“Abecedario de la cerveza”. Este es el primer título que se me ocurrió hace 15 años, cuando empecé a recopilar mis historias cerveceras. Así comienza el prefacio del nuevo libro de Lyudmil Fotev, periodista de la Radio Nacional Búlgara, gran conocedor y amante de una de las bebidas más antiguas del mundo. Partiendo de la idea de que el abecedario es la base de cada idioma, el título inicial del libro se acabó transformando, y así su primera edición se publicó finalmente como “El idioma de la cerveza” (Editorial Paradox, 2009). En esta publicación, el autor ofrece las respuestas a muchas de las preguntas básicas relativas a la etimología de la propia palabra “cerveza”, y a las características distintivas de los diferentes tipos o estilos de cerveza. También nos descubre la simbología de las imágenes - vegetales, animales o humanoides - que aparecen representadas en las etiquetas de cada tipo. En el libro también encontraremos 15 de los relatos de viaje, resultado de las andaduras del autor por Europa, siguiendo las huellas de la cerveza. En 2024, Fotev nos volvió a llevar a una nueva aventura por el mundo del lúpulo, con la edición especial ampliada, titulada “Los idiomas de la cerveza”.
Con motivo de una de las presentaciones del libro, hemos aprovechado para encontrarnos con su autor y conocer más de cerca su punto de vista. Preguntamos a Lyudmil Fotev, ¿cuál podríamos decir que es el lenguaje predominante en estos ámbitos?
“Aquí no hay dominantes y subdominantes. Los idiomas, las lenguas, están para eso - para comunicarnos. Si algún idioma cervecero tiene la pretensión de ser mundial, puede que una vez eso sea el idioma pilsner, pero que luego pase a ser el IPA (India Pale Ale), y después, que tome el relevo el idioma de las cervezas ácidas. Así que, resumiendo: ser políglota es lo más recomendable”.
En cuanto a si existen equivalencias entre los estilos de cerveza y los estilos de música, y si se puede definir a una persona según estas dos cosas, la respuesta más rápida es: “sí”.
“Cada persona es en sí su propio estilo. Uno no puede ser estiloso en sus gustos musicales y ser kitsch en los gustos de su paladar. Cuanto más te gusta aquello que te gusta, más te interesas por ello, y más aprendes. Eso ocurre con la música, con la cerveza, con la literatura, y en prácticamente todos los ámbitos del arte. Por algo yo mismo considero la cerveza más bien un arte, y no un producto industrial, de consumo masivo”.
Pasando las páginas del libro (que no puede - ni debe - ser leído como una novela, sino más como una enciclopedia de la cual puedes aprender algo nuevo cada día), damos con un capítulo dedicado a la cerveza en Bulgaria:
“Este es precisamente el capítulo que en la web del libro aparece traducido en cuatro idiomas. En estos momentos se está traduciendo también al portugués, para que pueda ser accesible a todos mis amigos y lectores extranjeros”, comparte nuestro compañero periodista. “Ellos tienen un gran interés por la historia, por la actualidad, y también por la manera en que se posiciona la cerveza en un país tradicionalmente vinícola, como lo es Bulgaria. Algunos intentan presentarla como un país de destilados pero yo discrepo rotundamente con esa conjetura. En Bulgaria conviven de maravilla tanto las bebidas destiladas, como el buen vino y la buena cerveza”.
Una de las cervezas que se mencionan en este capítulo es la llamada “Edelweiss”:
“Yo tenía 7 u 8 años cuando empezaron a fabricarla en todas las fábricas de cerveza búlgaras”, cuenta Lyudmil. “Sin importar si se iba a celebrar el 1300 aniversario de Bulgaria o lo que fuera, todas las fábricas cerveceras estaban obligadas a fabricar una cerveza rubia, de 10 grados, y una especial, de 12 grados; mientras que la “Edelweiss” sólo tenía un contenido de 6,5% en materia seca y era la primera cerveza de baja graduación en Bulgaria. De por qué decidieron ponerle ese nombre en aquel momento, esa es una respuesta que no tengo. Cuando en los años 70 intentaron introducir esta cerveza en el mercado, no existían tales términos como 'marketing' o 'publicidad'. Lo único que importaba era que la gente no estaba dispuesta a pagar lo mismo por una cerveza de baja graduación que por una normal. La “Edelweiss” simplemente se había adelantado a su tiempo”.
Aparte de las cientas de historias que nos puede contar Lyudmil Fotev relacionadas con la cerveza, y con su otra pasión - el jazz -, él es también jurado en varios concursos cerveceros por toda Europa y por el mundo. Entre los miembros de este tipo de jurados, por regla, siempre debe haber un representante del país anfitrión, una mujer, un representante del llamado “Nuevo mundo” (Autralia, EE.UU., Sudáfrica, Argentina, Chile), un periodista, y un representante del sector HORECA (Hoteles, Restaurantes, Cafeterías). Y, cuanto más variada la experiencia de los diferentes miembros, más certero será el veredicto final, que determinará el semifinalista o el finalista del concurso.
De manera que, no podíamos sino preguntarle a nuestro interlocutor: ¿cuáles son las cualidades que ha de poseer un juez en un concurso de este tipo?
“Debe tener unos sentidos bien entrenados, es decir, debe haber degustado muchas cosas diferentes, y deber tomar apuntes. Sin estas cosas no se puede avanzar en un mundo como este, donde todos los días surge algo nuevo y diferente. El juez de un jurado así debe ser además una persona con imaginación, capaz de ponerle palabras a lo que percibe y saborea, más allá de los referentes degustativos y olfativos tradicionales, como ‘terroso’, ‘afrutado’, ‘vegetal’, ‘animal’ o ‘mineral’. Las respuestas que tienes que dar se deben corresponder con un estilo de cerveza concreto, pero para hacerlo debes conocer bien ese estilo y conocer unas cincuenta cervezas que pertenezcan al mismo”, nos explica para concluir nuestro invitado, Lyudmil Fotev.
Autor: Yoan Kolev
Versión en español y publicación: Alena Markova
Fotos: beerlanguages.com, Lyudmil Fotev/Archivo personal
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