido bosquejo vino acompañado de una propuesta: la propuesta de pintarle  un retrato.


"Tuve que partir rápidamente para Moscú, a estudiar en el Teatro Bolshói y en el Instituto de Artes", recuerda Rusalia Kírova. “En aquel momento, Dimitar Kirov había ido a Polonia, con motivo de una exposición y, al regresar, descubrió que yo ya no estaba. Pero nuestro amor ya había comenzado... Me llamó por teléfono y me dijo: "Me han echado de mi estudio y estoy tan solo, ¿quieres casarte conmigo?". Respondí al momento con un "Sí". Luego él fue a Sofía, para hablar con mi madre y decirle que me amaba y que quería casarse conmigo. Ella respondió: "Está bien, pero ¿tiene Usted un sueldo, una casa?" Él respondió: "No, no tengo nada". "¿Y dónde piensa llevar a mi hija entonces? Tiene sólo veinte años, estudiará dos años, y en ese tiempo Usted aquí encontrará a otra a oyta mujer. ¡De ninguna manera!", dijo tajante mi madre. Después de esa conversación, recibí una carta suya en qyue decía: "No vas a volver para las vacaciones porque hay un loco barbudo aquí, pidiendo tu mano".

Dimitar Kirov

La hija ejemplar subió al tren a Ruse donde su artista enamorado la llevaba esperando ya dos días. Se casaron en una cervecería, en la embriagadora compañía del círculo bohemio de Plovdiv. Después de la boda, ella regresó a Moscú para terminar sus estudios y él se quedó a pintar en Plovdiv, que se convertiría más adelante en el hogar de la pareja por los siguientes 45 años.

“La vida con él era una felicidad, teníamos una unión muy fuerte”, recuerda Rusalia Kírova. “No siempre me pintaba exactamente a mí, sino que decía que mis ojos y mi rostro coincidían con los de los iconos, y que la pátina los preservaría del paso de los años. De hecho, solo posé para él una vez. Y es que, aunque estuviera pintando a una japonesa, hubieran seguido diciendo que era yo la persona que pintaba”.

Dimitar Kírov decía de su esposa: 

Mi esposa Rusalia ha sido la inspiración en todas mis obras, y en todo, en general”, dice Dimitar Kirov en una grabación del archivo de Radio Nacional de Bulgaria. “Uno de mis retratos favoritos es "Rusalia con tutú", por el que recibí el premio "Zahari Zograf", en mi opinión uno de los premios más prestigiosos para los artistas búlgaros. Yo nunca hago un retrato buscando el parecido físico, eso es lo de menos para mí. Lo que busco, sobre todo, es la presencia espiritual de la persona que pinto. Luego la realización del cuadro en sí no representa gran cosa cuando eres un profesional”.

Rusalia Kírova descubri que Plovdiv es la ciudad en la que deseaba interpretar su danza. Tras un accidente con una bala que rebotó y la alcanzó, frente a la Mezquita Dzhumaya, ella dejó las zapatillas de ballet, y se volcó en el papel de profesora y coreógrafa (Rusalia es fundadora de las clases de ballet en la Escuela Musical de Plovdiv). Eso sí, hasta finales de 2008 continuó bailando un pas de deux con su amado Di Kiro.


Kirov nació en 1935 en Estambul, y en la década de 1960 estaba en contacto con muchos personajes importantes de ideas afines en la escuela de Plovdiv: Gueorgui Bozhilov-Slona, ​​​​Encho Pironkov, Ioan Leviev, Hristo Stefanov, todos ellos conocidos por haber enriquecido sus pinturas con ideas innovadoras, aunque muy cuestionadas por los críticos. Después, su talento fue reconocido en el extranjero, y lo llevó como  Francia, Tailandia o Japón.

"Nunca olvidaré el encuentro con Salvador Dalí", recuerda Rusalia Kírova . “Asistimos a una clase suya en París con otros muchos participantes, y Mitko (diminutivo de Dimitar) estaba muy contento porque Dalí le firmó sus dibujos. Él firmaba sólo los dibujos que le gustaban - aquellos que consideraba fruto de un auténtico talento. Entonces Mitko le hizo un retrato, fuera de los temas propuestos para todos de artistas. Salvador Dalí llego vio las hojas donde aparecía el retrato, se echó a reír y, yo que estaba allí, lo vi poner una gran firma debajo de ese mismo retrato. Después de la clase, nos hicimos enseguida una foto en la que Mitko salía disfrazado de Dalí y yo, de Gala. Aún conservo esa foto. La guardo con mucho amor, para mirarla y revivir el buen humor de aquella experiencia".

A pesar de que ya no están juntos, Rusalia Kírova sigue sintiendo la presencia del artista a su lado:

"Aunque se haya ido, yo sigo con él. He estado con él toda mi vida, estoy con sus cuadros, vivo entre ellos", dice.

Asegura de que su arte perdurará en la eternidad.


"Dejó un legado inapreciable: pinturas monumentales, esculturas, frescos, mosaicos…”, añade Rusalia. “Ha creado tanto, en tantos lugares… Sus cuadros están por todo el mundo. Puede que se trate de una especie de salvación pero aquí estoy, organizando exposiciones suyas . Ahora pretendo organizar otra más, esta vez con motivo de su 90 cumpleaños. Mi otro objetivo es restaurar el fresco "Zahari Zograf" en el casco antiguo de Plovdiv, que fue parcialmente destruido por las granizadas".

Para Rusalia Kírova cada mañana es un día de fiesta.

"Incluso ahora que estoy sola, cuando me despierto por la mañana, sana y salva, me levanto y salgo a caminar inmediatamente después del desayuno", nos cuenta. Por esas calles adoquinadas del casco antiguo, entre aquellas casas de aire noble… en la ciudad que atesora los recuerdos y secretos que conservarán la historia de un gran artista. Aquel que vio, en las delicadas manos de su bailarina, las alas de un ángel.

Autor: Diana Tsankova / con entrevistas de María Mira Hrístova, de BNR Hristo Botev y Galya Míteva, de BNR Plovdiv, y grabaciones del Archivo de BNR /

Versión en español: Alena Markova

Fotos: archivo personal, Galería Kabaret, BNR



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