El Miércoles Santo se recuerda uno de los últimos sucesos antes de la Pasión del Hijo de Dios. En un momento de profundo arrepentimiento una pecadora logró entrar en la casa donde Jesucristo estaba de visita y deseando demostrarle su respeto le ungió la cabeza con perfume. El perfume era muy caro y por esto algunos dijeron indignados: “¿Por qué este desperdicio de perfume? Podía haberse vendido para dárle el dinero a los pobres”.

Jesús les respondió: “A los pobres siempre los tendréis con vosotros, y podréis ayudarlos cuando queráis; pero a mí no me vais a tener siempre”. Esta mujer se dio cuenta de sus pecados, lloró por ellos y limpió los pies del salvador con su cabello. Así nos da el ejemplo de humildad y profundo arrepentimiento que deben poseer todas las personas que deseen seguir a Dios.

El mismo día la iglesia recuerda la decisión del Sanedrín de condenar a Jesucristo y la traición de Judas. Uno de los discípulos de Cristo, Judas Iscariote acordó la traición de Cristo a cambio de treinta monedas de plata. En este sentido la Iglesia plantea el tema de si las personas que se denominan cristianas no traicionan a Cristo ofendiéndole y traicionándole constantemente con sus actos y pensamientos.